7/06/2015, 18:15
Las palabras de Nabi fueron contestadas con una vaga respuesta. Las de Juro con un leve sermón. Pero las de Kazuma le costaron un “poco” mas.
Habiendo terminado con su discurso, el Ishimura cruzo miradas con su sensei, solo para encontrarse con unos ojos verdes que denotaban una inmensa cantidad de ira. Pero en aquel momento la única manifestación de aquel enojo, fueron sus palabras. Shiori se quito las vendas que tenía en su brazo, y procedió a mostrarles una gran cicatriz que le surcaba por completo, acompañando aquello, les explico el porqué en un equipo no puede haber estupidez o falta de disciplina. En aquel momento y con aquellas palabras, se pudo notar que la pelirroja hablaba, por primera vez en el día, con una lógica entendible.
Sin embargo la lógica termino cuando luego de un instante de silencio, la ojos verdes arremetió contra el peliblanco, de una manera tal que esta no supo que había pasado hasta que se encontraba boca abajo en el suelo, con un fuerte sabor a sangre en la boca, y con el dolor combinado de tres golpes que parecieron ser simultáneos.
Al chico le tomo un tiempo orientarse entre aquella borrachera de dolor. Para cuando pudo abrir los ojos pudo ver como la jonin caminaba hacia donde se encontraba el rubio.
La conciencia del chico comenzó a divagar por unos instantes, mientras recordaba la última vez que le habían propinado una paliza tan de improviso. Aquel día, en aquel callejón, cuando ese trió de maleantes trato de arrebatarle su espada. La situación era casi la misma, solo que en esta ocasión, el mismo se había lanzado hacia las fauces del peligro.
Mientras volvía de nuevo en sí mismo, se dio vuelta para quedar boca arriba, y lo hizo justo a tiempo para ver como la sensei sostenía Nabi en el aire con una mano ajustada al cuello del chico. Viendo aquello, Kazuma reunió las pocas fuerzas que le quedaban para ponerse de rodillas. Estando en esa posición tomo el shuriken que se había guardado en el bolso, y procedió a lanzarlo tal cual había hecho antes. Todo para que el arma terminara justo entre los pies de la Kureji.
—Bueno, con esto creo que ya nos hemos podido conocer bastante —dijo con voz débil, mientras hacia un gran esfuerzo para mantenerse consiente— Ya hemos visto que usted es una mujer bastante irascible, y que nosotros solo somos un payaso, un cobarde, y un idiota. Ahora solo nos queda trabajar en ello, así que creo que ha sido suficiente por hoy —exclamo antes de desvanecerse y caer en la tierra del patio.
Habiendo terminado con su discurso, el Ishimura cruzo miradas con su sensei, solo para encontrarse con unos ojos verdes que denotaban una inmensa cantidad de ira. Pero en aquel momento la única manifestación de aquel enojo, fueron sus palabras. Shiori se quito las vendas que tenía en su brazo, y procedió a mostrarles una gran cicatriz que le surcaba por completo, acompañando aquello, les explico el porqué en un equipo no puede haber estupidez o falta de disciplina. En aquel momento y con aquellas palabras, se pudo notar que la pelirroja hablaba, por primera vez en el día, con una lógica entendible.
Sin embargo la lógica termino cuando luego de un instante de silencio, la ojos verdes arremetió contra el peliblanco, de una manera tal que esta no supo que había pasado hasta que se encontraba boca abajo en el suelo, con un fuerte sabor a sangre en la boca, y con el dolor combinado de tres golpes que parecieron ser simultáneos.
Al chico le tomo un tiempo orientarse entre aquella borrachera de dolor. Para cuando pudo abrir los ojos pudo ver como la jonin caminaba hacia donde se encontraba el rubio.
La conciencia del chico comenzó a divagar por unos instantes, mientras recordaba la última vez que le habían propinado una paliza tan de improviso. Aquel día, en aquel callejón, cuando ese trió de maleantes trato de arrebatarle su espada. La situación era casi la misma, solo que en esta ocasión, el mismo se había lanzado hacia las fauces del peligro.
Mientras volvía de nuevo en sí mismo, se dio vuelta para quedar boca arriba, y lo hizo justo a tiempo para ver como la sensei sostenía Nabi en el aire con una mano ajustada al cuello del chico. Viendo aquello, Kazuma reunió las pocas fuerzas que le quedaban para ponerse de rodillas. Estando en esa posición tomo el shuriken que se había guardado en el bolso, y procedió a lanzarlo tal cual había hecho antes. Todo para que el arma terminara justo entre los pies de la Kureji.
—Bueno, con esto creo que ya nos hemos podido conocer bastante —dijo con voz débil, mientras hacia un gran esfuerzo para mantenerse consiente— Ya hemos visto que usted es una mujer bastante irascible, y que nosotros solo somos un payaso, un cobarde, y un idiota. Ahora solo nos queda trabajar en ello, así que creo que ha sido suficiente por hoy —exclamo antes de desvanecerse y caer en la tierra del patio.