26/04/2017, 18:33
Eri se sentía como un pez fuera del agua en aquel momento, entre la mirada del dueño y el ruido que, aunque habiendo poca gente; se formaba, sentía que fuera de aquel sitio dormiría mucho mejor que dentro de él. Por suerte, el Uchiha que tenía como compañero de misión acudió en su rescate, alegando que, pese a que el dueño tenía cara de perros, todo el servicio era excelente. Eso la animó, no mucho; pero al menos cenaría caliente y podría dormir en una cama blanda.
— Creo que yo también me muero por ese estofado.
Aunque estuviesen en verano e hiciese un calor bochornoso fuera, su estómago pedía a gritos algo de comida de verdad, así que, confiando en el moreno, esperaba que ese estofado del que hablaba estuviese de verdad tan delicioso como afirmaba.
Fue él quien les presentó a ambos, y la joven no dudó en agradecérselo por dentro pues no se sentía muy confiada de hablar con Pangoro de momento, un buenas noches, señor después de que Akame dijera su nombre fue lo único que dijo, y cuando el dueño les dejó que rellenasen los formularios —pese a la mirada extraña que lanzó—, Eri, un tanto indecisa, tomó su bolígrafo y rellenó la información algo más lenta que Akame.
— Muchas gracias, señor. — Respondió ella con una sonrisa nerviosa. — Claro, parece que esa mesa está vacía, vayamos allí. — Respondió al moreno señalando una mesa un poco alejada, todavía inquieta por el lugar en el que se encontraban. — Si no quieres, en cualquiera estamos bien...
— Creo que yo también me muero por ese estofado.
Aunque estuviesen en verano e hiciese un calor bochornoso fuera, su estómago pedía a gritos algo de comida de verdad, así que, confiando en el moreno, esperaba que ese estofado del que hablaba estuviese de verdad tan delicioso como afirmaba.
Fue él quien les presentó a ambos, y la joven no dudó en agradecérselo por dentro pues no se sentía muy confiada de hablar con Pangoro de momento, un buenas noches, señor después de que Akame dijera su nombre fue lo único que dijo, y cuando el dueño les dejó que rellenasen los formularios —pese a la mirada extraña que lanzó—, Eri, un tanto indecisa, tomó su bolígrafo y rellenó la información algo más lenta que Akame.
— Muchas gracias, señor. — Respondió ella con una sonrisa nerviosa. — Claro, parece que esa mesa está vacía, vayamos allí. — Respondió al moreno señalando una mesa un poco alejada, todavía inquieta por el lugar en el que se encontraban. — Si no quieres, en cualquiera estamos bien...