6/01/2017, 00:54
—¿Por qué, qué? —inquirió Kori-sensei, volviendo la cabeza hacia él. Daruu se preguntó si su maestro había oído hablar alguna vez de lo que era una pregunta retórica, pero luego supuso que con aquél frío no estaba la mente para darle muchas vueltas a las cosas ni para encontrarles intención a las preguntas. Por otra parte, Kori parecía tan cómodo como una rodaja de peperoni acostada en una de sus pizzas, calentita entre el queso y los demás ingredientes.
Iba a contestarle, pero Ayame tropezó con algo y cayó al suelo de rodillas.
—L... lo... s... sien.. to... —balbuceó. Daruu se detuvo, se acercó torpemente y la ayudó a levantarse.
—Qué tormenta más horrible —dijo, con una sonrisa. O una media sonrisa. Todo lo que la helada le permitía hacer.
—Ánimo —les dijo Kori—. Aún queda un poco hasta Coladragón, y deberíamos llegar antes de que cayera la noche si queremos sobrevivir.
Daruu asintió y siguió caminando. ¿Qué otra cosa podía hacer?
Caminaron durante a lo que Daruu le parecieron horas, y al fin, a lo lejos, empezaron a distinguir la silueta de Coladragón. Pero la ventisca estaba arreciando y al final se les había hecho de noche.
Iba a contestarle, pero Ayame tropezó con algo y cayó al suelo de rodillas.
—L... lo... s... sien.. to... —balbuceó. Daruu se detuvo, se acercó torpemente y la ayudó a levantarse.
—Qué tormenta más horrible —dijo, con una sonrisa. O una media sonrisa. Todo lo que la helada le permitía hacer.
—Ánimo —les dijo Kori—. Aún queda un poco hasta Coladragón, y deberíamos llegar antes de que cayera la noche si queremos sobrevivir.
Daruu asintió y siguió caminando. ¿Qué otra cosa podía hacer?
Caminaron durante a lo que Daruu le parecieron horas, y al fin, a lo lejos, empezaron a distinguir la silueta de Coladragón. Pero la ventisca estaba arreciando y al final se les había hecho de noche.