22/04/2017, 12:21
Al escuchar la afirmación de Akame de viajar hasta Los Herreros y hacer un descanso allí, la joven asintió satisfecha y volvió a guardar su mapa en el bolsillo del que momentos antes había sido sacado. Así, con la ruta ya hecha, al menos en gran medida; podían avanzar sin miedo.
Esperaba no tener algún tipo de contratiempo por el camino.
Nada más entrar en la Planicie del Silencio se dieron cuenta de que llegaban a su destino: la hierba de un tono verde oscuro, el viento acompañándoles en el viaje, la tierra oscura y los pequeños charcos de agua que les rodeaban eran sin lugar a dudas indicios de que se encontraban en dicha planicie. Poco les faltaría a llegar a Los Herreros.
Y cuando llegó la noche, allí se encontraban.
Nunca había estado en aquella pequeña ciudad, pero cuando puso el pie allí notó que se encontraba en un lugar calmado, tranquilo, todo lo contrario a lo que podía haber pensado, pues, ¿qué pensarías sobre un lugar en el que se fabricaban prácticamente todas las armas del continente?
Su asombro estaba acompañado de cansancio y el sentimiento de pesadez que acarreaba su espalda. Miró a Akame con una sonrisa cansada: acababan de llegar a su destino.
— Akame-san, ¿has estado alguna vez aquí? — Preguntó sujetando bien el asa de su mochila. —Por si conocías algún lugar en el que podamos comer algo y descansar un poco. — Con eso seguramente diera a entender que ella no lo conocía, y que estaba bastante perdida por ello.
Esperaba no tener algún tipo de contratiempo por el camino.
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Nada más entrar en la Planicie del Silencio se dieron cuenta de que llegaban a su destino: la hierba de un tono verde oscuro, el viento acompañándoles en el viaje, la tierra oscura y los pequeños charcos de agua que les rodeaban eran sin lugar a dudas indicios de que se encontraban en dicha planicie. Poco les faltaría a llegar a Los Herreros.
Y cuando llegó la noche, allí se encontraban.
Nunca había estado en aquella pequeña ciudad, pero cuando puso el pie allí notó que se encontraba en un lugar calmado, tranquilo, todo lo contrario a lo que podía haber pensado, pues, ¿qué pensarías sobre un lugar en el que se fabricaban prácticamente todas las armas del continente?
Su asombro estaba acompañado de cansancio y el sentimiento de pesadez que acarreaba su espalda. Miró a Akame con una sonrisa cansada: acababan de llegar a su destino.
— Akame-san, ¿has estado alguna vez aquí? — Preguntó sujetando bien el asa de su mochila. —Por si conocías algún lugar en el que podamos comer algo y descansar un poco. — Con eso seguramente diera a entender que ella no lo conocía, y que estaba bastante perdida por ello.