12/02/2017, 21:39
Akame estuvo a punto de entornar los ojos cuando la brillante luz que se filtraba del exterior a través de la puerta entreabierta de la taberna le cegó. ¿O tal vez aquel brillo mágico tenía su fuente en otra parte? Atolondrado, no pudo evitar contraer sus mejillas en una sonrisa cuando la kunoichi de Uzushiogakure le reconoció. Akame nunca había sido el chico más popular de la Academia; rara vez había entablado conversación con ninguno de sus compañeros, que normalmente estaban más ocupados rodeando a gente más carismática, como Senju Riko, Uchiha Haskoz o Sakamoto Noemi. «Pero no me ha llamado por mi nombre. 'Uchiha', sí, eso ha dicho. ¿Será entonces que no lo sabe? ¿O tal vez piensa que sería descortés? ¡Pero yo la he llamado por el suyo! Oh, dioses, ¿se habrá molestado?»
Se levantó de golpe, como si aquello le pudiese ayudar a callar las furiosas voces de su cabeza. Recordó lo que Haskoz solía decirle a veces...
«Piensas demasiado, compañero»
De repente, una voz rompió definitivamente su reflexión interior. No era la de Eri, claro, sino la del chico que había entrado con ella en la taberna. Akame ni siquiera se había fijado en él... Y no porque no llamase la atención. Su aspecto era un tanto anodino, pero sus ojos... «¿Es ciego...?». El muchacho tomó una silla y se presentó haciendo gala de una nada despreciable etiqueta. Akame le correspondió haciendo una leve reverencia.
—Oh, discúlpame, Amedama-kun. Uchiha Akame, de Uzushiogakure —añadió, aunque la bandana con el símbolo del Remolino en su brazo derecho era suficiente para identificarlo como tal—. Claro, tomad asiento. Hasta ahora no he tenido mucho éxito en la empresa que me ha traído aquí, pero estoy seguro de que un buen té y una buena charla me subirán el ánimo.
Alzó la diestra para llamar la atención del tabernero y pidió con educación un té caliente. Luego miró al shinobi de Amegakure, y a Eri, esperando un tiempo prudencial por si ellos también querían algo.
Se levantó de golpe, como si aquello le pudiese ayudar a callar las furiosas voces de su cabeza. Recordó lo que Haskoz solía decirle a veces...
«Piensas demasiado, compañero»
De repente, una voz rompió definitivamente su reflexión interior. No era la de Eri, claro, sino la del chico que había entrado con ella en la taberna. Akame ni siquiera se había fijado en él... Y no porque no llamase la atención. Su aspecto era un tanto anodino, pero sus ojos... «¿Es ciego...?». El muchacho tomó una silla y se presentó haciendo gala de una nada despreciable etiqueta. Akame le correspondió haciendo una leve reverencia.
—Oh, discúlpame, Amedama-kun. Uchiha Akame, de Uzushiogakure —añadió, aunque la bandana con el símbolo del Remolino en su brazo derecho era suficiente para identificarlo como tal—. Claro, tomad asiento. Hasta ahora no he tenido mucho éxito en la empresa que me ha traído aquí, pero estoy seguro de que un buen té y una buena charla me subirán el ánimo.
Alzó la diestra para llamar la atención del tabernero y pidió con educación un té caliente. Luego miró al shinobi de Amegakure, y a Eri, esperando un tiempo prudencial por si ellos también querían algo.