28/04/2017, 05:55
Kōtetsu estuvo a punto de protestar en contra de los fuertes prejuicios que emanaban de aquel oficial, pero un pensamiento, frio como el agua de rio, calmo su ser:
“Si aquel incendio hubiese ocurrido en mi hermoso pueblo, ¿no me comportaría de tal manera tan recelosa y tosca con los extraños?”
La respuesta resultaba tan evidente que le hacía sentirse avergonzado: Un ninja era un ser humano con capacidades extraordinarias, y lo único que lo separaba de convertirse en un demonio, como en las legendas ancestrales, era la responsabilidad con que esgrimía tal poder. Solo bastaba con que fuese un poco irreflexivo para que sus actos desencadenaran un gran desastre y sembraran la semilla del miedo entre los no bendecidos con sus dones, suceso que luego solo les permitiría cosechar el fruto de la intolerancia.
—Yo…
El acompañante del joven de Amegakure se manifestó con una excelente esgrima verbal que defendía su posición como ninja, y puede que su orgullo también. El Hakagurē sintió que protegió su postura correctamente, pero sentía cierta incomodidad al pensar que caerían en el juego de intimidar y responder, más aun porque estaban tratando con civiles… Con gente que era un tanto huraña, pero que solo velaba por la seguridad y paz de su pueblo.
—¡Ustedes, forasteros…! —Yosehara, giro su montura y encaro al grupo de ninjas, sin mostrar, puede que por inocente ignorancia, ni un ápice de miedo.
Antes de siquiera poder pensar en que estaba haciendo, el de cabellos níveos se adelanto para decir lo que sabía que no podía callar.
—Se que fue la incompetencia de unos ninjas la que causo aquella tragedia —aseguro, traicionando un tanto la dignidad de los ninjas, pero siendo fiel a la rectitud de los guerreros—, pero no estamos aquí para que nos juzguen como si fuéramos ellos, ni para tener que amenazar o ser intimidados… Solo seamos tolerantes y continuemos, ¿vale?
El silencio se hizo presente, y por un momento el joven espadachín se ruborizo creyendo que había hecho el ridículo. Era una fortuna que su expresión se mantuviera calmada y firme, pues de lo contrario sus palabras habrían perdido mucha fuerza.
—Solo… —De pronto el oficial giro su rostro para no tener que ver al de ojos grises, como si se avergonzara de que un niño tuviese que decirle que se comportara—. Si llega a pasar algo y tienen que defenderse, no se preocupen por nosotros, pero eviten cualquier cosa que pueda dañar al pueblo.
Jokei dio media vuelta a su montura y se encamino a paso lento hacia la punta de la formación. Por su parte, Kōtetsu se limito a caminar en silencio hacia su litera, sintiendo aun la vergüenza de tener que hablar con todo aquel montón de gente observándole.
Entre que todos decidieran montar en las literas y comenzaran a andar no debió de pasar mucho tiempo, pues una hora más tarde ya se encontraban a una distancia considerable del pueblo, que parecía una hermosa pintura rural desde la lejania. La formación se mantenía ligeramente abierta, de manera que los invitados pudiesen bajar de sus vehículos y caminar cuando así les apeteciera. El piel morena se quedo tendido en la suya, dándoles vueltas al asunto aquel de hacía rato, pensando en que el problema no era que alguno estuviese equivocado, sino que ambos debatientes tenían una lógica que les hacia merecedores de tener la razón. Se quedo largo rato con una pierna colgando, mientras Naomi caminaba a su lado intercambiando alguna que otra frase o palabra que no llegaban a cuajar en una conversación.
Mientras, parecía que el clima cálido y la brisa fresca, que soplaba a través de los picos rodeados de bosques, habían relajado la dura actitud de los soldados que les servían de escolta y de los hombres que les cargaban. La formación también se relajo, tanto que el vehículo de Noemi y Akame quedaron lo suficientemente cerca el uno del otro para que pudieran conversar.
Viendo aquello, uno de los oficiales a caballo se acerco para también charlar un poco.
—Lamento lo del alguacil, puede parecer un hombre malo, pero solo se preocupa por los habitantes del pueblo —Se notaba que era un chico amable y muy conversador, de aquellos que no tenía mucho reparo para responder a lo que se le preguntara—. Mi nombre es Tamaro… Así que, ¿ustedes son ninjas? Increíble, incluso lucen como personas normales… ¿o es una especie de camuflaje? Es que jamas habia visto a un Shinobi, menos a una Kunoichi.
