9/12/2016, 19:06
—Ese es, precisamente, el plato especial. ¿Acaso no sabes leer? —contestó el camarero, de mala manera.
—¿Ah sí? No lo ponía por ninguna... Ah, sí —dejó escapar una suave risilla cuando sus ojos aterrizaron en una frase en gris claro entre paréntesis que rezaba Especial de la casa—. Pues ese, sí, perdón.
Ah... ¡Espere! ¿Lleva curry...? —Sí, Ayame tampoco sabía leer. Menudo espectáculo que estaban dando entre los dos—. Pues... pues...
Ayame movió el brazo, que temblaba como un flan, y cogió uno de los panfletos, que empezó a emitir ese ruido típico del plástico moviéndose elásticamente, ya sabéis. No sé describirlo, lo que sí sé describir eran las caras de los poco amigables clientes del tugurio. Llenas de cicatrices, ojos saltones y fijos, que empezaban a girarse hacia la mesa...
—Pues... el ramen normal sin curry ni picante, por favor. Y lo siento...
El camarero cortó sus disculpas de un sablazo con la mano que arrebató la carta que sujetaba ella y Daruu de sus manos.
«Si es normal, no tendrá ni curry ni picante... Digo yo. Menos mal que no le ha dado por pedir el ramen con curry sin curry.»
—Lo siento, no me gusta el curry...
—En cuanto terminemos de comer nos marcharemos y continuaremos el camino. De hecho, si no es por causas mayores, siempre intento evitar pasar por Shinogi-to. Y vosotros haríais bien en hacer lo mismo.
«Oh, me pregunto por qué lo dirá», pensó Daruu irónicamente.
»Pero ya que no nos ha quedado otra que venir aquí, podemos aprovechar para... socializar.
—¿En serio, Kori-sensei? —susurró Daruu, acercándose a su maestro—. ¿Pero tú has visto cómo nos miraban cuando Ayame estaba pidiendo el ramen? No creo que a esta gente le apetezca mucho socializar. Y si les apetece, la verdad es que a mi no.
—¿Ah sí? No lo ponía por ninguna... Ah, sí —dejó escapar una suave risilla cuando sus ojos aterrizaron en una frase en gris claro entre paréntesis que rezaba Especial de la casa—. Pues ese, sí, perdón.
Ah... ¡Espere! ¿Lleva curry...? —Sí, Ayame tampoco sabía leer. Menudo espectáculo que estaban dando entre los dos—. Pues... pues...
Ayame movió el brazo, que temblaba como un flan, y cogió uno de los panfletos, que empezó a emitir ese ruido típico del plástico moviéndose elásticamente, ya sabéis. No sé describirlo, lo que sí sé describir eran las caras de los poco amigables clientes del tugurio. Llenas de cicatrices, ojos saltones y fijos, que empezaban a girarse hacia la mesa...
—Pues... el ramen normal sin curry ni picante, por favor. Y lo siento...
El camarero cortó sus disculpas de un sablazo con la mano que arrebató la carta que sujetaba ella y Daruu de sus manos.
«Si es normal, no tendrá ni curry ni picante... Digo yo. Menos mal que no le ha dado por pedir el ramen con curry sin curry.»
—Lo siento, no me gusta el curry...
—En cuanto terminemos de comer nos marcharemos y continuaremos el camino. De hecho, si no es por causas mayores, siempre intento evitar pasar por Shinogi-to. Y vosotros haríais bien en hacer lo mismo.
«Oh, me pregunto por qué lo dirá», pensó Daruu irónicamente.
»Pero ya que no nos ha quedado otra que venir aquí, podemos aprovechar para... socializar.
—¿En serio, Kori-sensei? —susurró Daruu, acercándose a su maestro—. ¿Pero tú has visto cómo nos miraban cuando Ayame estaba pidiendo el ramen? No creo que a esta gente le apetezca mucho socializar. Y si les apetece, la verdad es que a mi no.