30/05/2015, 00:33
Hanaiko Daruu fue el primero en tomar la palabra, y Ayame suspiró para sus adentros, profundamente aliviada. Mientras escuchaba con atención a su compañero, se tomó la libertad de tomar la cantimplora que llevaba enganchada en la parte posterior de su obi para dar un par de tragos y refrescarse la garganta. Le llamó la atención el comienzo de la presentación de Daruu, como si se hubiese visto con el deber de convertirse en ninja. Parecía que, de alguna manera, le gustaba más la cocina que el mundo shinobi.
«¿Por qué no se dedicó a ser cocinero entonces?» Se preguntaba, aún con la pajita sujeta por sus labios. "Porque alguien debía hacerlo", había sido su respuesta, pero no terminaba de convencerla. Dicho así, parecía que se había visto obligado a convertirse en shinobi, no que había seguido aquella senda por su propia cuenta. De hecho, parecía importarle más el dinero que lo que aquel camino significaba, y Ayame torció ligeramente el gesto al escucharle.
Una vez finalizada su introducción, el aula volvió a sumirse en un tenso silencio durante unos segundos. Kōri había escuchado con educada atención, y ni siquiera intervino cuando hubo terminado. Había anotado algo en una de las carpetas que ahora reposaban sobre la mesa; y, tras cerrarla y apartarla a un lado, ahora aguardaba en silencio al siguiente voluntario. Ayame, que ya se había habituado al habitual frío que despedía su hermano de manera natural y enfriaba el ambiente, seguía empeñada en desviar la mirada para apartar la atención sobre ella, y el plan parecía estar funcionando a la perfección. Kurozuka Reiji tomó el turno de la palabra.
Ayame no pudo evitar sonreír con cierto nerviosismo al ver cómo el chico se refería a sí mismo como vampiro, aunque con sus posteriores alegaciones, si ellos no hubiesen sabido las peculiaridades de su alimentación, podría haber pasado por un chico normal y corriente. Si no fuera, por supuesto, por aquella bolsita que llevaba entre manos y cuyo contenido carmesí le revolvía el estómago a la muchacha cada vez que le veía beber de ella.
«Otro que no entró en la academia por su propio pie...» Meditó Ayame, al escuchar que había sido su corpulento padre el que le había convencido de que se convirtiera en shinobi. «Sólo espero que en aquella ocasión no le tirara al interior de la clase como ha hecho hoy.» Se sonrió para sí. Aunque lo veía perfectamente posible.
Sin embargo, la presentación de Reiji adoptó un tinte oscuro cuando habló de sus temores. ¿Acaso era posible que perdiera el control de sus actos y se convirtiera de verdad en un vampiro sediento de sangre capaz de cualquier cosa por obtener su alimento? Ayame palideció de sólo imaginarlo, no quería siquiera pensar en esa posibilidad.
Sin embargo, algo llamó la atención de la muchacha. Y fueron las aspiraciones de sus dos compañeros. Mientras que Daruu había afirmado que deseaba convertirse en chunnin, Reiji iba varios pasos más allá: él quería convertirse en ANBU.
Kōri asintió para sí cuando el chico terminó con su presentación. Ayame notó que había vuelto a anotar algunas cosas en otra de las carpetas, y pronto comenzó a sospechar qué eran aquellos documentos. Sin embargo, no tuvo tiempo de pensarlo. Habían pasado varios segundos desde que Reiji había puesto punto y final a sus palabras, y los gélidos ojos de Kōri estaban clavados en ella, esperando pacientemente a que empezara a presentarse. Ayame se sonrojó inevitablemente.
—Y... yo... yo me llamo Aotsuki Ayame... —comenzó, y nada más abrir la boca ya se sintió estúpida. Se mordió el labio inferior, tratando de reunir el escaso valor que sentía, y respiró hondo antes de continuar—. Fue mi... familia...
«Mi hermano.»
—La que me introdujo en el mundo shinobi al permitirme participar en sus entrenamientos desde que era pequeña... Yo ya quería convertirme en kunoichi, aunque... mi condición aceleró los hechos.
«Mi condición de jinchūriki...» Apretó las mandíbulas, ligeramente ruborizada.
—Mis miedos... bueno... la... la oscuridad... —admitió, con un hilo de voz, y entonces se dio cuenta de que Kōri había entrecerrado ligeramente los ojos. No apuntaba nada, al contrario que con Daruu y Reiji, y Ayame supo muy bien por qué. Él ya la conocía a la perfección. Aquello no era más que un trámite para presentarse ante sus compañeros. Fue en ese momento cuando la invadió una súbita oleada de coraje, y sus siguientes palabras sonaron decididas y enérgicas—. Y mis aspiraciones de futuro es que me reconozcan por lo que soy realmente, no por ser un jinchūriki.
Terminadas sus palabras, la muchacha dejó escapar todo el aire que retenían sus pulmones. Kōri asintió para sí, y volvió a apilar las tres carpetas.
—Muy bien. Pues con esto hemos terminado.
Ayame alzó la cabeza, súbitamente sorprendida. ¿Cómo que habían terminado? ¿Eso era todo? ¿Una simple presentación?
—Mañana os esperaré a los tres en la orilla del Gran Lago de Amegakure que queda más cerca de la academia. Estoy seguro que de que sabréis llegar —Kōri se alzó de su asiento, sin duda dispuesto a marcharse—. A las nueve en punto de la mañana. No consentiré que ninguno de vosotros llegue tarde a la primera reunión del equipo.
—¿Y... qué es lo que vamos a hacer allí, Kōri...-sensei? ¿Nuestra primera misión? —se atrevió a preguntar Ayame.
Kōri le dirigió una mirada significativa.
—Algo así, Ayame. Haréis una pequeña prueba que decidirá vuestro destino como genin.
