12/02/2017, 02:06
—¿Por qué será...? —respondió él, cruzándose de brazos con gesto pensativo, mientras Ayame aguardaba una respuesta con el rostro ladeado—. Supongo que es porque me recuerda al mal tiempo que pasaba en la academia entrenando con las shuriken.
—¡Oh! ¡Así que a ti también se te daba mal el lanzamiento de shuriken! —exclamó Ayame, y casi de manera inmediata se arrepintió de haberse sentido más aliviada con aquella revelación.
«Aunque aún no me ha dicho su nombre...» Pensó.
Sin embargo, antes de que pudiera decir nada al respecto, una voz femenina la sobresaltó:
—Pues... no. Qué raro, me pareció que paraban una pelea...
La chica en cuestión iba protegida de la lluvia bajo la estela de un paraguas cuyos colores, rojo y blanco, se repartían en cuatro sectores iguales sobre la umbela. Era notablemente más alta que Ayame y la verdad es que, pese a su aspecto rebelde, era bastante hermosa. Su cuerpo, ya apuntado por las curvas propias de una mujer, también estaba marcado por numerosos tatuajes que lucía aquí y allá. Lo más llamativo, sobre todo en aquella atmósfera siempre gris y lluviosa, era su pelo. Lo llevaba corto y estaba peinado de forma salvaje pero tenía el color del fuego.
«¿Tanto escándalo estaba formando?» Se preguntó Ayame, torciendo el gesto.
—Bueno, era él quien estaba parando la supuesta pelea... —rio entre dientes, señalando a su acompañante con un gesto con la cabeza—. Solo que no hay pelea ninguna. Simplemente estaba entrenando —se explicó de nuevo, con cierta incomodidad. Tampoco necesitaba tener a un todo un público detrás supervisando sus constantes fracasos...
Sin embargo, había algo en aquella chica que no terminaba de cuadrarle. Llevaba un portaobjetos atado a su pierna, tal y como lo llevaba ella misma, pero por mucho que buscó en el resto de su cuerpo, Ayame no vio ni rastro de ninguna bandana que la identificara como una kunoichi.
—¿Tú también eres estudiante del Torreón? —preguntó, inocente. Aunque su cara no le era para nada familiar...
—¡Oh! ¡Así que a ti también se te daba mal el lanzamiento de shuriken! —exclamó Ayame, y casi de manera inmediata se arrepintió de haberse sentido más aliviada con aquella revelación.
«Aunque aún no me ha dicho su nombre...» Pensó.
Sin embargo, antes de que pudiera decir nada al respecto, una voz femenina la sobresaltó:
—Pues... no. Qué raro, me pareció que paraban una pelea...
La chica en cuestión iba protegida de la lluvia bajo la estela de un paraguas cuyos colores, rojo y blanco, se repartían en cuatro sectores iguales sobre la umbela. Era notablemente más alta que Ayame y la verdad es que, pese a su aspecto rebelde, era bastante hermosa. Su cuerpo, ya apuntado por las curvas propias de una mujer, también estaba marcado por numerosos tatuajes que lucía aquí y allá. Lo más llamativo, sobre todo en aquella atmósfera siempre gris y lluviosa, era su pelo. Lo llevaba corto y estaba peinado de forma salvaje pero tenía el color del fuego.
«¿Tanto escándalo estaba formando?» Se preguntó Ayame, torciendo el gesto.
—Bueno, era él quien estaba parando la supuesta pelea... —rio entre dientes, señalando a su acompañante con un gesto con la cabeza—. Solo que no hay pelea ninguna. Simplemente estaba entrenando —se explicó de nuevo, con cierta incomodidad. Tampoco necesitaba tener a un todo un público detrás supervisando sus constantes fracasos...
Sin embargo, había algo en aquella chica que no terminaba de cuadrarle. Llevaba un portaobjetos atado a su pierna, tal y como lo llevaba ella misma, pero por mucho que buscó en el resto de su cuerpo, Ayame no vio ni rastro de ninguna bandana que la identificara como una kunoichi.
—¿Tú también eres estudiante del Torreón? —preguntó, inocente. Aunque su cara no le era para nada familiar...