2/06/2015, 16:27
Ayame no fue la única que se alteró ante la súbita noticia, y pronto la clase se convirtió en una especie de colmena de abejas furiosas.
Kōri ni siquiera se inmutó, pero dirigió una gélida mirada a Daruu cuando se alzó repentinamente de su asiento y colocó el pie encima de la mesa con una escandalizada exclamación al tiempo que le señalaba descaradamente.
—Baja ese pie, Daruu-kun —le espetó, con los ojos ligeramente entrecerrados.
Ayame se mantenía en su asiento, en absoluta tensión. Sus labios se habían convertido en una tensa línea y la muchacha apretaba los puños contra sus rodillas. Estaba haciendo verdaderos esfuerzos por contenerse; pero la intervención de Reiji la sobresaltó. Sorprendentemente, él era el único de los tres pupilos que conservaba la calma; y, como si le estuviese dando la razón, la papelera restalló contra la pared cuando encestó la bolsa de sangre ya vacía.
—Reiji-kun tiene razón —correspondió Kōri, que había tomado las carpetas y ahora se dirigía a la puerta de salida con paso calmado—. Si aprobasteis el examen de ascenso a genin, no deberíais tener ningún problema a la hora de superar una pequeña prueba más. ¿O acaso creéis que os pondrán las cosas fáciles ahí fuera cuando os envíen de misión? —añadió, ya en el umbral, y se giró hacia sus tres alumnos con gesto sombrío—. Sois genin, así que actuad como tal. Ya no sois esos niños que dependían de los cuidados de un profesor: sois shinobi.
Se marchó, sin darles tiempo a replicar. Y con él se fue también el frío.
Pero aquello no la reconfortó. Ayame se hundió en su asiento con un profundo suspiro, mirándose las manos con gesto abatido. Sabía que tenía razón, que debía crecer y dejar de depender en los demás, que debía confiar en sí misma como Reiji lo había hecho...
«Pero no quiero volver a la academia» Pensó, con un doloroso nudo en la garganta. «No quiero volver con... ellos...»
No supo cuánto tiempo pasó así; pero, finalmente, la kunoichi se levantó.
—Yo... creo que vuelvo a casa... —murmuró, incapaz de formular siquiera una sonrisa—. Nos veremos mañana entonces, chicos.
Kōri ni siquiera se inmutó, pero dirigió una gélida mirada a Daruu cuando se alzó repentinamente de su asiento y colocó el pie encima de la mesa con una escandalizada exclamación al tiempo que le señalaba descaradamente.
—Baja ese pie, Daruu-kun —le espetó, con los ojos ligeramente entrecerrados.
Ayame se mantenía en su asiento, en absoluta tensión. Sus labios se habían convertido en una tensa línea y la muchacha apretaba los puños contra sus rodillas. Estaba haciendo verdaderos esfuerzos por contenerse; pero la intervención de Reiji la sobresaltó. Sorprendentemente, él era el único de los tres pupilos que conservaba la calma; y, como si le estuviese dando la razón, la papelera restalló contra la pared cuando encestó la bolsa de sangre ya vacía.
—Reiji-kun tiene razón —correspondió Kōri, que había tomado las carpetas y ahora se dirigía a la puerta de salida con paso calmado—. Si aprobasteis el examen de ascenso a genin, no deberíais tener ningún problema a la hora de superar una pequeña prueba más. ¿O acaso creéis que os pondrán las cosas fáciles ahí fuera cuando os envíen de misión? —añadió, ya en el umbral, y se giró hacia sus tres alumnos con gesto sombrío—. Sois genin, así que actuad como tal. Ya no sois esos niños que dependían de los cuidados de un profesor: sois shinobi.
Se marchó, sin darles tiempo a replicar. Y con él se fue también el frío.
Pero aquello no la reconfortó. Ayame se hundió en su asiento con un profundo suspiro, mirándose las manos con gesto abatido. Sabía que tenía razón, que debía crecer y dejar de depender en los demás, que debía confiar en sí misma como Reiji lo había hecho...
«Pero no quiero volver a la academia» Pensó, con un doloroso nudo en la garganta. «No quiero volver con... ellos...»
No supo cuánto tiempo pasó así; pero, finalmente, la kunoichi se levantó.
—Yo... creo que vuelvo a casa... —murmuró, incapaz de formular siquiera una sonrisa—. Nos veremos mañana entonces, chicos.