12/03/2017, 08:42
Kaido se mantuvo ajeno a los otros presentes, quienes parecían conocerse; pues entablaron conversación entre ellos apenas tuvieron la oportunidad. El escualo, por su parte, no tenía recuerdo alguno de haber visto a los otros tres jóvenes en algún lado, así que dejó que cuchichearan lo que tuvieran atravesado en la garganta, pues no le interesaba demasiado lo que nadie tuviese para decir salvo por el mismísimo Nishijima...
Quien, por lo visto, tampoco iba a estar durante la velada.
No obstante, fue una mujer la que tomó las riendas del encuentro, dándose a conocer como la encargada del Sauce Cambiante. Su nombre era Mikuriya Hiroe. Durante su presentación, un séquito de sirvientes se adentraron en la habitación, y con proeza fueron dejando los distintos platos sobre las mesas, con el protocolo que probablemente se les había inculcado antes de trabajar para ellos.
Kaido tomó asiento en una de las mesas, y cogió el primer plato que vio. Comenzó a comer por su cuenta, aún y cuando la presentación del tal Hakagurē Kōtetsu no había terminado. Y, suponiendo que su tan ruidoso masticar atraería la atención de los presentes, aprovechó para zanjar su presentación.
—¡Ehhhh! mi nombre es Kaido, y... tengo una sola inquietud —dijo, mientras probaba otro bocado—. es que vuestra comida está desabrida, así que sería de gran ayuda que me traigáis un tarro con un poco de sal, si sois tan jodidamente amables.
Aunque, en vista de la cantidad de comida que había sobre la mesa, no tuvo reparo en continuar con su propio banquete. Hizo un pequeño y molesto gesto con la mano, como pasándole la batuta de presentación al siguiente. Bien fuera el otro tipo, o la mujer de tetas enormes: le importaba un cojon y medio.
Quien, por lo visto, tampoco iba a estar durante la velada.
No obstante, fue una mujer la que tomó las riendas del encuentro, dándose a conocer como la encargada del Sauce Cambiante. Su nombre era Mikuriya Hiroe. Durante su presentación, un séquito de sirvientes se adentraron en la habitación, y con proeza fueron dejando los distintos platos sobre las mesas, con el protocolo que probablemente se les había inculcado antes de trabajar para ellos.
Kaido tomó asiento en una de las mesas, y cogió el primer plato que vio. Comenzó a comer por su cuenta, aún y cuando la presentación del tal Hakagurē Kōtetsu no había terminado. Y, suponiendo que su tan ruidoso masticar atraería la atención de los presentes, aprovechó para zanjar su presentación.
—¡Ehhhh! mi nombre es Kaido, y... tengo una sola inquietud —dijo, mientras probaba otro bocado—. es que vuestra comida está desabrida, así que sería de gran ayuda que me traigáis un tarro con un poco de sal, si sois tan jodidamente amables.
Aunque, en vista de la cantidad de comida que había sobre la mesa, no tuvo reparo en continuar con su propio banquete. Hizo un pequeño y molesto gesto con la mano, como pasándole la batuta de presentación al siguiente. Bien fuera el otro tipo, o la mujer de tetas enormes: le importaba un cojon y medio.