16/11/2016, 19:09
(Última modificación: 16/11/2016, 19:10 por Uchiha Akame.)
Las hierbas de aquel anciano eran amargas como un charco de barro, fuertes como un bocadillo de guindillas y al mismo tiempo tenían un regusto dulzón, como a almizcle. Datsue fumó, estoico, ante la atenta mirada del señor Iwata, que permanecía inmóvil como una estatua; no se le movía una sola arruga.
Luego el Uchiha retomó su interrogatorio, notando como la cabeza empezaba a pesarle y a su alrededor todo parecía más... vivo. Pero los labios de aquel viejo siguieron tan sellados como al principio. Ni una sola palabra.
De repente, Datsue lo oyó. O lo vió. O ambas cosas. Sentía como si la mirada de aquel anciano le estuviese arrastrando al pozo sin fondo que eran sus ojos, negros y profundos. Sentía que le estaban hablando. Poco a poco la realidad empezó a parecerle cada vez menos interesante, pues su cabeza tenía claro que no había un sólo secreto que aquellos ojos no pudieran contarle. Se olvidó de la casa donde estaba, del hedor de la hierba, del escozor en la garganta. Hasta de su propio cuerpo. Se sentía etéreo, incorpóreo, espiritual en su más pura concepción.
Cuando el joven Uchiha volvió en sí, Iwata estaba en la misma postura de antes, sin quitarle ojo de encima. Tenía los ojos anegados en lágrimas y apretaba los nudillos de sus manos huesudas.
Akame no pudo evitar reír ante la preocupación de su compañero.
—Vamos, vamos Karamaru-kun... Este pueblo tiene cuatro calles, es imposible perderse aquí —replicó, sonriente y afable.
Empezaron a caminar hacia la casa del viejo Iwata, donde supuestamente estaba Datsue tratando de conseguir algo de información. Por el camino se toparon de nuevo con el pescador, que les dedicó una clara mueca de desdén —y que Akame ignoró por completo—.
—En realidad, quise optimizar nuestro tiempo. Así que mientras vosotros os encargábais del viejo, yo pensé en hacer otras averiguaciones... —alzó una mano con el pulgar hacia arriba—. De forma exitosa.
»¿Recuerdas que todo el mundo ha mencionado algo de más muertes en la casa? Pues es cierto. Dos casos más, concretamente. Aunque los afectados no viven en Kawabe... Por desgracia para nosotros —se lamentó el Uchiha, porque no andaban precisamente con excedente de informantes y poder interrogar a testigos de primera mano hubiera supuesto un gigantesco avance.
Luego el Uchiha retomó su interrogatorio, notando como la cabeza empezaba a pesarle y a su alrededor todo parecía más... vivo. Pero los labios de aquel viejo siguieron tan sellados como al principio. Ni una sola palabra.
De repente, Datsue lo oyó. O lo vió. O ambas cosas. Sentía como si la mirada de aquel anciano le estuviese arrastrando al pozo sin fondo que eran sus ojos, negros y profundos. Sentía que le estaban hablando. Poco a poco la realidad empezó a parecerle cada vez menos interesante, pues su cabeza tenía claro que no había un sólo secreto que aquellos ojos no pudieran contarle. Se olvidó de la casa donde estaba, del hedor de la hierba, del escozor en la garganta. Hasta de su propio cuerpo. Se sentía etéreo, incorpóreo, espiritual en su más pura concepción.
Entonces oyó un cántico. Estaba oscuro a su alrededor, salvo por un círculo de velas sobre el suelo, ante sus pies. En mitad del círculo yacía un niño, y el cántico se intensificaba. Decenas de voces entonando palabras gurutales, imposibles de pronunciar, que no sonaban a este mundo. De repente empezó a brotar sangre del cuerpo del muchacho, de su boca, de sus ojos, de su nariz, de sus manos. El líquido negro se derramó a su alrededor, dibujando una serpiente que se devoraba a sí misma.
Alzó la vista y pudo ver como alguien le devolvía la mirada. Pero no era el señor Iwata. Aquellos ojos no eran oscuros, sino rojos y ardientes como dos carbones al fuego. Una voz hizo una pregunta que no fue capaz de entender; y, aun así, tuvo la certeza de que iba dirigida a él.
Los cánticos se disiparon, todo quedó en oscuridad, y pudo sentir el frío húmedo de la tierra a su alrededor.
Alzó la vista y pudo ver como alguien le devolvía la mirada. Pero no era el señor Iwata. Aquellos ojos no eran oscuros, sino rojos y ardientes como dos carbones al fuego. Una voz hizo una pregunta que no fue capaz de entender; y, aun así, tuvo la certeza de que iba dirigida a él.
Los cánticos se disiparon, todo quedó en oscuridad, y pudo sentir el frío húmedo de la tierra a su alrededor.
Cuando el joven Uchiha volvió en sí, Iwata estaba en la misma postura de antes, sin quitarle ojo de encima. Tenía los ojos anegados en lágrimas y apretaba los nudillos de sus manos huesudas.
— — —
Akame no pudo evitar reír ante la preocupación de su compañero.
—Vamos, vamos Karamaru-kun... Este pueblo tiene cuatro calles, es imposible perderse aquí —replicó, sonriente y afable.
Empezaron a caminar hacia la casa del viejo Iwata, donde supuestamente estaba Datsue tratando de conseguir algo de información. Por el camino se toparon de nuevo con el pescador, que les dedicó una clara mueca de desdén —y que Akame ignoró por completo—.
—En realidad, quise optimizar nuestro tiempo. Así que mientras vosotros os encargábais del viejo, yo pensé en hacer otras averiguaciones... —alzó una mano con el pulgar hacia arriba—. De forma exitosa.
»¿Recuerdas que todo el mundo ha mencionado algo de más muertes en la casa? Pues es cierto. Dos casos más, concretamente. Aunque los afectados no viven en Kawabe... Por desgracia para nosotros —se lamentó el Uchiha, porque no andaban precisamente con excedente de informantes y poder interrogar a testigos de primera mano hubiera supuesto un gigantesco avance.