18/12/2016, 18:30
(Última modificación: 18/12/2016, 18:31 por Uchiha Akame.)
El anciano, entre lágrimas de auténtica desesperación y temblores, todavía encontró fuerzas para sonreír ante la pregunta de Datsue. Sus ojos oscuros y cansados se desviaron un momento hacia el símbolo que tenía dibujado en su brazo, y el Uchiha creyó ver por un momento un destello de agonía en ellos. Iwata se cubrió de nuevo aquella zona de su brazo con la manga de la vieja camisa que llevaba puesta, y como respuesta a las dudas del joven gennin, simplemente abrió la boca enseñando sus dientes amarillos y estropeados.
Aquel anciano no tenía lengua. Se distinguía el nacimiento de lo que antes había sido una lengua en su boca, pero apenas quedaba un corto trozo de mucosa rosácea con un corte limpio. Datsue recordó entonces las palabras del mesero al cual le había sonsacado información algunas horas antes.
Justo en ese momento la puerta de la casa se abrió de par en par, y un muchacho delgado y de pelo negro cruzó el umbral. Sus ojos oscuros como la pizarra escudriñaron la estancia, deteniéndose primero en Datsue y luego en el anciano, encogido sobre su silla.
—Datsue-kun —saludó Akame—. Veo que has estado haciendo... averiguaciones.
«¿Qué le habrá hecho a este anciano? Parece al borde de un colapso...» No es que Akame fuese el chico más filántropo del mundo; para él, el objetivo era lo más importante. Más incluso que la vida de un viejales. Pero claro, tampoco era de esa clase de shinobi que estaban dispuestos a pasar por encima de cualquiera sin la certeza de que ello fuese a suponer un beneficio.
—¿El señor Iwata, imagino? Uchiha Akame —se presentó el de Inaka, acercándose a la mesa alrededor de la cual estaban sentadas aquellas dos personas.
No pudo evitar fruncir el ceño con gesto marcadamente reprobatorio cuando hasta su nariz llegó el olor de los porros que allí se habían estado fumando. Lanzó una mirada con la dureza del acero a su compañero de Aldea.
Aquel anciano no tenía lengua. Se distinguía el nacimiento de lo que antes había sido una lengua en su boca, pero apenas quedaba un corto trozo de mucosa rosácea con un corte limpio. Datsue recordó entonces las palabras del mesero al cual le había sonsacado información algunas horas antes.
«Si quiere usted saber más sobre la Finca Makoto, debería intentar hablar con el señor Iwata»
Justo en ese momento la puerta de la casa se abrió de par en par, y un muchacho delgado y de pelo negro cruzó el umbral. Sus ojos oscuros como la pizarra escudriñaron la estancia, deteniéndose primero en Datsue y luego en el anciano, encogido sobre su silla.
—Datsue-kun —saludó Akame—. Veo que has estado haciendo... averiguaciones.
«¿Qué le habrá hecho a este anciano? Parece al borde de un colapso...» No es que Akame fuese el chico más filántropo del mundo; para él, el objetivo era lo más importante. Más incluso que la vida de un viejales. Pero claro, tampoco era de esa clase de shinobi que estaban dispuestos a pasar por encima de cualquiera sin la certeza de que ello fuese a suponer un beneficio.
—¿El señor Iwata, imagino? Uchiha Akame —se presentó el de Inaka, acercándose a la mesa alrededor de la cual estaban sentadas aquellas dos personas.
No pudo evitar fruncir el ceño con gesto marcadamente reprobatorio cuando hasta su nariz llegó el olor de los porros que allí se habían estado fumando. Lanzó una mirada con la dureza del acero a su compañero de Aldea.