3/05/2017, 08:08
—Que cosas. De por si las mujeres son seres de cuidado, si a eso le añades ser ninja, pues… —reconoció Tamaro, un poco intimidado por las palabras de la rubia.
El joven decidió que lo mejor sería no preguntar mas a la tan agraciada y peligrosa jovencita. Bien sabía que algunas de las flores más hermosas escondían los venenos más letales. En cambio, Akame era alguien con parecía que si se podía conversar, a pesar de que también le provocaba algo de ansiedad el no saber si hablaba enserio o no.
—Mi historia… —Miro hacia el cielo, como si en el mismo estuviese contenido parte de su pasado—. No hay mucho que decir: Soy un poblador de Kōtai y he vivido toda mi vida allí. Ser miliciano no me da dinero alguno, pero mi trabajo como cazador y mensajero bastan para darles una buena vida a mi mujer e hija pequeña. También he conocido a gente interesante, gente como el señor Nishijima. Recuerdo que fue cuando él estaba colaborando con fondos para el pueblo; primero fue una milicia, en la cual me enliste, y luego un nuevo puente: El viejo se había derrumbado, pues el fondo del rio es un gran lago de arenas movedizas capaces de tragarse lo que sea, sobre todo pilones grandes y pesados como casas. Por eso, utilizo el dinero para construir un gran puente de arco, que hasta el sol de hoy sigue en pie.
»Por cierto… —Bajo la voz para que solo ambos jóvenes le escucharan, mostrándose un poco incomodo y temeroso por lo que iba a decir—. Sé que no es de mi incumbencia, pero hay un par de cosas que quizás deberían saber sobre el señor Nishijima… La gente suele decir que son solo rumores, pero es porque tienen miedo, yo mismo he comprobado que hay cierta verdad impía tras lo que se cuenta.
»He visto y escuchado cosas… Estoy seguro de que aquel hombre les ha llamado para…
—Bueno, lo siento, ya suponía que era una mala idea, pero tenía mucha curiosidad al respecto —respondió a lo dicho por Kaido—. Además, me parece que ya eres agresivo e intolerante sin necesidad de que te pregunten nada.
El joven de ojos grises se permitió reír suavemente por la gracia de la situación y de sus propias palabras. Quizás fuese que estaba de buen humor en aquel paraje silvestre y sumamente pacifico.
—Me alegro que estes de buenas, Kaido-san, aunque no puedas responder mi pregunta —de pronto su sonrisa se torno sumamente desafiante y sus ojos tan afilados como los dientes de su interlocutor—. ¿Sabes? Creo que aun estas a unos años de poder patearme el culo, pero es una afirmación que estoy dispuesto a debatir a la manera ninja… si sabes a lo que me refiero.
—Dentro de poco llegaremos a nuestro destino, mantengan el paso —exigió Yosehara, con su habitual tono autoritario.
Jokei tenía rato mostrándose más ansioso de lo que quisiera permitirse. Había algo que no le gustaba con la situación actual, pero se sentía demasiado disperso como para saber que era. Sus instintos se lo gritaban, pero le costaba mucho entenderlo. Él prefería relajarse en el silencio de la primavera…
—¿Silencio en primavera? Pero si en esta época el cantar de las miles de aves es imposible de ignorar —se cuestiono en voz baja—. Espera… Esto solo puede significar...
De pronto lo comprendió todo, aquello que su sexto sentido le gritaba con tanta fuerza. Tomo una gran bocanada de aire para hacerse oír, pero un estruendo se le adelanto.
Una colosal bola de fuego envolvió tanto a Tamaro como a su montura, mesclando los relinchos descontrolados del caballo con sus propios gritos agónicos. El impacto fue tal que bastó para volcar las literas de Akame y Noemi, separándolas con una línea de restos ardientes.
—¡Nos atacan, formense! —bramo a todo pulmón, Yosehara.
Las flechas cayeron desde el flanco opuesto al del primer ataque, causando caos y muerte como la lluvia de perdición que era. Kōtetsu se encontraba al descubierto cuando comenzó la ofensiva, apenas si había escuchado los gritos cuando una saeta clavo su kimono al suelo sin que se diera cuenta. En cuanto se supo inmovilizado, trato de desenvainar su sable, pues Naomi estaba muy lejos como para asistirle, y las flechas eran raudas y crueles. Estaba a punto de hacharse al suelo y gritar que se cubrieran, pero un dardo maligno le asesto en el pecho, dejándolo en silencio y derribándole mientras la espada se desprendía de sus manos en un gesto macabro.
