29/11/2016, 00:22
Estaba sentado, mirando a la orilla del lago, y a los arrozales anegados que se extendían en el horizonte. Balanceaba las piernas, entretenido, mientras silbaba una canción pegadiza que, no sabía por qué, conocía desde muy pequeño. Escuchó entonces el chapoteo de unos pasos a sus espaldas. Se dio la vuelta, y descubrió a Ayame, que acababa de llegar.
—¡Oh, hola! —saludó—. Por fin, ¡hacía tanto tiempo que no salía de misión! Y encima con vosotros. ¡Estoy tan emocionado!
Incapaz de controlarse, saltó del bordillo al suelo del puente y una vez allí dio varios saltos con los puños apretados frente a sí mismo.
—¡Una misión de rango C! ¡Qué guay! —exclamó. Apoyó el peso del cuerpo sobre una pierna y miró a un lado, luego a otro—. Oye, ¿dónde está tu herma... Kori-sensei? Parece que llega tarde...
Se llevó la mano al portaobjetos y sacó de él un pequeño reloj portátil que parecía un círculo con orejas de perro.
—Las nueve —observó—. ¿Has visto qué reloj más gracioso? No me mires así, me lo regaló mi madre cuando era un crío. Y no he tenido que ajustar la hora ni cambiar la pila nunca, oye.
Se guardó el reloj de nuevo en el portaobjetos.
—¡Oh, hola! —saludó—. Por fin, ¡hacía tanto tiempo que no salía de misión! Y encima con vosotros. ¡Estoy tan emocionado!
Incapaz de controlarse, saltó del bordillo al suelo del puente y una vez allí dio varios saltos con los puños apretados frente a sí mismo.
—¡Una misión de rango C! ¡Qué guay! —exclamó. Apoyó el peso del cuerpo sobre una pierna y miró a un lado, luego a otro—. Oye, ¿dónde está tu herma... Kori-sensei? Parece que llega tarde...
Se llevó la mano al portaobjetos y sacó de él un pequeño reloj portátil que parecía un círculo con orejas de perro.
—Las nueve —observó—. ¿Has visto qué reloj más gracioso? No me mires así, me lo regaló mi madre cuando era un crío. Y no he tenido que ajustar la hora ni cambiar la pila nunca, oye.
Se guardó el reloj de nuevo en el portaobjetos.