20/01/2017, 02:02
(Última modificación: 29/07/2017, 01:31 por Amedama Daruu.)
—De momento no me he atrevido con ninguna misión, la verdad —respondió Daruu—. Estoy entrenando. Siento que aún me hace falta. Hay cosas... que quiero saber.
Ayame sonrió con suavidad. O, más bien, se forzó a hacerlo.
—Bueno, dicen que las misiones para los ninjas novatos son muy fáciles. ¡Así que seguro que puedes con ellas!
Intentaba animarle, sin saber muy bien por qué. Nunca habían hablado mucho, pero algo en Daruu le despertaba cierta simpatía. Cierta... atracción que no sabía cómo explicar. De todas maneras, intentaba no pensar demasiado en ello.
—¿Qué haces por aquí, a las afueras de la aldea? —le había preguntado, y él pegó un sonoro respingo. Como si en lugar de una inocente pregunta le hubiera asestado una bofetada.
—¿Eh? —balbuceó, y entonces miró a su alrededor en un gesto notoriamente sospechoso—. Esto... ¡Nada! Nada. Me he perdido. Un poco.
«¿Perdido?» Se preguntaba una confundida Ayame, con la cabeza ladeada. De entre todas las personas que conocía, Daruu no parecía ser del tipo que se perdiera fácilmente... O al menos eso creía ella. De todas maneras, si no quería decirle qué estaba haciendo por allí, ella no era quien para obligarle a decírselo...
Aunque la verdad era que le picaba un poco la curiosidad...
—¿Y... y tú?
Aquella vez fue Ayame la que pegó el brinco. Abrió y cerró la boca varias veces, entre ininteligibles balbuceos.
—Y... ¿yo...? —dijo, frotándose un ojo con una de sus manos. Suspiró, y nuevamente trató de reunir el valor para esbozar una sonrisa que tembló en sus labios—. He... he salido a tomar el aire un poco... —mintió, de una forma absurdamente ridícula.
Ayame sonrió con suavidad. O, más bien, se forzó a hacerlo.
—Bueno, dicen que las misiones para los ninjas novatos son muy fáciles. ¡Así que seguro que puedes con ellas!
Intentaba animarle, sin saber muy bien por qué. Nunca habían hablado mucho, pero algo en Daruu le despertaba cierta simpatía. Cierta... atracción que no sabía cómo explicar. De todas maneras, intentaba no pensar demasiado en ello.
—¿Qué haces por aquí, a las afueras de la aldea? —le había preguntado, y él pegó un sonoro respingo. Como si en lugar de una inocente pregunta le hubiera asestado una bofetada.
—¿Eh? —balbuceó, y entonces miró a su alrededor en un gesto notoriamente sospechoso—. Esto... ¡Nada! Nada. Me he perdido. Un poco.
«¿Perdido?» Se preguntaba una confundida Ayame, con la cabeza ladeada. De entre todas las personas que conocía, Daruu no parecía ser del tipo que se perdiera fácilmente... O al menos eso creía ella. De todas maneras, si no quería decirle qué estaba haciendo por allí, ella no era quien para obligarle a decírselo...
Aunque la verdad era que le picaba un poco la curiosidad...
—¿Y... y tú?
Aquella vez fue Ayame la que pegó el brinco. Abrió y cerró la boca varias veces, entre ininteligibles balbuceos.
—Y... ¿yo...? —dijo, frotándose un ojo con una de sus manos. Suspiró, y nuevamente trató de reunir el valor para esbozar una sonrisa que tembló en sus labios—. He... he salido a tomar el aire un poco... —mintió, de una forma absurdamente ridícula.