13/02/2017, 16:58
(Última modificación: 13/02/2017, 19:27 por Uzumaki Eri.)
La suave brisa y el aroma del mar tenían un efecto vigorizante en ella, y después del gran viaje que se pegó al Valle del Fin no hará escasos dos o tres días necesitaba que su cuerpo encontrase tranquilidad para recuperar su vitalidad que lo caracterizaba. Además, el día tan poco primaveral era perfecto para la ocasión: y es que Eri adoraba el mal tiempo, que de mal tiempo para ella no tenía nada, pero como todo el mundo lo denominaba así no sabía cómo llamarlo de verdad.
Si llovía ya se ponía incluso a tararear.
Así pues la pequeña de cabellos púrpura se disponía a realizar un pequeño paseo por las Costas del Remolino, ataviada de sus ropajes normales y con el único cambio de que esta vez llevaba una sudadera de color azul claro sobre su jersey morado; idea de su hermano por si acaso ''pillaba un resfriado''. Todavía no se había enterado de que a ella el frío tampoco es que le importase mucho.
«La verdad es que nunca he cogido un barco...»
Ese pensamiento pasó por su mente al ver un montón de barcos arremolinados en el embarcadero de su villa, luego se metió las manos en los bolsillos y sacó el polvo que allí se arremolinaba, seguido de un suspiro de desolación: no había cogido ni un triste ryo para pagarse ni una migaja de pan.
—¡Viaje a La Pequeña Blanca, veinte ryos por cabeza!
«Genial...»
Pero entonces, un destello amarillo, pero amarillo pollo inundó sus ojos magenta, iluminándolos hasta conseguir que los mismos destelleasen estrellas de colores. ¡Era el Senju de cabellos dorados que había visto tantas veces en la academia y que le había echado una mano en el Valle del Fin! ¡Claro! ¡Ese color de pelo no era para nada normal!
— ¡Nabiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii-san! — Exclamó tirándose contra su espalda. — ¡Nabi-san, Nabi-san! ¿Has ido alguna vez en barco? ¡Yo nunca he ido! ¿Por qué no vamos en ese, ya sabes, juntos? — Sus ojos volvieron a centellear, deseosos de subir a un navío, justo del cual estaba rugiendo la voz del capitán que segundos antes había alegado que cobraba solo veinte ryos por cabeza para ir a La Pequeña Blanca. — Venga, vamos...
Y ignorando por completo si fuese una negativa o una positiva, tomó el brazo derecho del joven y tiró de él hacia el barco, esperando que le pagase el viaje a las Islas del Té sin problema.
No sopesaba que, sin embargo, el chico podría negarse e irse, dejándola sola con su vergüenza.
Si llovía ya se ponía incluso a tararear.
Así pues la pequeña de cabellos púrpura se disponía a realizar un pequeño paseo por las Costas del Remolino, ataviada de sus ropajes normales y con el único cambio de que esta vez llevaba una sudadera de color azul claro sobre su jersey morado; idea de su hermano por si acaso ''pillaba un resfriado''. Todavía no se había enterado de que a ella el frío tampoco es que le importase mucho.
«La verdad es que nunca he cogido un barco...»
Ese pensamiento pasó por su mente al ver un montón de barcos arremolinados en el embarcadero de su villa, luego se metió las manos en los bolsillos y sacó el polvo que allí se arremolinaba, seguido de un suspiro de desolación: no había cogido ni un triste ryo para pagarse ni una migaja de pan.
—¡Viaje a La Pequeña Blanca, veinte ryos por cabeza!
«Genial...»
Pero entonces, un destello amarillo, pero amarillo pollo inundó sus ojos magenta, iluminándolos hasta conseguir que los mismos destelleasen estrellas de colores. ¡Era el Senju de cabellos dorados que había visto tantas veces en la academia y que le había echado una mano en el Valle del Fin! ¡Claro! ¡Ese color de pelo no era para nada normal!
— ¡Nabiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii-san! — Exclamó tirándose contra su espalda. — ¡Nabi-san, Nabi-san! ¿Has ido alguna vez en barco? ¡Yo nunca he ido! ¿Por qué no vamos en ese, ya sabes, juntos? — Sus ojos volvieron a centellear, deseosos de subir a un navío, justo del cual estaba rugiendo la voz del capitán que segundos antes había alegado que cobraba solo veinte ryos por cabeza para ir a La Pequeña Blanca. — Venga, vamos...
Y ignorando por completo si fuese una negativa o una positiva, tomó el brazo derecho del joven y tiró de él hacia el barco, esperando que le pagase el viaje a las Islas del Té sin problema.
No sopesaba que, sin embargo, el chico podría negarse e irse, dejándola sola con su vergüenza.