20/12/2016, 01:47
(Última modificación: 20/12/2016, 01:54 por Amedama Daruu.)
Daruu acabó su discurso, que al final acabó siendo más extenso de lo que habría podido imaginar, con los brazos cruzados. El destino tejió un manto de silencio por encima de sus cabezas durante lo que le pareció una eternidad. Por un momento, Daruu llegó a pensar que había hecho algo mal. Que había dicho algo mal, concretamente.
—Tu turno, Ayame —anunció Kori sin embargo, unos segundos después.
Ayame sacudió la cabeza, dejó sus palillos sobre la mesa del restaurante y no sin su habitual vergüenza empezó a contar sus aspiraciones, gustos y desagrados.
—Y... ¿Yo? Bueno... La verdad es que me gustan muchas cosas... El chocolate, leer, dibujar... y sobre todo entrenar.
«Apunta... Regalo de cumpleaños, chocolate, un libro, ¿lápices... y un saco de boxeo? ¡Cómo coño vas a regalarle un saco de boxeo, subnormal!»
A veces, Daruu se contestaba a sí mismo dentro de sus pensamientos. Inmediatamente, pensaba que no debía de ser algo muy normal.
Quise ser ninja desde pequeña. Después de ver en varias ocasiones cómo entrenabas, decidí que yo también quería ser como tú. ¿Por qué? Bueno, reconozco que al principio fue simple fascinación. Verte usar el hielo era como magia para mí —dijo, refiriéndose a Kori, y rio—. Pero conforme fue pasando el tiempo me di cuenta de que podía utilizar esas habilidades para proteger a mis seres queridos.
Volvió a ajustarse la bandana sobre la frente. Daruu ya estaba acostumbrado a este gesto, y ocurría cuando estaba nerviosa, normalmente. O simplemente cuando creía que se le iba a caer. Todavía desconocía el por qué, pero le causaba extrema curiosidad.
»No me gusta... la oscuridad. La verdad es que me da miedo. Y... —Tomó aire—. eso.
«¿Eso, qué?»
—Sobre mis aspiraciones de futuro... Me gustaría conseguir más poder para poder proteger a todos mis seres queridos —afirmó, segura de sí misma. «Qué raro», pensó Daruu—. Y... algún día... me gustaría demostrarle a papá lo que valgo y sorprenderle.
Sorprender a Zetsuo. Buf, difícil tarea. Daruu dudaba siquiera que los músculos de su cara tuvieran otra posición que no fuera la de estoy a punto de sacarte las tripas, maldito mocoso.
Suponía que ahora llegaría el turno de Kori, pero les tenía acostumbrados a que jugase con ellos, de modo que no esperaba que hiciera ninguna intervención sincera. De cualquier forma, Daruu agarró sus palillos, cerró los ojos y trató de imaginarse muy fuerte que aquellos fideos con curry sabían de verdad a curry y no a una especie de salsa de manzana pasada y fría.
Nah, era demasiado difícil.
—Tu turno, Ayame —anunció Kori sin embargo, unos segundos después.
Ayame sacudió la cabeza, dejó sus palillos sobre la mesa del restaurante y no sin su habitual vergüenza empezó a contar sus aspiraciones, gustos y desagrados.
—Y... ¿Yo? Bueno... La verdad es que me gustan muchas cosas... El chocolate, leer, dibujar... y sobre todo entrenar.
«Apunta... Regalo de cumpleaños, chocolate, un libro, ¿lápices... y un saco de boxeo? ¡Cómo coño vas a regalarle un saco de boxeo, subnormal!»
A veces, Daruu se contestaba a sí mismo dentro de sus pensamientos. Inmediatamente, pensaba que no debía de ser algo muy normal.
Quise ser ninja desde pequeña. Después de ver en varias ocasiones cómo entrenabas, decidí que yo también quería ser como tú. ¿Por qué? Bueno, reconozco que al principio fue simple fascinación. Verte usar el hielo era como magia para mí —dijo, refiriéndose a Kori, y rio—. Pero conforme fue pasando el tiempo me di cuenta de que podía utilizar esas habilidades para proteger a mis seres queridos.
Volvió a ajustarse la bandana sobre la frente. Daruu ya estaba acostumbrado a este gesto, y ocurría cuando estaba nerviosa, normalmente. O simplemente cuando creía que se le iba a caer. Todavía desconocía el por qué, pero le causaba extrema curiosidad.
»No me gusta... la oscuridad. La verdad es que me da miedo. Y... —Tomó aire—. eso.
«¿Eso, qué?»
—Sobre mis aspiraciones de futuro... Me gustaría conseguir más poder para poder proteger a todos mis seres queridos —afirmó, segura de sí misma. «Qué raro», pensó Daruu—. Y... algún día... me gustaría demostrarle a papá lo que valgo y sorprenderle.
Sorprender a Zetsuo. Buf, difícil tarea. Daruu dudaba siquiera que los músculos de su cara tuvieran otra posición que no fuera la de estoy a punto de sacarte las tripas, maldito mocoso.
Suponía que ahora llegaría el turno de Kori, pero les tenía acostumbrados a que jugase con ellos, de modo que no esperaba que hiciera ninguna intervención sincera. De cualquier forma, Daruu agarró sus palillos, cerró los ojos y trató de imaginarse muy fuerte que aquellos fideos con curry sabían de verdad a curry y no a una especie de salsa de manzana pasada y fría.
Nah, era demasiado difícil.