10/02/2017, 18:37
«¿Un artista? ¿Escultor? ¿Cómo habrá llegado hasta mí este personaje? Y, más importante... ¿De qué inspiración podría servir un ninja como yo?»
Aquellos habían sido los primeros pensamientos de Akame cuando su cartera, la amable señora Hirukata, le había hecho entrega de la misteriosa nota en una soleada mañana de Primavera. Claro, un gennin tan estudioso y profesional como él nunca se había planteado la posibilidad de verse envuelto —ni de cerca— en nada que tuviese que ver con el mundo del arte. Akame tenía otras aficiones además de su profesión, claro, pero éstas no iban más allá de pasear por el Jardín de los Cerezos, tumbarse a leer un buen libro o echar una partida de shogi. Además, desde que se había graduado, tenía considerablemente menos tiempo libre.
Sin embargo, el Uchiha de Tanzaku era un chico curioso. Muy curioso; y por tanto no pudo resistirse a indagar un poco más sobre todo aquel asunto del escultor Nishijima. Un par de visitas a la biblioteca de Uzushiogakure bastaron para ponerle sobre la pista correcta. El Remolino siempre había sido una Aldea históricamente pacífica, y en sus largas épocas de bonanza, sus habitantes habían tenido la oportunidad de cultivarse en otros aspectos de la vida además del militar. Por eso mismo no le faltó información —tanto de libros como de lugareños— durante su investigación, que finalmente le llevó a donde quería... Más o menos.
Sabiendo los antecedentes del misterioso artista, Akame no pudo sino tomar el dinero y los pasajes, armar su bolso de viaje con lo imprescindible y alguna que otra muda de repuesto y echarse al camino. Por suerte para él, Kotai se ubicaba entre los frondosos bosques de Hi no Kuni, país vecino de la Espiral.
¿Qué sorprendentes aventuras le aguardarían allí? Pronto tendría oportunidad de descubrirlo...
Aquellos habían sido los primeros pensamientos de Akame cuando su cartera, la amable señora Hirukata, le había hecho entrega de la misteriosa nota en una soleada mañana de Primavera. Claro, un gennin tan estudioso y profesional como él nunca se había planteado la posibilidad de verse envuelto —ni de cerca— en nada que tuviese que ver con el mundo del arte. Akame tenía otras aficiones además de su profesión, claro, pero éstas no iban más allá de pasear por el Jardín de los Cerezos, tumbarse a leer un buen libro o echar una partida de shogi. Además, desde que se había graduado, tenía considerablemente menos tiempo libre.
Sin embargo, el Uchiha de Tanzaku era un chico curioso. Muy curioso; y por tanto no pudo resistirse a indagar un poco más sobre todo aquel asunto del escultor Nishijima. Un par de visitas a la biblioteca de Uzushiogakure bastaron para ponerle sobre la pista correcta. El Remolino siempre había sido una Aldea históricamente pacífica, y en sus largas épocas de bonanza, sus habitantes habían tenido la oportunidad de cultivarse en otros aspectos de la vida además del militar. Por eso mismo no le faltó información —tanto de libros como de lugareños— durante su investigación, que finalmente le llevó a donde quería... Más o menos.
Sabiendo los antecedentes del misterioso artista, Akame no pudo sino tomar el dinero y los pasajes, armar su bolso de viaje con lo imprescindible y alguna que otra muda de repuesto y echarse al camino. Por suerte para él, Kotai se ubicaba entre los frondosos bosques de Hi no Kuni, país vecino de la Espiral.
¿Qué sorprendentes aventuras le aguardarían allí? Pronto tendría oportunidad de descubrirlo...