13/01/2017, 17:00
(Última modificación: 29/07/2017, 01:29 por Amedama Daruu.)
—Ay, ay, ay... N-no pasa nada, está bien... —Oyó que respondía una voz que se le antojaba terriblemente familiar. Y cuando Ayame alzó la mirada para comprobar quién era, sintió que se quedaba paralizada—. ¿A-Ayame-san? ¿Qué haces tú por aquí?
—D... Daruu-san... yo...
De entre todas las personas en Amegakure, había ido a chocar nada menos que con Daruu, su vecino de toda la vida y compañero de la academia. Pese a lo esperable, pocas veces habían cruzado palabra aunque a Ayame siempre le había llamado la atención por algún motivo que no sabía explicar. Daruu era un chico de su misma edad, de cabellos oscuros que se erizaban de una curiosa manera en el lado derecho de su cabeza y unos extraños pero fascinantes ojos de color plateado. Debía de admitir que la primera vez que le había visto había pensado que era ciego, pero enseguida comprobó que no solo se equivocaba, sino que el chico podía tener incluso más vista que ella.
—Anda, ven que te ayude. —Le tendió la mano, en una amable invitación para ayudarla.
Y, sin embargo, Ayame aún dudó unos instantes. Miró alternativamente a su mano y a su rostro, como si esperara encontrar cualquier tipo de trampa, un intento de mofa o cualquier sospresa desagradable. Pero al final aceptó el ofrecimiento, estrechó su mano y se impulsó para incorporarse mientras se enjugaba con discreción las lágrimas.
—Gracias... —dijo, ligeramente arrebolada. Enseguida reparó en la bandana de metal que lucía orgulloso en la frente y un pinchazo de tristeza y envidia laceró su pecho.
«Egoísta.» Se recriminó, y se obligó a esbozar una sonrisa que tembló tímida en sus labios.
—Vaya. Conseguiste graduarte como genin. Felicidades.
—D... Daruu-san... yo...
De entre todas las personas en Amegakure, había ido a chocar nada menos que con Daruu, su vecino de toda la vida y compañero de la academia. Pese a lo esperable, pocas veces habían cruzado palabra aunque a Ayame siempre le había llamado la atención por algún motivo que no sabía explicar. Daruu era un chico de su misma edad, de cabellos oscuros que se erizaban de una curiosa manera en el lado derecho de su cabeza y unos extraños pero fascinantes ojos de color plateado. Debía de admitir que la primera vez que le había visto había pensado que era ciego, pero enseguida comprobó que no solo se equivocaba, sino que el chico podía tener incluso más vista que ella.
—Anda, ven que te ayude. —Le tendió la mano, en una amable invitación para ayudarla.
Y, sin embargo, Ayame aún dudó unos instantes. Miró alternativamente a su mano y a su rostro, como si esperara encontrar cualquier tipo de trampa, un intento de mofa o cualquier sospresa desagradable. Pero al final aceptó el ofrecimiento, estrechó su mano y se impulsó para incorporarse mientras se enjugaba con discreción las lágrimas.
—Gracias... —dijo, ligeramente arrebolada. Enseguida reparó en la bandana de metal que lucía orgulloso en la frente y un pinchazo de tristeza y envidia laceró su pecho.
«Egoísta.» Se recriminó, y se obligó a esbozar una sonrisa que tembló tímida en sus labios.
—Vaya. Conseguiste graduarte como genin. Felicidades.