30/01/2017, 00:59
Pero los ojos de Mogura no reflejaban ningún atisbo de burla. Tan sólo una calma silenciosa y pensativa, como si estuviera meditando mientras se movía, entre largas y lentas zancadas en dirección al árbol hacia el que acababa de lanzar su shuriken. Por sus movimientos, parecía estar midiendo la distancia.
—Fue un lanzamiento bastante recto, en este punto fue donde empezó a variar su ángulo —sentenció, marcando el suelo con una línea horizontal usando su pie—. Intenta de nuevo desde aquí, por favor.
Ayame le observaba con la cabeza ligeramente ladeada. El chico parecía estar hablando en serio, no parecía querer reírse de ella y ni siquiera lo había hecho cuando había errado el tiro. De hecho, parecía estar intentando...
¿Ayudarla?
Él se hizo a un lado, invitándola a acercarse con un gesto de su mano. Y Ayame terminó por aceptar el ofrecimiento. Se acercó a él y blandió uno de sus shuriken, no demasiado convencida. Nuevamente, respiró hondo. Pero aquella vez no se tomó tanto tiempo. Lanzó el arma hacia la diana y en aquella ocasión la estrella de metal terminó impactando contra ella, aunque algo más arriba del centro.
Sin embargo, Ayame no estaba satisfecha.
—Pero lanzar desde aquí no tiene ningún mérito... Estoy demasiado cerca —le dijo a su improvisado tutor.
En realidad, Ayame no estaba acostumbrada a que le tendieran una mano. Estaba incómoda, no sabía muy bien cómo reaccionar. Lo normal para ella, hasta el momento, habían sido las burlas o los regaños. Nadie nunca...
«Daruu se ofreció a ayudarte...» Le recordó una vocecilla en su cabeza, y la punzada en el pecho fue aún más dolorosa.
—Fue un lanzamiento bastante recto, en este punto fue donde empezó a variar su ángulo —sentenció, marcando el suelo con una línea horizontal usando su pie—. Intenta de nuevo desde aquí, por favor.
Ayame le observaba con la cabeza ligeramente ladeada. El chico parecía estar hablando en serio, no parecía querer reírse de ella y ni siquiera lo había hecho cuando había errado el tiro. De hecho, parecía estar intentando...
¿Ayudarla?
Él se hizo a un lado, invitándola a acercarse con un gesto de su mano. Y Ayame terminó por aceptar el ofrecimiento. Se acercó a él y blandió uno de sus shuriken, no demasiado convencida. Nuevamente, respiró hondo. Pero aquella vez no se tomó tanto tiempo. Lanzó el arma hacia la diana y en aquella ocasión la estrella de metal terminó impactando contra ella, aunque algo más arriba del centro.
Sin embargo, Ayame no estaba satisfecha.
—Pero lanzar desde aquí no tiene ningún mérito... Estoy demasiado cerca —le dijo a su improvisado tutor.
En realidad, Ayame no estaba acostumbrada a que le tendieran una mano. Estaba incómoda, no sabía muy bien cómo reaccionar. Lo normal para ella, hasta el momento, habían sido las burlas o los regaños. Nadie nunca...
«Daruu se ofreció a ayudarte...» Le recordó una vocecilla en su cabeza, y la punzada en el pecho fue aún más dolorosa.