22/04/2017, 02:49
—Gracias, Eri-san —respondió el Uchiha, ensanchando su sonrisa y entrecerrando los ojos ante la amabilidad de su compañera.
De repente sucedió algo que Uchiha Akame, ni en sus más profundos delirios, podría haber previsto.
—Akame-san, debo pedirte disculpas...
El aludido se detuvo de repente, clavando sus ojos azabaches en la menuda y bonita figura de su compañera. Aquello le pilló totalmente desprevenido, y mientras Eri hablaba, él se sentía ausente. Como si todo eso le estuviese ocurriendo a otra persona que hubiera ocupado su cuerpo por momentos. Conforme se sucedían las palabras de la muchacha, Akame quedaba más y más estupefacto, y tuvo que obligarse un par de veces a cerrar la mandíbula, que se le desencajaba de pura incredulidad.
¿Furukawa Eri, una de las más habilidosas y populares kunoichis de la promoción, pidiéndole disculpas? ¡Parecía una completa locura!
El Uchiha abrió los ojos tanto que creyó que se le iban a salir de las órbitas. Se dio cuenta de que estaba boquiabierto otra vez, y cerró la mandíbula apresuradamente. Pasaron unos tensos instantes de silencio hasta que Akame fue capaz de articular palabra.
—Eri-san, yo... —sintió como se le formaba un nudo en el estómago; ¿debía confortarla? ¿Pero cómo?—. ¡No tienes por qué disculparte! —logró decir finalmente—. Eres una excelente kunoichi y me alegro de tenerte como compañera.
«¿Y a eso llamas reconfortar a alguien? ¡Vaya chusta!». El chico trató de acallar a su fuero interno.
—Lo que quiero decir es que... —trastabilló con las palabras—. Creo que eres una ninja genial y no deberías sentirte intimidada por nadie.
Notó cómo un calor extraño e incómodo le subía por la barriga hasta la cara, pasando por el pecho. Y se sintió vulnerable. Era algo agridulce, como un pellizco que duele y hace cosquillas a la vez. Entonces simplemente se acercó un poco y le dio una tímida palmadita en el hombro a su compañera.
—Vamos, no deberíamos detenernos —agregó, y su rostro había retomado aquella sonrisa fría e insondable que tanto le caracterizaba.
De repente sucedió algo que Uchiha Akame, ni en sus más profundos delirios, podría haber previsto.
—Akame-san, debo pedirte disculpas...
El aludido se detuvo de repente, clavando sus ojos azabaches en la menuda y bonita figura de su compañera. Aquello le pilló totalmente desprevenido, y mientras Eri hablaba, él se sentía ausente. Como si todo eso le estuviese ocurriendo a otra persona que hubiera ocupado su cuerpo por momentos. Conforme se sucedían las palabras de la muchacha, Akame quedaba más y más estupefacto, y tuvo que obligarse un par de veces a cerrar la mandíbula, que se le desencajaba de pura incredulidad.
¿Furukawa Eri, una de las más habilidosas y populares kunoichis de la promoción, pidiéndole disculpas? ¡Parecía una completa locura!
El Uchiha abrió los ojos tanto que creyó que se le iban a salir de las órbitas. Se dio cuenta de que estaba boquiabierto otra vez, y cerró la mandíbula apresuradamente. Pasaron unos tensos instantes de silencio hasta que Akame fue capaz de articular palabra.
—Eri-san, yo... —sintió como se le formaba un nudo en el estómago; ¿debía confortarla? ¿Pero cómo?—. ¡No tienes por qué disculparte! —logró decir finalmente—. Eres una excelente kunoichi y me alegro de tenerte como compañera.
«¿Y a eso llamas reconfortar a alguien? ¡Vaya chusta!». El chico trató de acallar a su fuero interno.
—Lo que quiero decir es que... —trastabilló con las palabras—. Creo que eres una ninja genial y no deberías sentirte intimidada por nadie.
Notó cómo un calor extraño e incómodo le subía por la barriga hasta la cara, pasando por el pecho. Y se sintió vulnerable. Era algo agridulce, como un pellizco que duele y hace cosquillas a la vez. Entonces simplemente se acercó un poco y le dio una tímida palmadita en el hombro a su compañera.
—Vamos, no deberíamos detenernos —agregó, y su rostro había retomado aquella sonrisa fría e insondable que tanto le caracterizaba.