15/01/2017, 00:54
Ante las palabras del peliverde, el cazador de mariposas quedó casi congelado. Fuese por la absurda aparición de la nada para hablar sobre "Dios" o a causa de sus pintas, casi lo dejó sin palabras. Titubeó por un instante, carente de comprensión de lo que quería hablar el de cabellera verde, y mas tarde canceló la conspiración acerca de su caza de moscas. La verdad, por mucho que dijese no le iba a creer. Pero para antes de que se quisiera dar cuenta, sacó de contexto totalmente su presencia. Escéptico y directo, preguntó sin retraída si pretendía robarle. Enzo se sobresaltó un poco, mas no tardó en cruzar repetidamente los brazos.
—No, no, no, no, noooo. Lo único que pretendo robarle a usted es su pecaminosa vida, para que acuda a recorrer el buen sendero de Dios. Estoy aquí como buen pastor, haciendo que la oveja descarriada regrese con el rebaño.
Tomó un instante de silencio para echarse los pelos hacia detrás, se dio un par de palmadas para sacudirse el poco polvo que pudiese portar en la camiseta, y antepuso la diestra a la boca. Carraspeó un par de veces, aclarando su tosca voz, y de nuevo se dispuso para el ataque.
—Que no te engañen las apariencias, bajo ésta capa de sensualidad y belleza, me tomo mi dedicación muy en serio. Es normal que te sientas intimidado, pero puedes estar tranquilo, porque mis preferencias son las chicas... —Aclaró sin pudor alguno. —Bueno, vayamos a los asuntos importantes. ¿Sabes cual es el verdadero e innegable Dios? ¿O acaso estás del todo perdido?
Aprovechó y se sentó en el suelo, sin apartar en ningún momento la mirada del chico que tenía frente a él. Poco tardó en golpear un par de veces el suelo cercano, como haciendo referencia a que podía sentarse a su vera mientras lo instruía en la verdadera y única fé. Sin duda alguna, el peliverde de lo que menos carecía era de capacidad de improvisación, de eso no cabía duda alguna.
—No, no, no, no, noooo. Lo único que pretendo robarle a usted es su pecaminosa vida, para que acuda a recorrer el buen sendero de Dios. Estoy aquí como buen pastor, haciendo que la oveja descarriada regrese con el rebaño.
Tomó un instante de silencio para echarse los pelos hacia detrás, se dio un par de palmadas para sacudirse el poco polvo que pudiese portar en la camiseta, y antepuso la diestra a la boca. Carraspeó un par de veces, aclarando su tosca voz, y de nuevo se dispuso para el ataque.
—Que no te engañen las apariencias, bajo ésta capa de sensualidad y belleza, me tomo mi dedicación muy en serio. Es normal que te sientas intimidado, pero puedes estar tranquilo, porque mis preferencias son las chicas... —Aclaró sin pudor alguno. —Bueno, vayamos a los asuntos importantes. ¿Sabes cual es el verdadero e innegable Dios? ¿O acaso estás del todo perdido?
Aprovechó y se sentó en el suelo, sin apartar en ningún momento la mirada del chico que tenía frente a él. Poco tardó en golpear un par de veces el suelo cercano, como haciendo referencia a que podía sentarse a su vera mientras lo instruía en la verdadera y única fé. Sin duda alguna, el peliverde de lo que menos carecía era de capacidad de improvisación, de eso no cabía duda alguna.