9/12/2016, 16:20
—Un ramen de cerdo con curry, por favor —intervino Daruu, y el camarero no tardó en lanzarle una mirada despectiva.
—Ese es, precisamente, el plato especial. ¿Acaso no sabes leer? —replicó el malhumorado hombre, y Ayame entró en pánico al escucharle.
—Ah... ¡Espere! ¿Lleva curry...? —preguntó Ayame, con un hilo de voz. Y, aunque no le estaba mirando, pudo sentir los afilados ojos de Kōri cayendo sobre ella como un cubo de agua fría. Por no hablar de la mirada que le echó el encargado del local... Era como tener un mazo sobre ella, a punto de ser descargado contra su cabeza—. —Pues... pues...
Con gestos temblorosos y torpes, tomó una de las cartas y la leyó lo más rápido que fue capaz.
—Pues... el ramen normal sin curry ni picante, por favor. Y lo siento...
Pero su disculpa nunca llegó a ser escuchada. Antes de que Ayame pudiera siquiera terminar aquellas tres últimas palabras, el camarero había tomado las cartas y había abandonado la mesa. Terriblemente avergonzada, agachó la cabeza con el sentimiento de que el rostro le ardía.
«No me gusta nada este sitio...»
—Lo siento, no me gusta el curry...
Kōri le restó importancia al asunto sacudiendo ligeramente la cabeza.
—En cuanto terminemos de comer nos marcharemos y continuaremos el camino. De hecho, si no es por causas mayores, siempre intento evitar pasar por Shinogi-To. Y vosotros haríais bien en hacer lo mismo —reafirmó, señalando a sus dos alumnos—. Pero ya que no nos ha quedado otra que venir aquí, podemos aprovechar para... socializar.
—Ese es, precisamente, el plato especial. ¿Acaso no sabes leer? —replicó el malhumorado hombre, y Ayame entró en pánico al escucharle.
—Ah... ¡Espere! ¿Lleva curry...? —preguntó Ayame, con un hilo de voz. Y, aunque no le estaba mirando, pudo sentir los afilados ojos de Kōri cayendo sobre ella como un cubo de agua fría. Por no hablar de la mirada que le echó el encargado del local... Era como tener un mazo sobre ella, a punto de ser descargado contra su cabeza—. —Pues... pues...
Con gestos temblorosos y torpes, tomó una de las cartas y la leyó lo más rápido que fue capaz.
—Pues... el ramen normal sin curry ni picante, por favor. Y lo siento...
Pero su disculpa nunca llegó a ser escuchada. Antes de que Ayame pudiera siquiera terminar aquellas tres últimas palabras, el camarero había tomado las cartas y había abandonado la mesa. Terriblemente avergonzada, agachó la cabeza con el sentimiento de que el rostro le ardía.
«No me gusta nada este sitio...»
—Lo siento, no me gusta el curry...
Kōri le restó importancia al asunto sacudiendo ligeramente la cabeza.
—En cuanto terminemos de comer nos marcharemos y continuaremos el camino. De hecho, si no es por causas mayores, siempre intento evitar pasar por Shinogi-To. Y vosotros haríais bien en hacer lo mismo —reafirmó, señalando a sus dos alumnos—. Pero ya que no nos ha quedado otra que venir aquí, podemos aprovechar para... socializar.