13/01/2017, 00:28
El viaje había sido duro. Nunca había estado tan lejos de casa, y habían tenido que acampar varias veces a la intemperie. Pero todo estaba bien, porque había algo que tenía que ver. Su madre se había quedado en Tanzaku, donde tenía una reunión con un importante proveedor de harina para las masas de la pastelería. Daruu se había escabullido, si escabullido era la palabra, porque técnicamente su madre sabía dónde iba. Él no se lo había contado claro.
Pero ella lo sabía.
Extendió la mirada por el camposanto de historias. Activó su Byakugan y miró más allá. Y vio... vio... Nada. No vio nada, porque no había nada. Pero era de esas nadas que son algo, que cuentan más con lo que callan que con lo que gritan.
El cráter que descansaba infame, donde antaño debía erigirse Konoha, la ciudad de su antiguo clan, era más grande de lo que le habían contado. Y eso era mucho tamaño. Ni siquiera podía alcanzar con la mirada más allá del centro, y eso que tenía muy buena vista, dadas las circunstancias.
Puso un pie en el borde vertical del cráter y se dejó caer, patinando por la tierra y rompiendo el extraño silencio. Desactivó sus ojos, y caminó, caminó, caminó hacia el centro, pensando en cómo debió haber sido alguna vez vivir en aquella aldea.
Por ejemplo, en cómo podía vivir la gente más allá del País de la Tormenta con tantos días de sol. Joder, no estaba acostumbrado. Era su primera vez fuera, y ya estaba deseando volver.
Pero ella lo sabía.
Extendió la mirada por el camposanto de historias. Activó su Byakugan y miró más allá. Y vio... vio... Nada. No vio nada, porque no había nada. Pero era de esas nadas que son algo, que cuentan más con lo que callan que con lo que gritan.
El cráter que descansaba infame, donde antaño debía erigirse Konoha, la ciudad de su antiguo clan, era más grande de lo que le habían contado. Y eso era mucho tamaño. Ni siquiera podía alcanzar con la mirada más allá del centro, y eso que tenía muy buena vista, dadas las circunstancias.
Puso un pie en el borde vertical del cráter y se dejó caer, patinando por la tierra y rompiendo el extraño silencio. Desactivó sus ojos, y caminó, caminó, caminó hacia el centro, pensando en cómo debió haber sido alguna vez vivir en aquella aldea.
Por ejemplo, en cómo podía vivir la gente más allá del País de la Tormenta con tantos días de sol. Joder, no estaba acostumbrado. Era su primera vez fuera, y ya estaba deseando volver.