10/03/2017, 20:01
(Última modificación: 29/07/2017, 01:43 por Amedama Daruu.)
—Ah, ah, ah, esto... esto... ¡Qué tonta! ¿Verdad? —respondió Daruu, atropelladamente—. Creo que se ha imaginado que tú y yo estamos... ya sabes. Saliendo. Y por eso estamos huyendo de tu padre. Para que no nos vea.
Estupefacta, Ayame abrió y cerró la boca varias veces, como un pez fuera del agua.
—T... ¿Tú...? Y... ¿Y yo...? —balbuceó, con un hilo de voz, señalando con el dedo índice tanto a él como a ella misma de manera alterna—. P... ¿Pero por qué? Quiero decir... yo...
Se mordió el labio, incapaz de continuar hablando sin soltar más tonterías. Por un momento casi se arrepentía de haber preguntado. Le ardían las mejillas y su corazón retumbaba en sus sienes con la fuerza de un tambor. Hasta el momento no se había fijado demasiado en los chicos... ¡Era sólo una niña para hacerlo! Aunque sí era cierto que los había más atractivos o más interesantes que otros...
Y Daruu...
El tintineo de un plato y una taza frente a ella la sacó de sus pensamientos. Ayame sacudió la cabeza, tratando de despejarse. Aunque fue el olor del chocolate y el del bizcocho lo que logró calmarla momentáneamente.
—Muchas gracias, Kiroe-san —dijo, y por un momento no supo si en realidad le estaba agradeciendo los platos o el simple hecho de que la hubiera rescatado del remolino de confusión en el que se había visto atrapada.
—A mí no me gusta el taiyaki —intervino Daruu, cuando su madre se alejó—. Te parecerá estúpido pero te juro que el chocolate que lleva dentro me sabe a pescado sólo por la forma de la masa. Puaj.
Puso tal mueca de asco, con los ojos cerrados y sacando la lengua, que a Ayame se le escapó una risilla.
—Oh, ¡pero si sigue siendo sólo masa con chocolate! De hecho a tu madre le salen muy monos. ¡Mira! ¡Es sólo un pececito! —le dijo, acercándole el bollito a Daruu para que apreciara sus grandes ojos de besugo y sus morros hinchados. Se lo llevó a la boca y cuando lo mordió y sintió el sabor del hojaldre con el chocolate casi derretido casi se sintió desfallecer—. Sabe parecido a un gofre, no tiene absolutamente nada de pescado. ¿Seguro que no quieres probarlo?
—¿No te gustan los bollitos de vainilla? A tu hermano le pirran —le respondió el, y Ayame se estremeció ligeramente cuando nombró a su hermano. Como si con sólo pronunciar su nombre pudiera invocar el frío que siempre llevaba con él. De hecho, fue tal la sensación que casi sentía el frío de verdad—. Desde que yo recuerde, si no veo a tu hermano al menos una vez al día comprando una bolsa de bollitos, es que está de misión o enfermo.
Ayame volvió a reír.
—Es cierto, le encantan esos bollitos. Creo que se volvería loco si tu madre dejara de hacerlos. A mí también me gustan mucho, pero quería probar algo nuevo...
«Algo con chocolate.»
»Ya que en casa nunca nos faltan de estos. Además, el taiyaki me estaba poniendo ojitos desde que hemos entrado por la puerta...
Casi de forma literal.
Estupefacta, Ayame abrió y cerró la boca varias veces, como un pez fuera del agua.
—T... ¿Tú...? Y... ¿Y yo...? —balbuceó, con un hilo de voz, señalando con el dedo índice tanto a él como a ella misma de manera alterna—. P... ¿Pero por qué? Quiero decir... yo...
Se mordió el labio, incapaz de continuar hablando sin soltar más tonterías. Por un momento casi se arrepentía de haber preguntado. Le ardían las mejillas y su corazón retumbaba en sus sienes con la fuerza de un tambor. Hasta el momento no se había fijado demasiado en los chicos... ¡Era sólo una niña para hacerlo! Aunque sí era cierto que los había más atractivos o más interesantes que otros...
Y Daruu...
El tintineo de un plato y una taza frente a ella la sacó de sus pensamientos. Ayame sacudió la cabeza, tratando de despejarse. Aunque fue el olor del chocolate y el del bizcocho lo que logró calmarla momentáneamente.
—Muchas gracias, Kiroe-san —dijo, y por un momento no supo si en realidad le estaba agradeciendo los platos o el simple hecho de que la hubiera rescatado del remolino de confusión en el que se había visto atrapada.
—A mí no me gusta el taiyaki —intervino Daruu, cuando su madre se alejó—. Te parecerá estúpido pero te juro que el chocolate que lleva dentro me sabe a pescado sólo por la forma de la masa. Puaj.
Puso tal mueca de asco, con los ojos cerrados y sacando la lengua, que a Ayame se le escapó una risilla.
—Oh, ¡pero si sigue siendo sólo masa con chocolate! De hecho a tu madre le salen muy monos. ¡Mira! ¡Es sólo un pececito! —le dijo, acercándole el bollito a Daruu para que apreciara sus grandes ojos de besugo y sus morros hinchados. Se lo llevó a la boca y cuando lo mordió y sintió el sabor del hojaldre con el chocolate casi derretido casi se sintió desfallecer—. Sabe parecido a un gofre, no tiene absolutamente nada de pescado. ¿Seguro que no quieres probarlo?
—¿No te gustan los bollitos de vainilla? A tu hermano le pirran —le respondió el, y Ayame se estremeció ligeramente cuando nombró a su hermano. Como si con sólo pronunciar su nombre pudiera invocar el frío que siempre llevaba con él. De hecho, fue tal la sensación que casi sentía el frío de verdad—. Desde que yo recuerde, si no veo a tu hermano al menos una vez al día comprando una bolsa de bollitos, es que está de misión o enfermo.
Ayame volvió a reír.
—Es cierto, le encantan esos bollitos. Creo que se volvería loco si tu madre dejara de hacerlos. A mí también me gustan mucho, pero quería probar algo nuevo...
«Algo con chocolate.»
»Ya que en casa nunca nos faltan de estos. Además, el taiyaki me estaba poniendo ojitos desde que hemos entrado por la puerta...
Casi de forma literal.