30/12/2016, 00:32
(Última modificación: 30/12/2016, 00:33 por Aotsuki Ayame.)
Los tres se enfrascaron en su comida sumidos en un concienzudo silencio. Quizás, estaban utilizando toda su concentración para no sentir los mustios sabores de los fideos e imaginar que, en realidad, estaban más buenos de lo que ellos creían.
—Creo que puedo vivir sin beberme el caldo... —intervino Daruu al final, y poco después Kōri terminó su propio plato. Ayame fue la última en dar el último trago.
Kōri no tardó en llamar la atención del encargado, que volvió hacia la mesa con aquel gesto taciturno que ya le caracterizaba.
—¿Cuánto le debo, señor? —preguntó Kōri, con más educación de la que el hombre se merecía realmente. Pero Ayame conocía bien a su hermano, y sabía que, fuera cual fuera la circunstancia, siempre trataba a todos por igual. Como jamás subestimaba a ningún oponente.
—Treinta ryos —respondió, tajante como el corte de un cuchillo carnicero.
Kōri le tendió las monedas y el hombre las tomó con la misma brusquedad mientras retiraba los platos con la mano libre antes de marcharse y abandonar la mesa. No dijo palabra alguna, pero la tensión en el ambiente era una clara invitación a que se marcharan cuanto antes. Y así lo hicieron, recogieron sus cosas y abandonaron El Fideo Feliz restaurante para continuar su camino hacia Coladragón.
—Creo que puedo vivir sin beberme el caldo... —intervino Daruu al final, y poco después Kōri terminó su propio plato. Ayame fue la última en dar el último trago.
Kōri no tardó en llamar la atención del encargado, que volvió hacia la mesa con aquel gesto taciturno que ya le caracterizaba.
—¿Cuánto le debo, señor? —preguntó Kōri, con más educación de la que el hombre se merecía realmente. Pero Ayame conocía bien a su hermano, y sabía que, fuera cual fuera la circunstancia, siempre trataba a todos por igual. Como jamás subestimaba a ningún oponente.
—Treinta ryos —respondió, tajante como el corte de un cuchillo carnicero.
Kōri le tendió las monedas y el hombre las tomó con la misma brusquedad mientras retiraba los platos con la mano libre antes de marcharse y abandonar la mesa. No dijo palabra alguna, pero la tensión en el ambiente era una clara invitación a que se marcharan cuanto antes. Y así lo hicieron, recogieron sus cosas y abandonaron El Fideo Feliz restaurante para continuar su camino hacia Coladragón.