6/01/2017, 01:59
Realmente podría parecer un poco extraño, que una persona se emocionase tanto por ver a un niño cruzar la puerta del baño. Quizás el calvo habría estado esperando su turno por mucho tiempo o a lo mejor podría ser una pariente suyo que estaba aprendiendo a ir por sus propios medios al WC. Pero no, nada mas alejado de la verdad, lo único que esperaba el joven monje era una oportunidad para sorprenderlo con su pieza de joyería que habría perdido horas atrás.
Te recuerdo, eres uno de los ninjas que me dijo que venga aquí.
Contestó de una forma muy difecta y sincera a Karamaru. No parecía la mar de contento de verlo, pues por el tiempo que habría pasado ahí seguramente ya habría visto varios otros ninjas pasar por la recepción, sin embargo había una diferncia con todos los otros que podrían haber llegado a saludar al joven desamparado y esa diferencia era...
...el collar.
¡El collar de mi madre! ¡Lo recuperaste!
El niño tomó el collar sin pensarlo dos veces, sus ojos casi que dejaban escapar lagrimas de felicidad. No tardó mucho en frotarlo contra su rostro, denotando que tan especial era aquel objeto para él.
¡Muchas gracias, señor!
Dejaría escapar al momento para luego hacer una reverencia un poco tosca y falta de forma, muy propia de un niño.
Mogura no podría evitar observar la escena desde unos metros de distancia, no pudo evitar recordar un capitulo de su historia. Posiblemente tendría una edad similar a la del chico cuando su último progenitor decidió retirarse de su vida y dejarlo al cuidado de sus ancianos abuelos.
Te recuerdo, eres uno de los ninjas que me dijo que venga aquí.
Contestó de una forma muy difecta y sincera a Karamaru. No parecía la mar de contento de verlo, pues por el tiempo que habría pasado ahí seguramente ya habría visto varios otros ninjas pasar por la recepción, sin embargo había una diferncia con todos los otros que podrían haber llegado a saludar al joven desamparado y esa diferencia era...
...el collar.
¡El collar de mi madre! ¡Lo recuperaste!
El niño tomó el collar sin pensarlo dos veces, sus ojos casi que dejaban escapar lagrimas de felicidad. No tardó mucho en frotarlo contra su rostro, denotando que tan especial era aquel objeto para él.
¡Muchas gracias, señor!
Dejaría escapar al momento para luego hacer una reverencia un poco tosca y falta de forma, muy propia de un niño.
Mogura no podría evitar observar la escena desde unos metros de distancia, no pudo evitar recordar un capitulo de su historia. Posiblemente tendría una edad similar a la del chico cuando su último progenitor decidió retirarse de su vida y dejarlo al cuidado de sus ancianos abuelos.