8/11/2016, 20:02
(Última modificación: 8/11/2016, 20:02 por Aotsuki Ayame.)
Para su desazón, Daruu no parecía tan entusiasmado con la idea como ella. Se había agarrado un brazo y sus ojos castaños viraban de uno a otro.
—Supongo... —murmuró él—. Bueno, quiero decir... Me parece buena idea, pero tengo... miedo. ¿Soy un extra? ¿Estoy... para rellenar cupo?
Aquello fue como un dardo directo hacia su pecho y Ayame hundió los hombros y apartó la mirada para que no viera el dolor reflejado en sus ojos. Kōri, por otra parte, seguía tan impertérrito como siempre, aunque había entrecerrado ligeramente sus ojos escarchados.
—Lo siento, es que como sois hermanos... No quiero ser una especie de relleno —añadió Daruu, hundiendo también la mirada en el suelo.
Un pesado silencio cayó entre los tres jóvenes, tan denso que a Ayame le cosquilleaba la piel. Y sólo al cabo de unos interminables segundos, Kōri intervino.
—Comprendo tus inquietudes, Daruu —respondió—. Pero mientras estemos de oficio, Ayame y yo no seremos otra cosa que alumna y sensei. Exactamente igual que tú y yo. Nadie recibirá ningún tipo de trato especial.
Se levantó de la silla y se colocó frente a ambos. Sus ojos los miraban desde arriba.
—Y lo mismo espero entre vosotros dos —añadió, y su voz llenó sus oídos como una garra helada.
Ayame se estremeció sin poder evitarlo. Sin embargo, cuando alzó la mirada de nuevo vio que Kōri había extendido el puño hacia delante en una invitación clara. Y aquella vez esperó antes de actuar, mirando de reojo con disimulo a Daruu.
—Supongo... —murmuró él—. Bueno, quiero decir... Me parece buena idea, pero tengo... miedo. ¿Soy un extra? ¿Estoy... para rellenar cupo?
Aquello fue como un dardo directo hacia su pecho y Ayame hundió los hombros y apartó la mirada para que no viera el dolor reflejado en sus ojos. Kōri, por otra parte, seguía tan impertérrito como siempre, aunque había entrecerrado ligeramente sus ojos escarchados.
—Lo siento, es que como sois hermanos... No quiero ser una especie de relleno —añadió Daruu, hundiendo también la mirada en el suelo.
Un pesado silencio cayó entre los tres jóvenes, tan denso que a Ayame le cosquilleaba la piel. Y sólo al cabo de unos interminables segundos, Kōri intervino.
—Comprendo tus inquietudes, Daruu —respondió—. Pero mientras estemos de oficio, Ayame y yo no seremos otra cosa que alumna y sensei. Exactamente igual que tú y yo. Nadie recibirá ningún tipo de trato especial.
Se levantó de la silla y se colocó frente a ambos. Sus ojos los miraban desde arriba.
—Y lo mismo espero entre vosotros dos —añadió, y su voz llenó sus oídos como una garra helada.
Ayame se estremeció sin poder evitarlo. Sin embargo, cuando alzó la mirada de nuevo vio que Kōri había extendido el puño hacia delante en una invitación clara. Y aquella vez esperó antes de actuar, mirando de reojo con disimulo a Daruu.