28/04/2017, 17:29
Akame escuchó con atención las palabras de su compañera. Era una historia que ya había oído antes; la de la profunda indefensión ante el violento mundo que era Oonindo, y la promesa de ganar poder para tratar de equilibrar la balanza. Él sabía, no obstante, que echarle un pulso a la cantidad de peligros que aquella tierra era capaz de lanzarte no era tarea fácil. No estaba al alcance de todos. Muchos se esforzaban... Otros tantos más morían. Al menos Eri era consciente de la gran desventaja que todos ellos, gennin, tenían todavía respecto al mundo real. Incluso aunque fuesen capaces de escupir una bola de fuego, o de escalar paredes, o de lanzar shuriken con precisión... Ahí fuera había ninjas realmente poderosos. Esos eran quienes pesaban la balanza de poder en Oonindo.
—Es una causa noble —dijo el Uchiha, dando otro sorbo a su té.
Luego vino, claro, la segunda parte. La pregunta de vuelta. Akame desvió la mirada un momento; nunca se le había dado bien mentir, y con una persona tan sincera como Eri... Se le hacía incluso más difícil. Pero no es que tuviese elección.
—La verdad, me gustaría decir que mis convicciones son tan claras como las tuyas —mintió—. Pero lo cierto es que me alisté para escapar de una vida entre libros de cuentas, cajas y billetes. Mi padre es comerciante, y quería que yo siguiera sus pasos con el negocio familiar —pese a todo, había repetido tantas veces aquella historia que tenía memorizado hasta el último detalle—. Siempre me gustaron las historias, desde que aprendí a leer he devorado cientos de libros... La vida entre beneficios y pérdidas no es para mí, así que tomé la única salida que tenía.
Como siempre, ahí estaba. Una media verdad para complementar a una mentira entera. «Cada vez me sale mejor...». Era cierto, pero ni por mucho al nivel que su maestra siempre había intentado exigirle.
De un largo trago, Akame terminó con su té y luego se puso en pie.
—Ya debe ser tarde, creo que ha llegado el momento de dormir para mí. Mañana deberíamos salir temprano, no tenemos un minuto que perder —anunció—. Todavía hay que recoger las llaves de las habitaciones, Pangoro te la dará.
El Uchiha se metió entonces una mano en los pantalones y, con gesto ágil, sacó unos cuantos billetes que dejó sobre la mesa. Había suficiente para cubrir los gastos de su cena y la de Eri. Sin mediar palabra, se colgó la mochila de un hombro y fue a pedir la llave de su habitación.
—Es una causa noble —dijo el Uchiha, dando otro sorbo a su té.
Luego vino, claro, la segunda parte. La pregunta de vuelta. Akame desvió la mirada un momento; nunca se le había dado bien mentir, y con una persona tan sincera como Eri... Se le hacía incluso más difícil. Pero no es que tuviese elección.
—La verdad, me gustaría decir que mis convicciones son tan claras como las tuyas —mintió—. Pero lo cierto es que me alisté para escapar de una vida entre libros de cuentas, cajas y billetes. Mi padre es comerciante, y quería que yo siguiera sus pasos con el negocio familiar —pese a todo, había repetido tantas veces aquella historia que tenía memorizado hasta el último detalle—. Siempre me gustaron las historias, desde que aprendí a leer he devorado cientos de libros... La vida entre beneficios y pérdidas no es para mí, así que tomé la única salida que tenía.
Como siempre, ahí estaba. Una media verdad para complementar a una mentira entera. «Cada vez me sale mejor...». Era cierto, pero ni por mucho al nivel que su maestra siempre había intentado exigirle.
De un largo trago, Akame terminó con su té y luego se puso en pie.
—Ya debe ser tarde, creo que ha llegado el momento de dormir para mí. Mañana deberíamos salir temprano, no tenemos un minuto que perder —anunció—. Todavía hay que recoger las llaves de las habitaciones, Pangoro te la dará.
El Uchiha se metió entonces una mano en los pantalones y, con gesto ágil, sacó unos cuantos billetes que dejó sobre la mesa. Había suficiente para cubrir los gastos de su cena y la de Eri. Sin mediar palabra, se colgó la mochila de un hombro y fue a pedir la llave de su habitación.