1/03/2017, 00:00
Diligente, Akame volvió a su asiento mas sin terminar de encontrarse tan cómodo como lo había hecho momentos atrás.
El joven Uchiha escuchó, boquiabierto, lo que le estaba relatando aquel superior de su Aldea. El shinobi —que ni siquiera les había revelado su nombre— aseguró encontrarse allí como parte de una misión de rango B. La sola mención de aquella letra ya hizo que a Akame se le erizase el vello de la nuca. «Rango B... Eso sí que es una misión de verdad. ¿Algún día realizaré una?»; luego se obligó a apartar aquellos pensamientos de su cabeza. Debía concentrarse en el relato del ninja rubio.
Conforme el susodicho hablaba, las historias que Akame se iba montando en su imaginación cobraban más y más sentido. "Descendientes de Konoha" era todo con lo que él se había quedado. Perfectamente aquellas personas podían ser miembros del Clan Uchiha atesorando los conocimientos perdidos de su linaje. «¿Y si hubieran encontrado algo bajo el cráter? Unas ruinas, un templete... ¡O aún mejor, toda una base subterránea operativa! De hecho... ¿Y si la Aldea no hubiese sido destruida, como todos creemos, si no que siguiera actuando en la sombra? Eso sí que sería un descubrimiento, ¡vaya! Estoy impaciente por averiguar qué más tiene que contarnos shinobi-k...»
Los pensamientos se le helaron en la sesera. Si su imaginación no estaba jugándole una mala pasada, aquel shinobi de su propia Aldea acababa de amenazar al tal Daruu. Akame sintió un escalofrío incómodo. ¿Por qué? Amedama era un ninja de Ame; gente en la que no se podía confiar. ¿O sí? Tal y como decía, él había sido el primero en querer informar del asunto. De buena fe. ¿Eso no contaba para nada?
Akame notó que las manos le empezaban a sudar. Trató de serenarse y, con el tono más servicial que fue capaz de emplear, habló.
—Disculpe, shinobi-kun, pero si puedo hacer algo para ayudar —alzó la vista y clavó sus ojos negros en su superior— estoy a su servicio.
El joven Uchiha escuchó, boquiabierto, lo que le estaba relatando aquel superior de su Aldea. El shinobi —que ni siquiera les había revelado su nombre— aseguró encontrarse allí como parte de una misión de rango B. La sola mención de aquella letra ya hizo que a Akame se le erizase el vello de la nuca. «Rango B... Eso sí que es una misión de verdad. ¿Algún día realizaré una?»; luego se obligó a apartar aquellos pensamientos de su cabeza. Debía concentrarse en el relato del ninja rubio.
Conforme el susodicho hablaba, las historias que Akame se iba montando en su imaginación cobraban más y más sentido. "Descendientes de Konoha" era todo con lo que él se había quedado. Perfectamente aquellas personas podían ser miembros del Clan Uchiha atesorando los conocimientos perdidos de su linaje. «¿Y si hubieran encontrado algo bajo el cráter? Unas ruinas, un templete... ¡O aún mejor, toda una base subterránea operativa! De hecho... ¿Y si la Aldea no hubiese sido destruida, como todos creemos, si no que siguiera actuando en la sombra? Eso sí que sería un descubrimiento, ¡vaya! Estoy impaciente por averiguar qué más tiene que contarnos shinobi-k...»
Los pensamientos se le helaron en la sesera. Si su imaginación no estaba jugándole una mala pasada, aquel shinobi de su propia Aldea acababa de amenazar al tal Daruu. Akame sintió un escalofrío incómodo. ¿Por qué? Amedama era un ninja de Ame; gente en la que no se podía confiar. ¿O sí? Tal y como decía, él había sido el primero en querer informar del asunto. De buena fe. ¿Eso no contaba para nada?
Akame notó que las manos le empezaban a sudar. Trató de serenarse y, con el tono más servicial que fue capaz de emplear, habló.
—Disculpe, shinobi-kun, pero si puedo hacer algo para ayudar —alzó la vista y clavó sus ojos negros en su superior— estoy a su servicio.