La muchacha parpadeó ligeramente, más confundida si cabía.
—Una prueba que decidirá si de verdad os merecéis ser genin; o, por el contrario, debéis regresar a la academia como estudiantes.
—¡¿QUÉ?!
«¿Por qué no se dedicó a ser cocinero entonces?» Se preguntaba, aún con la pajita sujeta por sus labios. "Porque alguien debía hacerlo", había sido su respuesta, pero no terminaba de convencerla. Dicho así, parecía que se había visto obligado a convertirse en shinobi, no que había seguido aquella senda por su propia cuenta. De hecho, parecía importarle más el dinero que lo que aquel camino significaba, y Ayame torció ligeramente el gesto al escucharle.
Una vez finalizada su introducción, el aula volvió a sumirse en un tenso silencio durante unos segundos. Kōri había escuchado con educada atención, y ni siquiera intervino cuando hubo terminado. Había anotado algo en una de las carpetas que ahora reposaban sobre la mesa; y, tras cerrarla y apartarla a un lado, ahora aguardaba en silencio al siguiente voluntario. Ayame, que ya se había habituado al habitual frío que despedía su hermano de manera natural y enfriaba el ambiente, seguía empeñada en desviar la mirada para apartar la atención sobre ella, y el plan parecía estar funcionando a la perfección. Kurozuka Reiji tomó el turno de la palabra.
Ayame no pudo evitar sonreír con cierto nerviosismo al ver cómo el chico se refería a sí mismo como vampiro, aunque con sus posteriores alegaciones, si ellos no hubiesen sabido las peculiaridades de su alimentación, podría haber pasado por un chico normal y corriente. Si no fuera, por supuesto, por aquella bolsita que llevaba entre manos y cuyo contenido carmesí le revolvía el estómago a la muchacha cada vez que le veía beber de ella.
«Otro que no entró en la academia por su propio pie...» Meditó Ayame, al escuchar que había sido su corpulento padre el que le había convencido de que se convirtiera en shinobi. «Sólo espero que en aquella ocasión no le tirara al interior de la clase como ha hecho hoy.» Se sonrió para sí. Aunque lo veía perfectamente posible.
Sin embargo, la presentación de Reiji adoptó un tinte oscuro cuando habló de sus temores. ¿Acaso era posible que perdiera el control de sus actos y se convirtiera de verdad en un vampiro sediento de sangre capaz de cualquier cosa por obtener su alimento? Ayame palideció de sólo imaginarlo, no quería siquiera pensar en esa posibilidad.
Sin embargo, algo llamó la atención de la muchacha. Y fueron las aspiraciones de sus dos compañeros. Mientras que Daruu había afirmado que deseaba convertirse en chunnin, Reiji iba varios pasos más allá: él quería convertirse en ANBU.
Kōri asintió para sí cuando el chico terminó con su presentación. Ayame notó que había vuelto a anotar algunas cosas en otra de las carpetas, y pronto comenzó a sospechar qué eran aquellos documentos. Sin embargo, no tuvo tiempo de pensarlo. Habían pasado varios segundos desde que Reiji había puesto punto y final a sus palabras, y los gélidos ojos de Kōri estaban clavados en ella, esperando pacientemente a que empezara a presentarse. Ayame se sonrojó inevitablemente.
—Y... yo... yo me llamo Aotsuki Ayame... —comenzó, y nada más abrir la boca ya se sintió estúpida. Se mordió el labio inferior, tratando de reunir el escaso valor que sentía, y respiró hondo antes de continuar—. Fue mi... familia...
«Mi hermano.»
—La que me introdujo en el mundo shinobi al permitirme participar en sus entrenamientos desde que era pequeña... Yo ya quería convertirme en kunoichi, aunque... mi condición aceleró los hechos.
«Mi condición de jinchūriki...» Apretó las mandíbulas, ligeramente ruborizada.
—Mis miedos... bueno... la... la oscuridad... —admitió, con un hilo de voz, y entonces se dio cuenta de que Kōri había entrecerrado ligeramente los ojos. No apuntaba nada, al contrario que con Daruu y Reiji, y Ayame supo muy bien por qué. Él ya la conocía a la perfección. Aquello no era más que un trámite para presentarse ante sus compañeros. Fue en ese momento cuando la invadió una súbita oleada de coraje, y sus siguientes palabras sonaron decididas y enérgicas—. Y mis aspiraciones de futuro es que me reconozcan por lo que soy realmente, no por ser un jinchūriki.
Terminadas sus palabras, la muchacha dejó escapar todo el aire que retenían sus pulmones. Kōri asintió para sí, y volvió a apilar las tres carpetas.
—Muy bien. Pues con esto hemos terminado.
Ayame alzó la cabeza, súbitamente sorprendida. ¿Cómo que habían terminado? ¿Eso era todo? ¿Una simple presentación?
—Mañana os esperaré a los tres en la orilla del Gran Lago de Amegakure que queda más cerca de la academia. Estoy seguro que de que sabréis llegar —Kōri se alzó de su asiento, sin duda dispuesto a marcharse—. A las nueve en punto de la mañana. No consentiré que ninguno de vosotros llegue tarde a la primera reunión del equipo.
—¿Y... qué es lo que vamos a hacer allí, Kōri...-sensei? ¿Nuestra primera misión? —se atrevió a preguntar Ayame.
Kōri le dirigió una mirada significativa.
—Algo así, Ayame. Haréis una pequeña prueba que decidirá vuestro destino como genin.
La muchacha parpadeó ligeramente, más confundida si cabía.
—Una prueba que decidirá si de verdad os merecéis ser genin; o, por el contrario, debéis regresar a la academia como estudiantes.
—¡¿QUÉ?!