30/03/2017, 21:21
—No son las palabras que hubiese usado, pero creo que tienes mucha razón, Kaido-san. —Se llevo una buena porción de fideos a la boca mientras pensaba en lo dicho.
Si bien el espécimen azul demostró su amplio manejo del leguaje que debían de usar en las tabernas de mala muerte, el Hakagurē no pudo sino sentirse impresionado con lo poco cohibido que se mostraba. Ciertamente era grosero, pero también extrovertido y honesto… Incluso humorístico. Akame, por su parte, no se tomo la situación de manera tan calmada: Se le notaba molesto y un tanto frustrado, siendo muy raro en él comportarse de aquella manera, o al menos demostrar tal estado. Aunque a su manera el joven de ojos grises le entendía, no era agradable sentir que están jugando con su tiempo. El también sentia cierta molestia por la descortesía, pero su lado de niño estaba muy emocionado y curioso como para reparar en cosas sobre las que no tenía control.
“No tiene sentido ofuscarse a estas alturas —se recordó mientras degustaba un poco de sopa de hongos y ciervo—. Eres un buen ninja Akame, pero a veces eres demasiado serio y eso mata tu sentido de la aventura; Aquí estas, en una tierra lejana, en un buen lugar y con gente conocida, esperando resolver el misterio tras la reaparición de un artista legendario y el motivo de haberte escogido… Y de seguro estas pensando en que tienes cosas que hacer en la villa.”
La muchacha de cabellos dorados y, ahora que lo notaba, gran busto compartió la opinión del Uchiha, solo que lo expreso de una manera mucho más sencilla y calmada.
—Lamento no poder proporcionarles más respuestas, pero cuando se trata del señor Satomu las cosas suelen ser complicadas.
La señora bebió un poco de té y recibió las quejas de manera estoica, con una expresión muy cansada. Era comprensible que se sintiera un tanto estresada con todo aquello, pues seguramente no estaba acostumbrado a tratar con ninjas o con la impaciencia de la juventud, y ahora debía lidiar con ambas cosas a la vez y en su casa. Dirigió una mirada lánguida hacia Kōtetsu, como diciéndole que también era libre de arrojarle sus malestares, si así le placía.
—Admito que no sabía en qué me estaba metiendo cuando supe que debía de tratar con un artista, pues no imagine que hiciera las cosas de manera tan... "diferente". Pero como ya estoy aquí, y como no me marchare hasta que lo vea y tenga mis debidas respuestas, solo me resta tener paciencia… mucha paciencia.
»Pese a todo, el recibimiento ha sido muy agradable. Gracias, Hiroe-san.
La anciana respondió inclinándose cortésmente ante las palabras del muchacho.
El resto de la cena transcurrió sin nada que resaltar, excepto por una cosa: Hacia el final de la misma, cuando estaban recogiendo los platos, una chica llego de manera apresurada hasta el lado de la señora Mikuriya para entregarle un pequeño pergamino. La enviada le susurro algunas palabras y la anciana rompió el sello con prisa. Desde la posición del Hakagurē no podría verse, pues yacía inclinado por el peso de su estomago, pero alguien con buen ojo podría darse cuenta que aquella impresión de cera era la misma que rompieron cuando recibieron la carta del señor Nishijima.
—Mala cosa, mala cosa —susurro para sí misma la anciana, mientras leía con los ojos bien abiertos—. Un día somos un lugar alejado de todo el mundo, y al día siguiente el mundo viene en pos de nosotros.
De pronto la encargada se hizo consiente del silencio que se había hecho en la habitación. Cerro el pergamino y mientras lo guardaba en el bolsillo despidió a la mensajera con un ademan.
—Parece que su petición ha sido escuchada, Akame-san —aseguro mientras se levantaba lentamente—. Deberan de levantarse y marcharse temprano, pues se ha arreglado que mañana sean recibidos por el propio Nishijima Satomu.
Si bien el espécimen azul demostró su amplio manejo del leguaje que debían de usar en las tabernas de mala muerte, el Hakagurē no pudo sino sentirse impresionado con lo poco cohibido que se mostraba. Ciertamente era grosero, pero también extrovertido y honesto… Incluso humorístico. Akame, por su parte, no se tomo la situación de manera tan calmada: Se le notaba molesto y un tanto frustrado, siendo muy raro en él comportarse de aquella manera, o al menos demostrar tal estado. Aunque a su manera el joven de ojos grises le entendía, no era agradable sentir que están jugando con su tiempo. El también sentia cierta molestia por la descortesía, pero su lado de niño estaba muy emocionado y curioso como para reparar en cosas sobre las que no tenía control.
“No tiene sentido ofuscarse a estas alturas —se recordó mientras degustaba un poco de sopa de hongos y ciervo—. Eres un buen ninja Akame, pero a veces eres demasiado serio y eso mata tu sentido de la aventura; Aquí estas, en una tierra lejana, en un buen lugar y con gente conocida, esperando resolver el misterio tras la reaparición de un artista legendario y el motivo de haberte escogido… Y de seguro estas pensando en que tienes cosas que hacer en la villa.”
La muchacha de cabellos dorados y, ahora que lo notaba, gran busto compartió la opinión del Uchiha, solo que lo expreso de una manera mucho más sencilla y calmada.
—Lamento no poder proporcionarles más respuestas, pero cuando se trata del señor Satomu las cosas suelen ser complicadas.
La señora bebió un poco de té y recibió las quejas de manera estoica, con una expresión muy cansada. Era comprensible que se sintiera un tanto estresada con todo aquello, pues seguramente no estaba acostumbrado a tratar con ninjas o con la impaciencia de la juventud, y ahora debía lidiar con ambas cosas a la vez y en su casa. Dirigió una mirada lánguida hacia Kōtetsu, como diciéndole que también era libre de arrojarle sus malestares, si así le placía.
—Admito que no sabía en qué me estaba metiendo cuando supe que debía de tratar con un artista, pues no imagine que hiciera las cosas de manera tan... "diferente". Pero como ya estoy aquí, y como no me marchare hasta que lo vea y tenga mis debidas respuestas, solo me resta tener paciencia… mucha paciencia.
»Pese a todo, el recibimiento ha sido muy agradable. Gracias, Hiroe-san.
La anciana respondió inclinándose cortésmente ante las palabras del muchacho.
El resto de la cena transcurrió sin nada que resaltar, excepto por una cosa: Hacia el final de la misma, cuando estaban recogiendo los platos, una chica llego de manera apresurada hasta el lado de la señora Mikuriya para entregarle un pequeño pergamino. La enviada le susurro algunas palabras y la anciana rompió el sello con prisa. Desde la posición del Hakagurē no podría verse, pues yacía inclinado por el peso de su estomago, pero alguien con buen ojo podría darse cuenta que aquella impresión de cera era la misma que rompieron cuando recibieron la carta del señor Nishijima.
—Mala cosa, mala cosa —susurro para sí misma la anciana, mientras leía con los ojos bien abiertos—. Un día somos un lugar alejado de todo el mundo, y al día siguiente el mundo viene en pos de nosotros.
De pronto la encargada se hizo consiente del silencio que se había hecho en la habitación. Cerro el pergamino y mientras lo guardaba en el bolsillo despidió a la mensajera con un ademan.
—Parece que su petición ha sido escuchada, Akame-san —aseguro mientras se levantaba lentamente—. Deberan de levantarse y marcharse temprano, pues se ha arreglado que mañana sean recibidos por el propio Nishijima Satomu.