21/03/2017, 20:33
(Última modificación: 29/07/2017, 01:43 por Amedama Daruu.)
—¡Bu-buenos días, Kōri -kun! —respondió Kiroe, inusualmente nerviosa. Kōri la miró con cierta curiosidad, pero un sonido a sus espaldas llamó a su atención. Un estallido seguido del sonido de la salpicadura del agua al caer—. ¡¡DARUU, IDIOTA!!
En un abrir y cerrar de ojos, la mujer había tomado una fregona y se dirigía entre largas zancadas a la mesa que su hijo ocupaba en aquellos momentos.
—Mira que eres un desastre. Siempre igual, "tengo sed mamá, ponme un vaso de agua también". Y luego no sabes beber, ¡bocachocho! —le espetó, y los clientes que llenaban la tienda se echaron a reír.
Kōri debía ser la única persona que no se estaba riendo. Observaba y estudiaba la escena con ojos de búho, analizando cada uno de los movimientos de Kiroe cuando esta sacó una bolsa y la dejó encima de la mesa antes de ponerse a fregar el agua que ahora encharcaba el suelo a su alrededor.
—¡Anda, atiende a tu invitado como se merece —dijo, antes de dirigirse hacia la cocina. Seguramente para terminar de arreglar el estropicio que en teoría había ocasionado su hijo.
Preguntándose desde cuándo era un invitado y no un cliente más, Kōri se acercó a la mesa del chico. Se detuvo, sin embargo, cuando sus pies dieron con el suelo húmedo. Como explicación, Daruu señaló el vaso volcado que debía haber ocasionado tal incidente.
—Buenas tardes, Daruu-kun. ¿Esperas compañía?
—Sí —confirmó Daruu, señalando en esta ocasión la bolsa que había dejado anteriormente Kiroe—. La tuya. Feliz cumpleaños, Kōri-san. ¡Sorpresa!
Kōri pestañeó varias veces. Era evidente que le había sorprendido, pero en ningún momento dejó que aquel sentimiento se reflejara en su rostro. Casi con parsimonia, se sentó en la silla que estaba libre.
—Mi cumpleaños es en Aliento Nevado —respondió, con toda la calma del mundo. Sin embargo, tras echarle una ojeada a la bolsa y comprobar que estaba repleta de sus amados bollitos de vainilla, asintió para sí y los atrajo hacia él. Y con aquella misma calma sacó uno de ellos y le dio un bocado. Aunque se interrumpió a medio masticar—. ¿Ese chocolate también es para mí? —preguntó, señalando la taza que aún humeaba frente a él, haciendo compañía al té de Daruu.
—Estoy buscando a Ayame, ¿la has visto? —añadió, clavando sus ojos de hielo en el genin.
En un abrir y cerrar de ojos, la mujer había tomado una fregona y se dirigía entre largas zancadas a la mesa que su hijo ocupaba en aquellos momentos.
—Mira que eres un desastre. Siempre igual, "tengo sed mamá, ponme un vaso de agua también". Y luego no sabes beber, ¡bocachocho! —le espetó, y los clientes que llenaban la tienda se echaron a reír.
Kōri debía ser la única persona que no se estaba riendo. Observaba y estudiaba la escena con ojos de búho, analizando cada uno de los movimientos de Kiroe cuando esta sacó una bolsa y la dejó encima de la mesa antes de ponerse a fregar el agua que ahora encharcaba el suelo a su alrededor.
—¡Anda, atiende a tu invitado como se merece —dijo, antes de dirigirse hacia la cocina. Seguramente para terminar de arreglar el estropicio que en teoría había ocasionado su hijo.
Preguntándose desde cuándo era un invitado y no un cliente más, Kōri se acercó a la mesa del chico. Se detuvo, sin embargo, cuando sus pies dieron con el suelo húmedo. Como explicación, Daruu señaló el vaso volcado que debía haber ocasionado tal incidente.
—Buenas tardes, Daruu-kun. ¿Esperas compañía?
—Sí —confirmó Daruu, señalando en esta ocasión la bolsa que había dejado anteriormente Kiroe—. La tuya. Feliz cumpleaños, Kōri-san. ¡Sorpresa!
Kōri pestañeó varias veces. Era evidente que le había sorprendido, pero en ningún momento dejó que aquel sentimiento se reflejara en su rostro. Casi con parsimonia, se sentó en la silla que estaba libre.
—Mi cumpleaños es en Aliento Nevado —respondió, con toda la calma del mundo. Sin embargo, tras echarle una ojeada a la bolsa y comprobar que estaba repleta de sus amados bollitos de vainilla, asintió para sí y los atrajo hacia él. Y con aquella misma calma sacó uno de ellos y le dio un bocado. Aunque se interrumpió a medio masticar—. ¿Ese chocolate también es para mí? —preguntó, señalando la taza que aún humeaba frente a él, haciendo compañía al té de Daruu.
—Estoy buscando a Ayame, ¿la has visto? —añadió, clavando sus ojos de hielo en el genin.