29/11/2016, 18:16
Akame no pudo evitar fruncir los labios en un gesto de frustración cuando vio como todos sus intentos por sonsacarles información potencialmente valiosa a aquellas dos kunoichis caía en saco roto. Hacía un frío de mil demonios, las calles eran oscuras y peligrosas a aquellas horas de la noche, y las dos muchachas que tenía ante sí no parecían en absoluto dispuestas a colaborar. «No pienso seguir perdiendo el tiempo con estas tozudas amegakureñas».
—Como queráis. Veo que es inútil incidir en mi inocencia, y tampoco parecéis dispuestas a colaborar para llegar al fondo de este asunto. Sea así pues, no tengo por qué seguir perdiendo el tiempo con vosotras. Buenas noches.
El Uchiha se encogió de hombros y, ni corto ni perezoso, dio media vuelta y empezó a caminar en dirección al hotel. Atrás quedaban las dos kunoichis de la Lluvia, solas ahora en el oscuro callejón.
Caminando a buen ritmo para no congelarse, Akame tardaría todavía un buen rato en llegar a la posada donde se hospedaba. Allí podría pensar con más tranquilidad y reposar los misteriosos sucesos de los que había sido testigo aquella noche. «Un muerto que anda, ¡menuda locura! Sin embargo, ahora caigo en que con todo este espectáculo no he reparado en el detalle principal. ¿Por qué degollarían a un hombre en mitad de una taberna abarrotada de testigos? Desde luego, parece el peor asesinato de la historia...»