30/04/2017, 13:42
Ambos recogieron las llaves de sus habitaciones de Pangoro, y ahora Eri, sin saber por qué, ya no sentía tanto miedo por el hombre ahí sentado y con quemaduras repartidas por todo su cuerpo, sentía algo parecido a... ¿Culpa? No lo sabía, lo único que alcanzó a hacer fue una pequeña inclinación de cabeza al igual que su compañero y se marchó siguiendo al mismo.
La segunda de las habitaciones era la suya, según el llavero que yacía junto a la llave que abriría su correspondiente habitación. Así, una vez subidas las escaleras y llegando a su habitación, se despidió de Akame que ya abría la puerta con una sonrisa para comprobar que su llave también abría la puerta, abrió, entró y cerró.
Solo había un hilo de luz en la habitación, lo suficiente para buscar dónde dormir aquella noche. Se deshizo de su bandana, se descalzó y chocó contra la cama. No se paró a admirar la habitación donde se encontraba, tampoco tenía ni ganas ni tiempo, solo quería dormir, descansar y dejar que sus músculos reposasen, pues el día siguiente prometía ser igual o más pesado que el anterior.
Antes de dormir, sin embargo, sacó su mapa de la mochila que ahora descansaba a uno de los lados de la cama, lo observó con los ojos entrecerrados y lo volvió a doblar, dejándolo en el suelo.
Soltó un bostezo y pensó en la hora que debía ser, dejó caer su cabeza en la almohada dejando que sus cortos cabellos se desordenasen y, cerrando los ojos, esperó a que los brazos de Morfeo la acunasen.
Se levantó temprano con el cabello revuelto y los ojos aun cerrados, un bostezo más amplio que el de anoche se hizo escuchar en la estancia que ya no estaba oscura, y por ello abrió los ojos, encontrándose maravillada con lo que era despertar fuera de casa habiendo dormido bien —aun con dolor de espalda por llevar todo el día con la mochila a cuestas—, se desperezó y se levantó, arreglando los pliegues que se habían formado en las sábanas de la cama en la que había dormido el día anterior.
Observó que la estancia era pequeña: una cama, una cómoda y una mesita de noche eran los objetos que adornaban la habitación, pero dudaba que ella necesitase más para una noche. Volvió a bostezar mientras se colocaba sus botas y se cepilló el pelo con sus dedos antes de poner su bandana de Uzushio sobre ellos.
Luego salió de la estancia esperando que Akame estuviese allí o no tardase en salir.
La segunda de las habitaciones era la suya, según el llavero que yacía junto a la llave que abriría su correspondiente habitación. Así, una vez subidas las escaleras y llegando a su habitación, se despidió de Akame que ya abría la puerta con una sonrisa para comprobar que su llave también abría la puerta, abrió, entró y cerró.
Solo había un hilo de luz en la habitación, lo suficiente para buscar dónde dormir aquella noche. Se deshizo de su bandana, se descalzó y chocó contra la cama. No se paró a admirar la habitación donde se encontraba, tampoco tenía ni ganas ni tiempo, solo quería dormir, descansar y dejar que sus músculos reposasen, pues el día siguiente prometía ser igual o más pesado que el anterior.
Antes de dormir, sin embargo, sacó su mapa de la mochila que ahora descansaba a uno de los lados de la cama, lo observó con los ojos entrecerrados y lo volvió a doblar, dejándolo en el suelo.
Soltó un bostezo y pensó en la hora que debía ser, dejó caer su cabeza en la almohada dejando que sus cortos cabellos se desordenasen y, cerrando los ojos, esperó a que los brazos de Morfeo la acunasen.
• • •
Se levantó temprano con el cabello revuelto y los ojos aun cerrados, un bostezo más amplio que el de anoche se hizo escuchar en la estancia que ya no estaba oscura, y por ello abrió los ojos, encontrándose maravillada con lo que era despertar fuera de casa habiendo dormido bien —aun con dolor de espalda por llevar todo el día con la mochila a cuestas—, se desperezó y se levantó, arreglando los pliegues que se habían formado en las sábanas de la cama en la que había dormido el día anterior.
Observó que la estancia era pequeña: una cama, una cómoda y una mesita de noche eran los objetos que adornaban la habitación, pero dudaba que ella necesitase más para una noche. Volvió a bostezar mientras se colocaba sus botas y se cepilló el pelo con sus dedos antes de poner su bandana de Uzushio sobre ellos.
Luego salió de la estancia esperando que Akame estuviese allí o no tardase en salir.