15/01/2017, 15:31
De repente Akame notó como alguien le tocaba en el hombro. Sorprendido, no pudo evitar voltearse, y allí vió a un muchacho muy pálido —tanto de piel como de pelo—, cuyos ojos sumamente exóticos le examinaban con cierta familiaridad. Así se lo hizo saber, y el Uchiha no pudo evitar quedarse un momento en silencio con gesto reflexivo. Lo cierto era que él también recordaba haber visto a aquel chico antes; al fin y al cabo, parecía una persona difícil de olvidar. «¡Claro, es Senju Riko! ¿Cómo he podido olvidarme? Esos ojos son de lo más peculiares...»
Azares del destino, aquel chico era ni más ni menos que un antiguo compañero de la Academia de Uzushiogakure no Sato, y ahora colega gennin. Akame no pudo evitar soltar una carcajada al darse cuenta de la remota coincidencia.
—¡Senju Riko-kun! —exclamó, extendiéndole la mano derecha en signo de compañerismo—. Nos graduamos juntos en la promoción de este año —añadió Akame, señalándose la bandana del Remolino que tenía atada en el brazo derecho—. Uchiha Akame.
Nadie podía culpar a Riko de que no recordase a su compañero; Akame era un chico de lo más anodino, y normalmente la gente solía olvidarse de él al poco de conocerle. Claro que él siempre había considerado aquello una ventaja más que un inconveniente.
Sea como fuere, se disponía a entablar una cortés conversación con su compatriota, cuando un aroma delicioso llegó hasta su nariz. Akame olfateó un poco sin disimulo hasta que encontró la fuente de aquel olorcillo; un muchacho que parecía rondar su edad, de pelo verde y apariencia sumamente peculiar, pasaba justo en aquel momento por la puerta de la armería donde conversaban los dos uzureños. El Uchiha no pudo evitar fijarse en los dulces que llevaba aquel tipo, y que olían a gloria.
—¡Eh, perdona! —llamó sin disimulo—. ¿Dónde puedo comprar más de esos bollos?
Azares del destino, aquel chico era ni más ni menos que un antiguo compañero de la Academia de Uzushiogakure no Sato, y ahora colega gennin. Akame no pudo evitar soltar una carcajada al darse cuenta de la remota coincidencia.
—¡Senju Riko-kun! —exclamó, extendiéndole la mano derecha en signo de compañerismo—. Nos graduamos juntos en la promoción de este año —añadió Akame, señalándose la bandana del Remolino que tenía atada en el brazo derecho—. Uchiha Akame.
Nadie podía culpar a Riko de que no recordase a su compañero; Akame era un chico de lo más anodino, y normalmente la gente solía olvidarse de él al poco de conocerle. Claro que él siempre había considerado aquello una ventaja más que un inconveniente.
Sea como fuere, se disponía a entablar una cortés conversación con su compatriota, cuando un aroma delicioso llegó hasta su nariz. Akame olfateó un poco sin disimulo hasta que encontró la fuente de aquel olorcillo; un muchacho que parecía rondar su edad, de pelo verde y apariencia sumamente peculiar, pasaba justo en aquel momento por la puerta de la armería donde conversaban los dos uzureños. El Uchiha no pudo evitar fijarse en los dulces que llevaba aquel tipo, y que olían a gloria.
—¡Eh, perdona! —llamó sin disimulo—. ¿Dónde puedo comprar más de esos bollos?