24/03/2017, 02:19
(Última modificación: 29/07/2017, 01:44 por Amedama Daruu.)
La respuesta que esperaba no tardó en llegar. Aunque no fue por colaboración de Daruu, precisamente. Un súbito estruendo proveniente de la cocina le hizo alzar la cabeza y mirar en aquella dirección. No alcanzaba a escucharlas con claridad, pero eran dos las voces femeninas que discutían acaloradamente tras la puerta. Una era la voz de Kiroe. La otra, más aguda y juvenil, sin duda alguna...
—¿¡Desde cuándo no vuelves a casa!? —Alcanzó a escuchar.
—E... esto. Verás... —balbuceaba Daruu, pero Kōri ya no le escuchaba.
Realmente, no necesitaba oír nada más.
Se había levantado de la silla sin mediar palabra y, con la bolsa de los bollitos firmemente agarrada, echó a andar.
—¿Qué? ¡Oh, oh! Oh... —Kiroe parecía decepcionada con su respuesta, y Ayame no pudo evitar sentirse terriblemente mal por sus palabras. Aunque no alcanzaba a comprender por qué se sentía así. La madre de Daruu se tapó el rostro con ambas manos, resopló y después respiró hondo—. Entonces... ¿por qué huyes? ¿Es por el examen? ¿¡Desde cuando no vuelves a casa!? ¡Tu padre tiene que estar preocupadísimo!
Ayame tragó saliva y apartó la mirada. Inquieta, se abrazó el costado.
—De... desde esta mañana... —balbuceó, incapaz de mentirle.
La puerta chirrió de repente, y Ayame sintió que se le congelaba la sangre en las venas. Allí, en el umbral de la cocina, una figura blanca las observaba con aquellos gélidos ojos ligeramente entrecerrados. Parecía disgustado, o aquella fue la impresión que tuvo Ayame al mirarle, pero lo cierto era que su rostro no reflejaba ningún tipo de sentimiento cuando se giró hacia Kiroe e inclinó la cabeza.
—Disculpe la intromisión, Kiroe-san. Estaba buscando a mi hermana —dijo, gélido y formal a partes iguales.
Sin embargo, Ayame volvió a retroceder un par de pasos. ¿Estaba a tiempo de escapar por alguna ventana?
—¿¡Desde cuándo no vuelves a casa!? —Alcanzó a escuchar.
—E... esto. Verás... —balbuceaba Daruu, pero Kōri ya no le escuchaba.
Realmente, no necesitaba oír nada más.
Se había levantado de la silla sin mediar palabra y, con la bolsa de los bollitos firmemente agarrada, echó a andar.
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—¿Qué? ¡Oh, oh! Oh... —Kiroe parecía decepcionada con su respuesta, y Ayame no pudo evitar sentirse terriblemente mal por sus palabras. Aunque no alcanzaba a comprender por qué se sentía así. La madre de Daruu se tapó el rostro con ambas manos, resopló y después respiró hondo—. Entonces... ¿por qué huyes? ¿Es por el examen? ¿¡Desde cuando no vuelves a casa!? ¡Tu padre tiene que estar preocupadísimo!
Ayame tragó saliva y apartó la mirada. Inquieta, se abrazó el costado.
—De... desde esta mañana... —balbuceó, incapaz de mentirle.
La puerta chirrió de repente, y Ayame sintió que se le congelaba la sangre en las venas. Allí, en el umbral de la cocina, una figura blanca las observaba con aquellos gélidos ojos ligeramente entrecerrados. Parecía disgustado, o aquella fue la impresión que tuvo Ayame al mirarle, pero lo cierto era que su rostro no reflejaba ningún tipo de sentimiento cuando se giró hacia Kiroe e inclinó la cabeza.
—Disculpe la intromisión, Kiroe-san. Estaba buscando a mi hermana —dijo, gélido y formal a partes iguales.
Sin embargo, Ayame volvió a retroceder un par de pasos. ¿Estaba a tiempo de escapar por alguna ventana?