28/04/2017, 22:38
El joven de a caballo contorsiono el rostro en una expresión de preocupación cuando el Uchiha comenzó a hacer referencia a una forma monstruosa. Por suerte, la posterior carcajada le confirmo que aquello se trataba de una simple e inocente tomadura de pelo, por lo que solo pudo reír nerviosamente, tratando de parecer más impresionado que asustado.
—Ya veo… Es un gusto el conocerles. —dijo en cuanto escucho aquellos nombres.
Tamaro les observo con curiosidad, pensando en las cientos de preguntas que deseaba hacerles a aquellos seres que venían de un lugar muy lejano, donde las cosas eran muy diferentes. Sin embargo, sus conocimientos eran demasiado limitados como para hacer preguntas que pudiesen considerarse importantes, por lo que solo tenía cuestionamientos que resultaban simples y comunes para quien estuviera relacionado con los ninjas.
—Esto… ¿Es cierto que hay varias aldeas donde solo viven ninjas? —pregunto con cierto temor, como si fuera algo muy secreto—. ¿Qué diferencia hay entre ellas? Y con tanta gente extraordinaria, ¿Cómo mantienen la paz? Las peleas de bar deben de ser terribles.
Por su parte, Kōtetsu comenzaba a sentirse mortalmente aburrido. El paisaje era muy hermoso, pero era el mismo que tanto había visto de camino al recóndito Kōtai. Naomi se encontraba escribiendo en un pequeño cuaderno, quizás era un diario de viajes en donde registraba todo lo que iba sucediendo. Las ganas de ponerse a conversar eran grandes, en especial porque sentía cierta curiosidad por aquella gente de Amegakure. Pero acercárseles no parecía algo fácil, en especial con aquel señor que había hablado antes y que le provocaba un poco de miedo.
“Bueno, da igual, ¿Qué es lo peor que me podrían decir?” se animo a sí mismo con aquella frase.
De un brinco, se bajo de su litera y se acercó lentamente hasta la del chico azulado. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, le llamo con insistencia, con un rostro sereno y sin ninguna clase de vergüenza.
—Oye, Kaido-san, ¿estás despierto? —pregunto al ver tanta quietud de su parte—. Esta marcha es terriblemente aburrida, ¿quieres hablar un poco para pasar el rato?
Lo cierto es que más que charlar, buscaba la ocasión de acercarse al azulado joven para preguntarle algunas cosas y saciar su curiosidad.
—Ya veo… Es un gusto el conocerles. —dijo en cuanto escucho aquellos nombres.
Tamaro les observo con curiosidad, pensando en las cientos de preguntas que deseaba hacerles a aquellos seres que venían de un lugar muy lejano, donde las cosas eran muy diferentes. Sin embargo, sus conocimientos eran demasiado limitados como para hacer preguntas que pudiesen considerarse importantes, por lo que solo tenía cuestionamientos que resultaban simples y comunes para quien estuviera relacionado con los ninjas.
—Esto… ¿Es cierto que hay varias aldeas donde solo viven ninjas? —pregunto con cierto temor, como si fuera algo muy secreto—. ¿Qué diferencia hay entre ellas? Y con tanta gente extraordinaria, ¿Cómo mantienen la paz? Las peleas de bar deben de ser terribles.
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Por su parte, Kōtetsu comenzaba a sentirse mortalmente aburrido. El paisaje era muy hermoso, pero era el mismo que tanto había visto de camino al recóndito Kōtai. Naomi se encontraba escribiendo en un pequeño cuaderno, quizás era un diario de viajes en donde registraba todo lo que iba sucediendo. Las ganas de ponerse a conversar eran grandes, en especial porque sentía cierta curiosidad por aquella gente de Amegakure. Pero acercárseles no parecía algo fácil, en especial con aquel señor que había hablado antes y que le provocaba un poco de miedo.
“Bueno, da igual, ¿Qué es lo peor que me podrían decir?” se animo a sí mismo con aquella frase.
De un brinco, se bajo de su litera y se acercó lentamente hasta la del chico azulado. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, le llamo con insistencia, con un rostro sereno y sin ninguna clase de vergüenza.
—Oye, Kaido-san, ¿estás despierto? —pregunto al ver tanta quietud de su parte—. Esta marcha es terriblemente aburrida, ¿quieres hablar un poco para pasar el rato?
Lo cierto es que más que charlar, buscaba la ocasión de acercarse al azulado joven para preguntarle algunas cosas y saciar su curiosidad.