7/01/2017, 23:26
(Última modificación: 7/01/2017, 23:27 por Uchiha Akame.)
Clic.
Pese a su leve tonada, aquel sonido pudieron oírlo perfectamente los tres shinobis que allí estaban. Para Akame, fue como música en sus oídos. «Vaya, Datsue-kun... Parece que sabes un par de trucos», reflexionó el Uchiha, divertido al imaginar la cantidad de fechorías que un muchacho como Datsue era capaz de maquinar teniendo semejante habilidad con las llaves —o, más bien, la ausencia de éstas—. «Debería asegurarme de poner un par de cerraduras más en la puerta de mi apartamento cuando volvamos a Taki...».
Sea como fuere la puerta principal de la casa había sido desbloqueada, tal y como evidenció Karamaru. El calvo puso su mano sobre una de las gruesas hojas de roble y la empujó con la fuerza de su brazo de músculos curtidos. Con un suave susurro, la puerta cedió a los deseos del amegakureño, abriéndose de par en par.
Casi al instante les llegó un olor a humedad y polvo acumulado procedente del interior de la casa. Akame decidió tomar la iniciativa cruzando el umbral, y sus ojos negros examinaron ávidamente la estancia en la que se encontraba.
Lo primero que vió fue un pasillo largo que se extendía hasta el final de la estancia, y a cuyos lados se distinguían las puertas que daban a las habitaciones de la planta baja. Al final, una amplia escalera de mármol daba acceso al piso superior. Lámparas de aceite colgaban del techo y en las paredes había todavía colgados algunos cuadros —aparentemente— de gran valor. Sólo un vistazo bastaba para darse cuenta de que aquella casa había sido construida de forma claramente lujosa. «No me extraña que Ho Itachi tenga tanto interés en volver a arrendarla. Sólo uno de estos cuadros debe valer más de lo que pagan en Taki por una misión de rango C».
—Está bien, ¿cómo vamos a hacerlo? —Akame se había dado media vuelta para encarar a sus colegas de profesión—. Parece evidente que debemos dividirnos las tareas, de lo contrario tardaremos siglos en registrar este lugar.
Si de él dependiese habría buscado personalmente en cada cajón de cada mueble de cada habitación. Pero no se le olvidaba que, al fin y al cabo, estaban allanando una propiedad privada y por tanto el tiempo era un bien lujoso que no podían permitirse. Tenían que encontrar algo que justificase su investigación, y tenían que encontrarlo ya, de modo que Akame había concluído con dejar de lado sus preferencias.
—Y quién sabe cuántas habitaciones habrá en la planta de arriba...