13/12/2016, 20:29
La travesía no se le antojó precisamente breve. Y Ayame comenzaba a preguntarse si aquel sentimiento de eternidad se debía a su errático deambular por las calles de Notsuba o al frío que la cubría como si fuera el abrazo de su hermano mayor. Y luego estaba la oscuridad de la noche. Sólo alguna que otra ventana aún encendida y alguna lámpara de aceite convenientemente colocada evitaba que terminara paralizándola entre sus garras.
Sin embargo, siguió caminando en pos de encontrar algo que se pareciera mínimamente a un lugar donde pudiera pasar la noche. El destino quiso favorecerla durante un instante y Ayame suspiró de profundo alivio cuando vio que la calle por la que caminaba en aquellos instantes desembocaba en una más amplia y, afortunadamente, mejor iluminada. Sin pensárselo dos veces se precipitó en aquella dirección. Y, dadas las horas que eran, no se extrañó al ver que nadie transitaba aquella calle. Ni siquiera le prestó demasiada atención a aquel detalle, pues un cartel colgado de una barra de hierro había llamado su atención: "El descanso eterno". El edificio en cuestión tenía toda la pinta de ser una posada. Tenía dos plantas y su arquitectura era similar al resto de edificios de la ciudad. La, luz amarillenta, se filtraba desde el interior a través de dos ventanas.
«¿"El descanso eterno"? ¿Pero quién en su sano juicio le pondría un nombre así a una posada? ¿Qué clase de publicidad quiere darse?» Ayame torció el gesto, para nada convencida con la idea de pasar allí dentro la noche.
Sin embargo, también era muy consciente de que no podía ponerse demasiado quisquillosa como para dejarse llevar por malos augurios. La luna proseguía su camino en el cielo estrellado, y Ayame volvió a encogerse sobre sí misma con un estremecimiento cuando una brisa gélida enredó sus dedos entre sus cabellos. No le quedaba más remedio que dejar atrás sus temores si no quería morir congelada a la interperie. Y además, en aquel instante se dio cuenta de lo terriblemente cansada que estaba.
Avanzó, y sus dedos aún titubearon un último instante antes de empujar el portón de entrada.
—Buenas noches... ¿Les queda alguna habitación para pasar la noche? —preguntó, con la garganta agarrotada por el frío.
Sin embargo, siguió caminando en pos de encontrar algo que se pareciera mínimamente a un lugar donde pudiera pasar la noche. El destino quiso favorecerla durante un instante y Ayame suspiró de profundo alivio cuando vio que la calle por la que caminaba en aquellos instantes desembocaba en una más amplia y, afortunadamente, mejor iluminada. Sin pensárselo dos veces se precipitó en aquella dirección. Y, dadas las horas que eran, no se extrañó al ver que nadie transitaba aquella calle. Ni siquiera le prestó demasiada atención a aquel detalle, pues un cartel colgado de una barra de hierro había llamado su atención: "El descanso eterno". El edificio en cuestión tenía toda la pinta de ser una posada. Tenía dos plantas y su arquitectura era similar al resto de edificios de la ciudad. La, luz amarillenta, se filtraba desde el interior a través de dos ventanas.
«¿"El descanso eterno"? ¿Pero quién en su sano juicio le pondría un nombre así a una posada? ¿Qué clase de publicidad quiere darse?» Ayame torció el gesto, para nada convencida con la idea de pasar allí dentro la noche.
Sin embargo, también era muy consciente de que no podía ponerse demasiado quisquillosa como para dejarse llevar por malos augurios. La luna proseguía su camino en el cielo estrellado, y Ayame volvió a encogerse sobre sí misma con un estremecimiento cuando una brisa gélida enredó sus dedos entre sus cabellos. No le quedaba más remedio que dejar atrás sus temores si no quería morir congelada a la interperie. Y además, en aquel instante se dio cuenta de lo terriblemente cansada que estaba.
Avanzó, y sus dedos aún titubearon un último instante antes de empujar el portón de entrada.
—Buenas noches... ¿Les queda alguna habitación para pasar la noche? —preguntó, con la garganta agarrotada por el frío.