30/04/2017, 02:59
Kaido se mantuvo con los ojos cerrados, aún y cuando no había podido conciliar el sueño. Su rostro, sereno y meditabundo por momentos, se afligía a cada tanto por los constantes ronquidos de su mentor, quien sí que había logrado sumergirse en el tierno abrazo de morfeo.
No obstante, el llamado de un desconocido a la distancia le obligó a voltear hacia dirección contraria. Se trataba de uno de los genin del Remolino, el de cabello blanquecino.
—Oye, Kaido-san, ¿estás despierto? —pregunto al ver tanta quietud de su parte—. Esta marcha es terriblemente aburrida, ¿quieres hablar un poco para pasar el rato?
Despierto estaba, de eso no había duda. Le miró con cierta extrañeza envolviéndole sus facciones y con el ceño levemente fruncido. Se preguntó introspectivamente el por qué aquel extranjero querría hablar con él teniendo a sus compañeros de aldea a unas cuantas zancadas, y pensó en reaccionar con sus formas más asiduas; aquellas que le separaban años luz de tener buenos amigos, cercanos y dispuestos a dar la vida por él.
No obstante, dedujo que de aquello no sacaría nada. Y el aburrimiento comenzaba a azotarle sin compasión, por lo que prefirió asentir a la invitación con un ligero cabeceo, y bajó de la litera por su lado. Le dio la vuelta a la caravana e instó al peliblanco a que hiciera lo propio, afín de que su conversación no fuese a despertar a su mentor.
Cuando estuvieran lo suficientemente alejados, tomó la primera palabra.
—¿Kotetsu, verdad? —inquirió, dubitativo por el nombre—. oye, dime algo. Esa mujer que te acompaña, ¿quién es?; ¿familia tuya, acaso?
Buscó con mirada lasciva a su alrededor, aunque no logró encontrarla a su objetivo. Luego devolvió su atención al peliblanco y puso mueca desconforme. Esperaba que la respuesta fuera negativa, de lo contrario, alguien se arrepentiría luego de lo que estaba a punto de decir.
No obstante, el llamado de un desconocido a la distancia le obligó a voltear hacia dirección contraria. Se trataba de uno de los genin del Remolino, el de cabello blanquecino.
—Oye, Kaido-san, ¿estás despierto? —pregunto al ver tanta quietud de su parte—. Esta marcha es terriblemente aburrida, ¿quieres hablar un poco para pasar el rato?
Despierto estaba, de eso no había duda. Le miró con cierta extrañeza envolviéndole sus facciones y con el ceño levemente fruncido. Se preguntó introspectivamente el por qué aquel extranjero querría hablar con él teniendo a sus compañeros de aldea a unas cuantas zancadas, y pensó en reaccionar con sus formas más asiduas; aquellas que le separaban años luz de tener buenos amigos, cercanos y dispuestos a dar la vida por él.
No obstante, dedujo que de aquello no sacaría nada. Y el aburrimiento comenzaba a azotarle sin compasión, por lo que prefirió asentir a la invitación con un ligero cabeceo, y bajó de la litera por su lado. Le dio la vuelta a la caravana e instó al peliblanco a que hiciera lo propio, afín de que su conversación no fuese a despertar a su mentor.
Cuando estuvieran lo suficientemente alejados, tomó la primera palabra.
—¿Kotetsu, verdad? —inquirió, dubitativo por el nombre—. oye, dime algo. Esa mujer que te acompaña, ¿quién es?; ¿familia tuya, acaso?
Buscó con mirada lasciva a su alrededor, aunque no logró encontrarla a su objetivo. Luego devolvió su atención al peliblanco y puso mueca desconforme. Esperaba que la respuesta fuera negativa, de lo contrario, alguien se arrepentiría luego de lo que estaba a punto de decir.