22/04/2017, 20:36
Despertar no resultó ser un inconveniente para el tiburón. Porque el escándalo era tal al exterior de la habitación que para el escualo fue imposible volver a conciliar el sueño después de haberse despertado una vez. Incluso, trató de exhortar a quienes no le dejaban dormir a que callaran al menos por treinta minutos, pero sus amenazas no ayudarían para nada. Hasta el punto en el que se rindió, y con los ojos pesados arrastró su azulado trasero hasta los linderos del baño, para tomar una ducha y tratar de despertar su cansada alma.
Poco después, tanto Kaido como su mentor ya se encontraban listos para partir. Equipaje en mano, y armamento lo suficientemente bien oculto para no levantar sospechas.
Yarou-dono avanzó primero, y su pupilo; detrás. Hasta dejar la habitación y partir hacia los linderos de la ya conocida recepción.
—Yo soy Yosehara Jokei, el alguacil del pueblo —Kaido llegó junto a Yarou, justo cuando el enorme guardia de la brillante armadura desvelaba su cargo, y poco después; el por qué de su presencia—. Me encargare de escoltarlos hasta donde se encuentra el señor Nishijima.
El escualo creyó aquello de inmediato. No le era difícil pensar que alguien tan importante como Satomu se tomaría la libertad de contratar a gente pertinente para que les llevasen hasta sus aposentos. Yarou, sin embargo, ya comenzaba a percatarse de que no todo iba tan bien como los jóvenes shinobi podrían haber pensado. Puesto que su perspicacia le hizo notar en el continuo intercambio de palabras entre el alguacil, y la mujer encargada de la posada; y el recelo entre las miradas cruzadas de ambos.
A él no le iban a engañar.
Y sus sospechas se confirmaron cuando, una vez fuera; el "alguacil" reveló a su séquito de guardias bien armados y repartidos en la entrada estratégicamente para rodear a los invitados.
Kaido les miró a todos con el ceño fruncido, y Yarou-dono se permitió hablar después de la intervención del joven Kotetsu.
—Sí, pero tambien me parece que son los justos y necesarios como para arrestar a un grupo de ninjas intrusos.
—Permítame dudar por un momento de sus intenciones, alguacil. ¿Pero podría explicarnos el por qué de la presencia de tantos guardias, tan bien armados; además? —Yarou le miró fijamente a la cara, con la astucia de un experimentado guerrero—. ¿Es el trayecto hasta la localidad del señor Satomu tan peligroso, acaso... o existe alguna otra razón de peso?
Poco después, tanto Kaido como su mentor ya se encontraban listos para partir. Equipaje en mano, y armamento lo suficientemente bien oculto para no levantar sospechas.
Yarou-dono avanzó primero, y su pupilo; detrás. Hasta dejar la habitación y partir hacia los linderos de la ya conocida recepción.
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—Yo soy Yosehara Jokei, el alguacil del pueblo —Kaido llegó junto a Yarou, justo cuando el enorme guardia de la brillante armadura desvelaba su cargo, y poco después; el por qué de su presencia—. Me encargare de escoltarlos hasta donde se encuentra el señor Nishijima.
El escualo creyó aquello de inmediato. No le era difícil pensar que alguien tan importante como Satomu se tomaría la libertad de contratar a gente pertinente para que les llevasen hasta sus aposentos. Yarou, sin embargo, ya comenzaba a percatarse de que no todo iba tan bien como los jóvenes shinobi podrían haber pensado. Puesto que su perspicacia le hizo notar en el continuo intercambio de palabras entre el alguacil, y la mujer encargada de la posada; y el recelo entre las miradas cruzadas de ambos.
A él no le iban a engañar.
Y sus sospechas se confirmaron cuando, una vez fuera; el "alguacil" reveló a su séquito de guardias bien armados y repartidos en la entrada estratégicamente para rodear a los invitados.
Kaido les miró a todos con el ceño fruncido, y Yarou-dono se permitió hablar después de la intervención del joven Kotetsu.
—Sí, pero tambien me parece que son los justos y necesarios como para arrestar a un grupo de ninjas intrusos.
—Permítame dudar por un momento de sus intenciones, alguacil. ¿Pero podría explicarnos el por qué de la presencia de tantos guardias, tan bien armados; además? —Yarou le miró fijamente a la cara, con la astucia de un experimentado guerrero—. ¿Es el trayecto hasta la localidad del señor Satomu tan peligroso, acaso... o existe alguna otra razón de peso?