12/03/2017, 21:56
Una voz sobresaltó al Uchiha, como el dulce canto de un ave nocturna que le sacó de sus pensamientos. Akame buscó, recorriendo con la mirada aquella sala, hasta encontrar a nada más y nada menos que...
—Sakamoto Noemi-san —devolvió el saludo, sonriente—. Curioso, sí. Pero tengo que admitir que tu presencia es muy refrescante —añadió, haciendo una leve reverencia—. Estaba empezando a pensar que todo esto no era más que una broma de mal gusto.
No sabía por qué, pero el hecho de que hubiera allí alguien más —y de su propia Aldea— atendiendo a la excéntrica llamada del escultor le infundía cierta tranquilidad. Más de una vez, durante el trayecto e incluso la noche anterior, al Uchiha se le pasó por la cabeza que todo aquello no fuese más que un engaño, una estafa... Pero claro, ¿quién invertiría tanto tiempo y dinero en una broma pesada?
—Sea como sea, espero que obtengamos respuestas esta noche —rubricó, y luego tomó asiento, invitando a la joven Sakamoto a compartir mesa.
Pero las sorpresas no acababan ahí. Al poco Akame pudo distinguir otra cara conocida; esta vez, la de Hagakure Kotetsu, otro compañero de Villa. Kotetsu era un chico hábil y tranquilo, disciplinado, de esos que solían encajar en el molde que Akame había asignado al adjetivo de "buen shinobi".
—Lo mismo digo, Kotetsu-san —respondió con una tranquila sonrisa el Uchiha, a la que acompañó de una leve reverencia.
«Así que somos nosotros tres y... Ese chico» reflexionó Akame, lanzando una mirada disimulada al cuarto invitado, que no era otro que el niño-pez que tan ruidosamente había irrumpido en la posada la noche anterior. En aquel momento comía sin el menor reparo, desgarrando trozos de carne asada con sus dientes afilados como cuchillas, en un lugar apartado de los tres ninjas de la Espiral.
No hubo tiempo para más reflexiones porque la dueña de El Sauce Cambiante hizo acto de presencia. Akame no pudo evitar una mueca de decepción se adueñase de su rostro cuando aquella anciana les dijo que tendrían que esperar todavía más para conocer al maestro artista.
«Así que Kaido, ¿eh?»
Una vez el misterioso y azulado muchacho se presentó de una forma tan peculiar como podía esperarse juzgando su aspecto, Akame decidió tomar el turno.
—Mi nombre es Uchiha Akame, gracias por su hospitalidad —anunció, poniéndose en pie y dedicándole una queda pero cortés reverencia a la dueña del lugar—. Y mi pregunta es... ¿Qué estamos haciendo aquí?
—Sakamoto Noemi-san —devolvió el saludo, sonriente—. Curioso, sí. Pero tengo que admitir que tu presencia es muy refrescante —añadió, haciendo una leve reverencia—. Estaba empezando a pensar que todo esto no era más que una broma de mal gusto.
No sabía por qué, pero el hecho de que hubiera allí alguien más —y de su propia Aldea— atendiendo a la excéntrica llamada del escultor le infundía cierta tranquilidad. Más de una vez, durante el trayecto e incluso la noche anterior, al Uchiha se le pasó por la cabeza que todo aquello no fuese más que un engaño, una estafa... Pero claro, ¿quién invertiría tanto tiempo y dinero en una broma pesada?
—Sea como sea, espero que obtengamos respuestas esta noche —rubricó, y luego tomó asiento, invitando a la joven Sakamoto a compartir mesa.
Pero las sorpresas no acababan ahí. Al poco Akame pudo distinguir otra cara conocida; esta vez, la de Hagakure Kotetsu, otro compañero de Villa. Kotetsu era un chico hábil y tranquilo, disciplinado, de esos que solían encajar en el molde que Akame había asignado al adjetivo de "buen shinobi".
—Lo mismo digo, Kotetsu-san —respondió con una tranquila sonrisa el Uchiha, a la que acompañó de una leve reverencia.
«Así que somos nosotros tres y... Ese chico» reflexionó Akame, lanzando una mirada disimulada al cuarto invitado, que no era otro que el niño-pez que tan ruidosamente había irrumpido en la posada la noche anterior. En aquel momento comía sin el menor reparo, desgarrando trozos de carne asada con sus dientes afilados como cuchillas, en un lugar apartado de los tres ninjas de la Espiral.
No hubo tiempo para más reflexiones porque la dueña de El Sauce Cambiante hizo acto de presencia. Akame no pudo evitar una mueca de decepción se adueñase de su rostro cuando aquella anciana les dijo que tendrían que esperar todavía más para conocer al maestro artista.
«Así que Kaido, ¿eh?»
Una vez el misterioso y azulado muchacho se presentó de una forma tan peculiar como podía esperarse juzgando su aspecto, Akame decidió tomar el turno.
—Mi nombre es Uchiha Akame, gracias por su hospitalidad —anunció, poniéndose en pie y dedicándole una queda pero cortés reverencia a la dueña del lugar—. Y mi pregunta es... ¿Qué estamos haciendo aquí?