30/04/2017, 18:21
Eri encontraría al Uchiha escaleras abajo, inclinado sobre la barra de madera pulida y con ambos codos apoyados en ella. Vestía con las mismas ropas del día anterior a excepción de la camisa de manga corta que llevaba debajo de su chaqueta de manga larga con el símbolo del clan Uchiha a la espalda. Cargaba su pesada mochila militar y llevaba la bandana del Remolino anudada en la frente, con su media melena azabache recogida en una coleta que le llegaba poco más abajo de la nuca. Firmes sandalias ninja completaban su atuendo, con su preciada espada colgando del cinturón.
—Buenos días, Eri-san —saludó apenas vio a la kunoichi aparecer—. Estaba comprando algunas provisiones... Sólo por si acaso.
Sobre la barra, junto a él, había un par de paquetes pequeños envueltos en papel de traza.
—¿Te importaría llevar esos en tu mochila? La mía está un poco sobrecargada ya.
Akame parecía no haber dormido en toda la noche. Era temprano todavía, pero el color oscuro de las ojeras que adornaban su cara no sugerían que fuesen producto, tan sólo, de un madrugón. Sin embargo, el muchacho se veía tan tranquilo y sonriente como siempre.
—Pues, creo que esto es todo —dijo, pagando al cocinero, que agarró los billetes con sus codiciosas manos—. ¿Nos ponemos en marcha?
El Uchiha había desayunado rápido y mal; apenas un bollo de pan con mantequilla y una taza de té bien cargado. Ni siquiera reparó en que su compañera —tal vez— no había probado bocado. Aquella mañana, Akame estaba un tanto ausente.
—Buenos días, Eri-san —saludó apenas vio a la kunoichi aparecer—. Estaba comprando algunas provisiones... Sólo por si acaso.
Sobre la barra, junto a él, había un par de paquetes pequeños envueltos en papel de traza.
—¿Te importaría llevar esos en tu mochila? La mía está un poco sobrecargada ya.
Akame parecía no haber dormido en toda la noche. Era temprano todavía, pero el color oscuro de las ojeras que adornaban su cara no sugerían que fuesen producto, tan sólo, de un madrugón. Sin embargo, el muchacho se veía tan tranquilo y sonriente como siempre.
—Pues, creo que esto es todo —dijo, pagando al cocinero, que agarró los billetes con sus codiciosas manos—. ¿Nos ponemos en marcha?
El Uchiha había desayunado rápido y mal; apenas un bollo de pan con mantequilla y una taza de té bien cargado. Ni siquiera reparó en que su compañera —tal vez— no había probado bocado. Aquella mañana, Akame estaba un tanto ausente.