27/02/2017, 00:24
(Última modificación: 29/07/2017, 01:38 por Amedama Daruu.)
—Entonces, tú tendrás que conformarte con esa sonrisa estúpida de tu clon, al menos hasta que consigas borrársela de la cara —le espetó Daruu, y Ayame le miró, entre confundida y dolida.
¿A qué venía aquel súbito cambio de humor? Se suponía que eran ninja (o al menos algunos estaban en proceso de serlo...) esconder sus habilidades estaba dentro del contrato que figuradamente habían firmado al decidir tomar aquella vida por su supervivencia.
—Mira, mis ojos me permiten ver el chakra, su forma y su color, y diferenciar unos de otros —comenzó a relatar, para su completa estupefacción, como si le hubiese leído el pensamiento—-. Puedo ver en la distancia, y puedo ver a través de las paredes, hasta cierto punto. También, por extraño que te parezca, mi campo de visión es de trescientos sesenta grados en cortas distancias.
»¿Quieres que te ayude, o no? Si vamos a ser compañeros de misión, tendremos que conocer lo que podemos hacer. Aunque sea más o menos, lo más básico. Te lo estoy diciendo por una buena razón.
Ayame torció el gesto en un pequeño mohín. Sin embargo, rendida, terminó por encogerse de hombros y alzar ambas manos con las palmas hacia arriba.
—Jo... y yo que quería hacerme la interesante por una vez... —bromeó, pero enseguida retornó a un gesto serio—. Está bien...
Respiró hondo, y le dirigió una nueva mirada. Muy diferente de la anterior.
—Los Hōzuki somos el agua, como ya te he dicho. Eso quiere decir que tenemos la habilidad de convertir en agua nuestros cuerpos y retornar a nuestra forma original a voluntad —como muestra, levantó una mano hacia él. Pero ya había dejado de parecer una mano. En su lugar, sus dedos parecían estar perdiendo su color rosado, derritiéndose y desprendiéndose del resto de su cuerpo. Sin embargo, antes de que eso llegara a suceder volvió a recuperar su color rápidamente y su forma y firmeza. Ayame volvió a encogerse de hombros—. No sé mucho más de estas habilidades, como ya te he dicho no hay nadie que sea Hōzuki en mi familia que me pueda enseñar. Pero, aunque no sea tan interesante como tus ojos, nos da unas cualidades bastante útiles a la hora de defendernos o pasar desapercibidos.
»¿Por qué este repentino interés hasta el punto de desvelarme tus propias habilidades? —terminó por preguntarle, directa como una saeta.
¿A qué venía aquel súbito cambio de humor? Se suponía que eran ninja (o al menos algunos estaban en proceso de serlo...) esconder sus habilidades estaba dentro del contrato que figuradamente habían firmado al decidir tomar aquella vida por su supervivencia.
—Mira, mis ojos me permiten ver el chakra, su forma y su color, y diferenciar unos de otros —comenzó a relatar, para su completa estupefacción, como si le hubiese leído el pensamiento—-. Puedo ver en la distancia, y puedo ver a través de las paredes, hasta cierto punto. También, por extraño que te parezca, mi campo de visión es de trescientos sesenta grados en cortas distancias.
»¿Quieres que te ayude, o no? Si vamos a ser compañeros de misión, tendremos que conocer lo que podemos hacer. Aunque sea más o menos, lo más básico. Te lo estoy diciendo por una buena razón.
Ayame torció el gesto en un pequeño mohín. Sin embargo, rendida, terminó por encogerse de hombros y alzar ambas manos con las palmas hacia arriba.
—Jo... y yo que quería hacerme la interesante por una vez... —bromeó, pero enseguida retornó a un gesto serio—. Está bien...
Respiró hondo, y le dirigió una nueva mirada. Muy diferente de la anterior.
—Los Hōzuki somos el agua, como ya te he dicho. Eso quiere decir que tenemos la habilidad de convertir en agua nuestros cuerpos y retornar a nuestra forma original a voluntad —como muestra, levantó una mano hacia él. Pero ya había dejado de parecer una mano. En su lugar, sus dedos parecían estar perdiendo su color rosado, derritiéndose y desprendiéndose del resto de su cuerpo. Sin embargo, antes de que eso llegara a suceder volvió a recuperar su color rápidamente y su forma y firmeza. Ayame volvió a encogerse de hombros—. No sé mucho más de estas habilidades, como ya te he dicho no hay nadie que sea Hōzuki en mi familia que me pueda enseñar. Pero, aunque no sea tan interesante como tus ojos, nos da unas cualidades bastante útiles a la hora de defendernos o pasar desapercibidos.
»¿Por qué este repentino interés hasta el punto de desvelarme tus propias habilidades? —terminó por preguntarle, directa como una saeta.