28/04/2017, 07:37
El escualo se escudó detrás de su mentor y dejó que él hablara por sí mismo, por su pellejo; y por el honor de la aldea de Amegakure. Ningún mísero guardián iba a insultarle de semejante forma sin esperar recibir al menos la reprimenda merecida por las despectivas palabras salidas desde el más supedito rencor que probablemente sentía el alguacil tras el incidente anterior que tuvo con los de su clase.
El líder de aquella jauría de guardias, no obstante, pareció resguardarse detrás de su propio odio y calló. Calló, al menos, hasta que el genin de cabello blanco expresara con carencias lo que él creía conveniente. Un discurso más flexible y comprensivo, más inocente y descuidado. Y al que el alguacil terminó respondiendo, como si le fuese más sencillo replicar a un joven genin y no así a las palabras que anteriormente le había regalado el veterano de Amegakure.
Yarou-dono, viéndose ignorado; dio vuelta en su rectitud y dejó que la tumultosa introducción terminase de una buena vez. Se dirigió recto e impolutamente sereno hasta las cercanías de la litera disponible para ellos, y se acomodó como buenamente pudo.
Kaido, sin más que decir o hacer; hizo lo mismo.
Entonces, el lobo alfa tomó rumbo hacia la primera línea de defensa y comenzó a cabalgar, guiando a su rebaño hasta tierras abiertas. Donde transcurrió alrededor de una hora para que los viajeros pudieran observar a la lejanía, los reflejos sutiles e insuficientes del lejano pueblo donde se suponía estaba resguardado el famoso escultor.
Con la mirada fija sobre el horizonte, Kaido aguardó expectante y curiosamente en silencio —lo que no era propio de él, pero viéndose relegado quizás por ser el único miembro de una aldea distinta, y no así los otros tres invitados; que vestían orgullosamente la insignia del remolino— a que se diera voz y aviso de su llegada. Entre tanto, arrojó un par de miradas a la lejanía hacia las tiendas de sus interlocutores, percatándose de la aproximación de uno de los guardias.
Incapaz de saber de qué estaban hablando, el escualo volteó receloso y cerró sus ojos. Meditó, como nunca lo había hecho, afin de controlar sus impulsos. Debía estar sereno, porque a pesar de todo; aquella situación aún le seguía dando una muy mala espina.
El líder de aquella jauría de guardias, no obstante, pareció resguardarse detrás de su propio odio y calló. Calló, al menos, hasta que el genin de cabello blanco expresara con carencias lo que él creía conveniente. Un discurso más flexible y comprensivo, más inocente y descuidado. Y al que el alguacil terminó respondiendo, como si le fuese más sencillo replicar a un joven genin y no así a las palabras que anteriormente le había regalado el veterano de Amegakure.
Yarou-dono, viéndose ignorado; dio vuelta en su rectitud y dejó que la tumultosa introducción terminase de una buena vez. Se dirigió recto e impolutamente sereno hasta las cercanías de la litera disponible para ellos, y se acomodó como buenamente pudo.
Kaido, sin más que decir o hacer; hizo lo mismo.
Entonces, el lobo alfa tomó rumbo hacia la primera línea de defensa y comenzó a cabalgar, guiando a su rebaño hasta tierras abiertas. Donde transcurrió alrededor de una hora para que los viajeros pudieran observar a la lejanía, los reflejos sutiles e insuficientes del lejano pueblo donde se suponía estaba resguardado el famoso escultor.
Con la mirada fija sobre el horizonte, Kaido aguardó expectante y curiosamente en silencio —lo que no era propio de él, pero viéndose relegado quizás por ser el único miembro de una aldea distinta, y no así los otros tres invitados; que vestían orgullosamente la insignia del remolino— a que se diera voz y aviso de su llegada. Entre tanto, arrojó un par de miradas a la lejanía hacia las tiendas de sus interlocutores, percatándose de la aproximación de uno de los guardias.
Incapaz de saber de qué estaban hablando, el escualo volteó receloso y cerró sus ojos. Meditó, como nunca lo había hecho, afin de controlar sus impulsos. Debía estar sereno, porque a pesar de todo; aquella situación aún le seguía dando una muy mala espina.