4/03/2017, 17:52
El día se había pasado lentamente para el joven Hakagurē, que se había limitado a descansar y a leer uno de los libros de arte que había llevado consigo. Para cuando cayó la noche, y el momento de asistir a la cena pautada, se sintió aliviado de dejar a un lado aquellas letras que mucho le decían sobre la escultura pero que poco le hablaban sobre Nishijima Satomu.
«Me incomoda el estar aquí sin saber absolutamente nada de nuestro anfitrión. Bueno, seré optimista; es posible que nos sea presentado durante la cena.» pensó mientras se arreglaba, con ropas simples y sin rastro alguno de su bandana o Bohimei.
Hallándose modestamente vestido, se despidió de Naomi y procedió a abandonar su ala para dirigirse al área común.
«De seguro allí están el resto de invitados —Sentía cierta ansiedad creciendo en su ser—. ¿Qué tipo de personas serán? ¿Tendremos algo en común, algo que haya determinado nuestra selección?»
Grande fue su sorpresa en cuanto llego a la sala, pues reconoció sin problema alguno al joven de cabellos negros. Se trataba de Uchiha Akame, un compatriota con el cual había trabajado en el pasado y con quien compartía el don de tomarse las cosas con calma y serenidad.
—Qué pequeño es el mundo, ¿no? —dijo mientras se acercaba a una de las pequeñas mesas individuales—. Esperaba muchas cosas, pero no encontrar a un conocido en este remoto pueblo.
»De todas formas, es agradable el volver a verte Akame-san.
Saludo con una leve reverencia, y se sentó. De pronto, se hizo consciente de que había dos personas más haciéndoles compañía: Una era una agraciada chica rubia que portaba la bandana de la espiral, y que también se le hacía muy familiar, sin estar seguro del porque. El otro era un muchacho que, en el más amable de los términos, solo podía ser descrito como extraño; Tanto su piel como su cabello eran de un color azul, su melena de uno oscuro y su tez de uno más claro.
«Interesante…» pensó, fijando su curiosa y serena mirada en aquellos dos jóvenes, alternado entre uno y otro.
—Me alegro de que todos los invitados estén aquí reunidos —confeso con cordialidad la anciana encargada del Sauce cambiante, mientras entraba a la sala—. El viaje era tan largo y peligroso que temí que alguno no pudiese llegar.
Mientras se sentaba en la quinta mesa, un grupo se sirvientes entro, portando variedad de platillos. La forma en que estaban distribuidas las mesas, cinco pequeñas y una grande central, recordaba el estilo de las comidas de negocios, más que el de las de bienvenida. Los empleados se movían en silencio y con agilidad, para no perturbar el buen ambiente que acababan de crear. La comida lucia muy tradicional, y por su presentación se podía ver que eran las recetas típicas de aquella lejana región.
—Permítanme presentarme —les dijo mientras se levantaba—, mi nombre es Mikuriya Hiroe, y soy la propietaria y encargada del Sauce cambiante.
Realizo una cordial reverencia y se volvió a sentar.
—Ya tenía conocimiento de sus nombres, pero sería agradable si también pudiesen presentarse. Sí, eso sería lo adecuado para la ocasión.
—Yo… —Kōtetsu era el primero en atender el llamado de cortesía—. Es un gusto, mi nombre es Hakagurē Kōtetsu. ¿Puedo hacerle una pregunta?
—El gusto es todo mío, Kōtetsu-san.
»Y a pesar de que no tengo todas las repuestas respecto a la presente situación, pueden preguntarme lo que sea.
—Bien, ¿Cuándo vendrá el señor Nishijima? —pregunto con serenidad.
—Lo verán en las debidas circunstancias, pero no aquí y no ahora —contesto con absoluta amabilidad—. Esta es solo una parada de descanso que dispuso para sus invitados, que seguro estarían agotados luego de semejante viaje.
»¿Alguna otra inquietud? pregunto, dirigiendo su lánguida mirada al resto del grupo.
«Me incomoda el estar aquí sin saber absolutamente nada de nuestro anfitrión. Bueno, seré optimista; es posible que nos sea presentado durante la cena.» pensó mientras se arreglaba, con ropas simples y sin rastro alguno de su bandana o Bohimei.
Hallándose modestamente vestido, se despidió de Naomi y procedió a abandonar su ala para dirigirse al área común.
«De seguro allí están el resto de invitados —Sentía cierta ansiedad creciendo en su ser—. ¿Qué tipo de personas serán? ¿Tendremos algo en común, algo que haya determinado nuestra selección?»
Grande fue su sorpresa en cuanto llego a la sala, pues reconoció sin problema alguno al joven de cabellos negros. Se trataba de Uchiha Akame, un compatriota con el cual había trabajado en el pasado y con quien compartía el don de tomarse las cosas con calma y serenidad.
—Qué pequeño es el mundo, ¿no? —dijo mientras se acercaba a una de las pequeñas mesas individuales—. Esperaba muchas cosas, pero no encontrar a un conocido en este remoto pueblo.
»De todas formas, es agradable el volver a verte Akame-san.
Saludo con una leve reverencia, y se sentó. De pronto, se hizo consciente de que había dos personas más haciéndoles compañía: Una era una agraciada chica rubia que portaba la bandana de la espiral, y que también se le hacía muy familiar, sin estar seguro del porque. El otro era un muchacho que, en el más amable de los términos, solo podía ser descrito como extraño; Tanto su piel como su cabello eran de un color azul, su melena de uno oscuro y su tez de uno más claro.
«Interesante…» pensó, fijando su curiosa y serena mirada en aquellos dos jóvenes, alternado entre uno y otro.
—Me alegro de que todos los invitados estén aquí reunidos —confeso con cordialidad la anciana encargada del Sauce cambiante, mientras entraba a la sala—. El viaje era tan largo y peligroso que temí que alguno no pudiese llegar.
Mientras se sentaba en la quinta mesa, un grupo se sirvientes entro, portando variedad de platillos. La forma en que estaban distribuidas las mesas, cinco pequeñas y una grande central, recordaba el estilo de las comidas de negocios, más que el de las de bienvenida. Los empleados se movían en silencio y con agilidad, para no perturbar el buen ambiente que acababan de crear. La comida lucia muy tradicional, y por su presentación se podía ver que eran las recetas típicas de aquella lejana región.
—Permítanme presentarme —les dijo mientras se levantaba—, mi nombre es Mikuriya Hiroe, y soy la propietaria y encargada del Sauce cambiante.
Realizo una cordial reverencia y se volvió a sentar.
—Ya tenía conocimiento de sus nombres, pero sería agradable si también pudiesen presentarse. Sí, eso sería lo adecuado para la ocasión.
—Yo… —Kōtetsu era el primero en atender el llamado de cortesía—. Es un gusto, mi nombre es Hakagurē Kōtetsu. ¿Puedo hacerle una pregunta?
—El gusto es todo mío, Kōtetsu-san.
»Y a pesar de que no tengo todas las repuestas respecto a la presente situación, pueden preguntarme lo que sea.
—Bien, ¿Cuándo vendrá el señor Nishijima? —pregunto con serenidad.
—Lo verán en las debidas circunstancias, pero no aquí y no ahora —contesto con absoluta amabilidad—. Esta es solo una parada de descanso que dispuso para sus invitados, que seguro estarían agotados luego de semejante viaje.
»¿Alguna otra inquietud? pregunto, dirigiendo su lánguida mirada al resto del grupo.