“Si aquel incendio hubiese ocurrido en mi hermoso pueblo, ¿no me comportaría de tal manera tan recelosa y tosca con los extraños?”
La respuesta resultaba tan evidente que le hacía sentirse avergonzado: Un ninja era un ser humano con capacidades extraordinarias, y lo único que lo separaba de convertirse en un demonio, como en las legendas ancestrales, era la responsabilidad con que esgrimía tal poder. Solo bastaba con que fuese un poco irreflexivo para que sus actos desencadenaran un gran desastre y sembraran la semilla del miedo entre los no bendecidos con sus dones, suceso que luego solo les permitiría cosechar el fruto de la intolerancia.
—Yo…
El acompañante del joven de Amegakure se manifestó con una excelente esgrima verbal que defendía su posición como ninja, y puede que su orgullo también. El Hakagurē sintió que protegió su postura correctamente, pero sentía cierta incomodidad al pensar que caerían en el juego de intimidar y responder, más aun porque estaban tratando con civiles… Con gente que era un tanto huraña, pero que solo velaba por la seguridad y paz de su pueblo.
—¡Ustedes, forasteros…! —Yosehara, giro su montura y encaro al grupo de ninjas, sin mostrar, puede que por inocente ignorancia, ni un ápice de miedo.
Antes de siquiera poder pensar en que estaba haciendo, el de cabellos níveos se adelanto para decir lo que sabía que no podía callar.
—Se que fue la incompetencia de unos ninjas la que causo aquella tragedia —aseguro, traicionando un tanto la dignidad de los ninjas, pero siendo fiel a la rectitud de los guerreros—, pero no estamos aquí para que nos juzguen como si fuéramos ellos, ni para tener que amenazar o ser intimidados… Solo seamos tolerantes y continuemos, ¿vale?
El silencio se hizo presente, y por un momento el joven espadachín se ruborizo creyendo que había hecho el ridículo. Era una fortuna que su expresión se mantuviera calmada y firme, pues de lo contrario sus palabras habrían perdido mucha fuerza.
—Solo… —De pronto el oficial giro su rostro para no tener que ver al de ojos grises, como si se avergonzara de que un niño tuviese que decirle que se comportara—. Si llega a pasar algo y tienen que defenderse, no se preocupen por nosotros, pero eviten cualquier cosa que pueda dañar al pueblo.
Jokei dio media vuelta a su montura y se encamino a paso lento hacia la punta de la formación. Por su parte, Kōtetsu se limito a caminar en silencio hacia su litera, sintiendo aun la vergüenza de tener que hablar con todo aquel montón de gente observándole.
Entre que todos decidieran montar en las literas y comenzaran a andar no debió de pasar mucho tiempo, pues una hora más tarde ya se encontraban a una distancia considerable del pueblo, que parecía una hermosa pintura rural desde la lejania. La formación se mantenía ligeramente abierta, de manera que los invitados pudiesen bajar de sus vehículos y caminar cuando así les apeteciera. El piel morena se quedo tendido en la suya, dándoles vueltas al asunto aquel de hacía rato, pensando en que el problema no era que alguno estuviese equivocado, sino que ambos debatientes tenían una lógica que les hacia merecedores de tener la razón. Se quedo largo rato con una pierna colgando, mientras Naomi caminaba a su lado intercambiando alguna que otra frase o palabra que no llegaban a cuajar en una conversación.
Mientras, parecía que el clima cálido y la brisa fresca, que soplaba a través de los picos rodeados de bosques, habían relajado la dura actitud de los soldados que les servían de escolta y de los hombres que les cargaban. La formación también se relajo, tanto que el vehículo de Noemi y Akame quedaron lo suficientemente cerca el uno del otro para que pudieran conversar.
Viendo aquello, uno de los oficiales a caballo se acerco para también charlar un poco.
—Lamento lo del alguacil, puede parecer un hombre malo, pero solo se preocupa por los habitantes del pueblo —Se notaba que era un chico amable y muy conversador, de aquellos que no tenía mucho reparo para responder a lo que se le preguntara—. Mi nombre es Tamaro… Así que, ¿ustedes son ninjas? Increíble, incluso lucen como personas normales… ¿o es una especie de camuflaje? Es que jamas habia visto a un Shinobi, menos a una Kunoichi.