3/01/2017, 21:32
Cuando Mogura quiso darse cuenta, la kunoichi había hecho gala de sus veloces reflejos para esquivar vegetales. El fuerte tono que manejo la muchacha le haría posar su mirada sobre ella y luego en la entrada del callejón, por donde habían llegado. Ya había pasado un rato desde que la jinchuriki los había hecho bañarse a todos los presentes del cutre espectáculo ¿Sería posible que alguien se hubiese tomado la molestia de estar rastreandola para lanzarle lechugas en la cabeza?
Esta lechuga se ve demasiado fresca como para desperdiciarla de esa manera...
Pensaba el joven médico mientras recogía el aun comestible vegetal con su mano libre. Si iba a ser descartado, sería descartado en un lugar apropiado, hasta entonces se quedaría con él.
Ayame por su parte estaba bastante molesta por lo ocurrido, aquel atentado contra su persona no le habría sentado bien, cosa totalmente entendible.
Si, será mejor que nos retiremos pronto de este lugar.
Contestó a las exigencias de la kunoichi mientras retomaba el ritmo de los pasos.
Le hubiese gustado poder haberle dicho algo que de alguna manera le hiciese sentirse mejor, pero no encontraba las palabras adecuadas en su vocabulario o quizás cuando las termino de hilar a todas juntas y estaba a punto de dejarlas escapar de sus labios en forma de un comentario ya era lo suficientemente tarde como para darse cuenta de que estaban delante de las puertas del restaurante.
Llegamos, Takeda Yakiniku.
El local era bastante típico, una mezcla entre lo viejo y lo nuevo que denotaba la permanencia en el tiempo del negocio y su capacidad para adaptarse a las innovaciones tecnológicas que suponía vivir en Amegakure. Un letrero luminoso dejaba ver bien claro el nombre del restaurante y a ambos lados dibujos también luminosos de dos tigres en pleno salto con las garras extendidas.
Parece que aún falta para que cierren.
Las puertas del local se abrirían para los ninjas sin necesidad de tocar ninguna clase de manija o picaporte. Una placa de presión ingeniosamente colocada en el suelo detectaría su cercana presencia y movería dos paneles corredizos bastante tradicionales en apariencia, dejandoles el camino libre para entrar.
El ingreso del lugar tenía un espacio para depositar ciertos objetos, como el calzado y los paraguas, el joven médico no demoró mucho en darse a la tarea de desprenderse de sus enseres y seguidamente dar los primeros pasos hacía el suelo decorado con tatami.
Un cacharro de lo más novedoso se presentaría en un punto del camino hacía las mesas, este reclamaba unas monedas a cambio de elegir un menú, daba varias opciones de comida, tipos especificos de carnes, acompañamientos y bebidas.
¿Te parece si pedimos la mesa con tenedor libre por 1 hora? ¿Con refill de bebida?
Consultó entonces a su compañera de aldea, en comparación a otras opciones costaba un poco más pero podían probar todo el menú y estar junto a la caliente mesa durante un buen rato.
Esta lechuga se ve demasiado fresca como para desperdiciarla de esa manera...
Pensaba el joven médico mientras recogía el aun comestible vegetal con su mano libre. Si iba a ser descartado, sería descartado en un lugar apropiado, hasta entonces se quedaría con él.
Ayame por su parte estaba bastante molesta por lo ocurrido, aquel atentado contra su persona no le habría sentado bien, cosa totalmente entendible.
Si, será mejor que nos retiremos pronto de este lugar.
Contestó a las exigencias de la kunoichi mientras retomaba el ritmo de los pasos.
Le hubiese gustado poder haberle dicho algo que de alguna manera le hiciese sentirse mejor, pero no encontraba las palabras adecuadas en su vocabulario o quizás cuando las termino de hilar a todas juntas y estaba a punto de dejarlas escapar de sus labios en forma de un comentario ya era lo suficientemente tarde como para darse cuenta de que estaban delante de las puertas del restaurante.
Llegamos, Takeda Yakiniku.
El local era bastante típico, una mezcla entre lo viejo y lo nuevo que denotaba la permanencia en el tiempo del negocio y su capacidad para adaptarse a las innovaciones tecnológicas que suponía vivir en Amegakure. Un letrero luminoso dejaba ver bien claro el nombre del restaurante y a ambos lados dibujos también luminosos de dos tigres en pleno salto con las garras extendidas.
Parece que aún falta para que cierren.
Las puertas del local se abrirían para los ninjas sin necesidad de tocar ninguna clase de manija o picaporte. Una placa de presión ingeniosamente colocada en el suelo detectaría su cercana presencia y movería dos paneles corredizos bastante tradicionales en apariencia, dejandoles el camino libre para entrar.
El ingreso del lugar tenía un espacio para depositar ciertos objetos, como el calzado y los paraguas, el joven médico no demoró mucho en darse a la tarea de desprenderse de sus enseres y seguidamente dar los primeros pasos hacía el suelo decorado con tatami.
Un cacharro de lo más novedoso se presentaría en un punto del camino hacía las mesas, este reclamaba unas monedas a cambio de elegir un menú, daba varias opciones de comida, tipos especificos de carnes, acompañamientos y bebidas.
¿Te parece si pedimos la mesa con tenedor libre por 1 hora? ¿Con refill de bebida?
Consultó entonces a su compañera de aldea, en comparación a otras opciones costaba un poco más pero podían probar todo el menú y estar junto a la caliente mesa durante un buen rato.