30/11/2016, 20:43
Y en el concienzudo examen de Ayame hacia aquellos dos desconocidos, no se le pasó por alto que la joven de cabellos albos había comenzado a dar vueltas en el callejón mientras se mordía la uña del dedo pulgar.
—No sé qué es mas sospechoso, si intentar llevarse a un lugar ajeno a las inocentes, o bien intentar evadir a éstos para huir... —dijo en voz alta, pero Ayame no respondió a la provocación. Ya había defendido su inocencia, y si rechazaba la invitación del chico de la coleta era precisamente porque no lo consideraba una acción prudente—. Desde luego... no me fío de ninguno de los dos. Me da igual si teníais algo por lo que matar a ese hombre... pero no vais a jugar conmigo. Me piro.
El chico frunció los labios:
—Como queráis. Veo que es inútil incidir en mi inocencia, y tampoco parecéis dispuestas a colaborar para llegar al fondo de este asunto. Sea así pues, no tengo por qué seguir perdiendo el tiempo con vosotras. Buenas noches.
Los tres se dieron media vuelta casi al unísono, y abandonaron el lugar en direcciones totalmente opuestas. Tiritando, Ayame cruzó los brazos sobre el pecho, tratando de conservar el calor corporal por encima del frío que caía sobre ella como un manto, y siguió su camino. Pero, extrañamente las últimas palabras del chico de la coleta habían conseguido afectarla de algún modo.
«A decir verdad, él estuvo conmigo durante la actuación... y nunca hizo nada fuera de lo común.» Reparó entonces, pero ya era demasiado tarde para volver sobre sus pasos.
Sacudió la cabeza, tratando de apartar el extraño sentimiento de culpabilidad que la embargaba, y comenzó a deambular por las calles de Notsuba. Tenía que buscar cuanto antes una posada que aceptara acogerla antes de terminar congelada.
—No sé qué es mas sospechoso, si intentar llevarse a un lugar ajeno a las inocentes, o bien intentar evadir a éstos para huir... —dijo en voz alta, pero Ayame no respondió a la provocación. Ya había defendido su inocencia, y si rechazaba la invitación del chico de la coleta era precisamente porque no lo consideraba una acción prudente—. Desde luego... no me fío de ninguno de los dos. Me da igual si teníais algo por lo que matar a ese hombre... pero no vais a jugar conmigo. Me piro.
El chico frunció los labios:
—Como queráis. Veo que es inútil incidir en mi inocencia, y tampoco parecéis dispuestas a colaborar para llegar al fondo de este asunto. Sea así pues, no tengo por qué seguir perdiendo el tiempo con vosotras. Buenas noches.
Los tres se dieron media vuelta casi al unísono, y abandonaron el lugar en direcciones totalmente opuestas. Tiritando, Ayame cruzó los brazos sobre el pecho, tratando de conservar el calor corporal por encima del frío que caía sobre ella como un manto, y siguió su camino. Pero, extrañamente las últimas palabras del chico de la coleta habían conseguido afectarla de algún modo.
«A decir verdad, él estuvo conmigo durante la actuación... y nunca hizo nada fuera de lo común.» Reparó entonces, pero ya era demasiado tarde para volver sobre sus pasos.
Sacudió la cabeza, tratando de apartar el extraño sentimiento de culpabilidad que la embargaba, y comenzó a deambular por las calles de Notsuba. Tenía que buscar cuanto antes una posada que aceptara acogerla antes de terminar congelada.