10/02/2017, 08:53
Saludos, mi estimado joven y próxima fuente de inspiración.
Mi nombre es Nishijima Satomu, y soy un escultor. Soy consciente del escaso tiempo que llevas de vida y de que debo ser un absoluto desconocido para ti, pero no te preocupes por eso, pues pretendo que nos conozcamos bastante bien a su debido tiempo.
Por la presente, me gustaría ofrecerte que fueras mi invitado y que pasarás una temporada en mi hogar, con la esperanza de que tal experiencia sea sumamente benéfica para ambos. A estas alturas te has de estar preguntando sobre el porqué te he escogido a ti por sobre aquella infinidad de posibles candidatos. Por ahora, solo necesitas saber que no ha sido al azar y que eres uno de los pocos que cumple con los requisitos necesarios y que reúne las cualidades que necesito.
En tus manos está el decidir si tomaras esta oportunidad única en la vida, una oportunidad por la que muchos harían y darían lo que fuera. Si aceptas, encontrarás junto con este mensaje un pasaje para un viaje desde la ciudad más cercana hasta Kōtai y un pase que te permitirá hospedarte en cualquier posada del pueblo mientras esperas el que me contacte contigo, además de otros bienes que te facilitaran el largo viaje.
Sin más a que hacer referencia, me despido confiando en que has de tomar la decisión correcta y que, por tanto, he de verte pronto frente a las puertas de mi hogar.
Atentamente,
Aquel que le confiere a la piedra humanidad
Kaido tuvo que leer el contenido de aquella nota un par de veces para entender que se trataba de una invitación dirigida única y exclusivamente a su persona. Los detalles más básicos los percibió al instante, desde luego; como el hecho de que no era el único elegido —aunque sí uno de los pocos, sin embargo—, para realizar el viaje hacia el pueblo en donde el tal Satomu residía, pero en su cabeza aún retumbaba constantemente el tan importante "por qué".
Lo que quería el hombre para consigo era, desde luego, un misterio. Decía ser un escultor, pero Kaido desconocía que se tratase de uno de los más famosos de ōnindo. Y en todo caso, ¿qué podría hacer el escultor con su presencia, más allá de tener que comprar tinta azul para poder decorar una estatua suya, dado el caso que esa fuera su futura obra maestra?
—Que le den, yo no voy a ir a ningún lado —dijo, antes de arrojar la carta sobre la mesa. Le importaba tres santos cojones todo, lo que menos quería en la vida era malgastar su tiempo libre con un posible pedófilo en ciernes —. si tanto le interesa hacer una escultura de ésta belleza marina, bien puede venir hasta aquí y lamerme los cojones cara a cara. Y en mi tierra, además.
—El señor Nishijima es lo suficientemente importante como para considerarse una figura pública respetada y conocida en onindo, por lo que la credibilidad de éste asunto no puede ponerse en duda. Me sentiría más tranquilo si no fuera así, sin embargo, porque...
—¿Uhmmm?
—Porque el Consejo no lo habría considerado una amenaza, y por tanto, podríamos dejarlo pasar tal y como lo has sugerido —le arrojó una mirada furtiva a su protegido, y Kaido entendió por donde iban los cantos—. pero ahora que sabemos que conoce de tu condición, hay que averiguar el qué tanto. Y no hay otra forma que la de seguir la corriente, lo cual te obliga aceptar la invitación.
Kaido bufó sin mediar palabra, evidentemente contrariado. El culo le pesó de pronto unos cuantos miles de kilos, y el tener que levantarse de aquella silla le resultaba imposible. Pero todo era por lo tedioso que pensaba iba a ser el viaje, el verse inmerso en semejante situación, y además, tener que guardar las apariencias. Porque si de algo estaba seguro, era de que sabiéndose como es, primero le causaría un infarto al viejo escultor antes de que pudiese siquiera moldearle los pequeños y afilados dientes de piraña que llevaba por dentadura.
—Está bien, no me puedo negar; supongo... aunque imagino que vienes conmigo, ¿no?
—Desde luego. Si te dejo ir solo, es muy probable que te agarres la pasta que te ha dado el viejo y te lo gastes en unas bonitas vacaciones en el país del agua. Después de todo, ese es tu sueño, conocer Mizu no Kuni, ¿verdad?
—¡Joder! pero que bien me conoces, Yarou-dono.
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