Con una suerte similar había corrido la joven que acompañaba a Noemi. Aquella pobre criatura se encontraba en mala posición estratégica cuando comenzó el ataque: La llamarada inicial espanto a sus porteadores, quienes dejaron caer la litera. La chica debió de golpearse muy fuerte, pues cuando comenzó la lluvia de flechas se encontraba aturdida y a campo abierto. Nada podía hacerse por los filos metálicos destinados a penetrar su carne justo en la pierna derecha y en la cadera.
El pánico y el miedo comenzaban a hacerse presentes, al igual que los gritos y el alboroto: La pierna de Noemi había quedado atrapada bajo el palanquín, mientras que Akame se encontraba en el camino de la enloquecida y demoniaca bestia en llamas que solía ser la montura de Tamaro. Y el vehículo de Kaido había caído, y ahora le estaba cubriendo a él y a dos de sus porteadores, sin embargo, la estructura apenas alcanzaba para cubrirlos a los tres, y ya se podía sentir como empezaba desmoronarse ante el azote de la tormenta de saetas.
El joven decidió que lo mejor sería no preguntar mas a la tan agraciada y peligrosa jovencita. Bien sabía que algunas de las flores más hermosas escondían los venenos más letales. En cambio, Akame era alguien con parecía que si se podía conversar, a pesar de que también le provocaba algo de ansiedad el no saber si hablaba enserio o no.
—Mi historia… —Miro hacia el cielo, como si en el mismo estuviese contenido parte de su pasado—. No hay mucho que decir: Soy un poblador de Kōtai y he vivido toda mi vida allí. Ser miliciano no me da dinero alguno, pero mi trabajo como cazador y mensajero bastan para darles una buena vida a mi mujer e hija pequeña. También he conocido a gente interesante, gente como el señor Nishijima. Recuerdo que fue cuando él estaba colaborando con fondos para el pueblo; primero fue una milicia, en la cual me enliste, y luego un nuevo puente: El viejo se había derrumbado, pues el fondo del rio es un gran lago de arenas movedizas capaces de tragarse lo que sea, sobre todo pilones grandes y pesados como casas. Por eso, utilizo el dinero para construir un gran puente de arco, que hasta el sol de hoy sigue en pie.
»Por cierto… —Bajo la voz para que solo ambos jóvenes le escucharan, mostrándose un poco incomodo y temeroso por lo que iba a decir—. Sé que no es de mi incumbencia, pero hay un par de cosas que quizás deberían saber sobre el señor Nishijima… La gente suele decir que son solo rumores, pero es porque tienen miedo, yo mismo he comprobado que hay cierta verdad impía tras lo que se cuenta.
»He visto y escuchado cosas… Estoy seguro de que aquel hombre les ha llamado para…
***
—Bueno, lo siento, ya suponía que era una mala idea, pero tenía mucha curiosidad al respecto —respondió a lo dicho por Kaido—. Además, me parece que ya eres agresivo e intolerante sin necesidad de que te pregunten nada.
El joven de ojos grises se permitió reír suavemente por la gracia de la situación y de sus propias palabras. Quizás fuese que estaba de buen humor en aquel paraje silvestre y sumamente pacifico.
—Me alegro que estes de buenas, Kaido-san, aunque no puedas responder mi pregunta —de pronto su sonrisa se torno sumamente desafiante y sus ojos tan afilados como los dientes de su interlocutor—. ¿Sabes? Creo que aun estas a unos años de poder patearme el culo, pero es una afirmación que estoy dispuesto a debatir a la manera ninja… si sabes a lo que me refiero.
—Dentro de poco llegaremos a nuestro destino, mantengan el paso —exigió Yosehara, con su habitual tono autoritario.
Jokei tenía rato mostrándose más ansioso de lo que quisiera permitirse. Había algo que no le gustaba con la situación actual, pero se sentía demasiado disperso como para saber que era. Sus instintos se lo gritaban, pero le costaba mucho entenderlo. Él prefería relajarse en el silencio de la primavera…
—¿Silencio en primavera? Pero si en esta época el cantar de las miles de aves es imposible de ignorar —se cuestiono en voz baja—. Espera… Esto solo puede significar...
De pronto lo comprendió todo, aquello que su sexto sentido le gritaba con tanta fuerza. Tomo una gran bocanada de aire para hacerse oír, pero un estruendo se le adelanto.
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Una colosal bola de fuego envolvió tanto a Tamaro como a su montura, mesclando los relinchos descontrolados del caballo con sus propios gritos agónicos. El impacto fue tal que bastó para volcar las literas de Akame y Noemi, separándolas con una línea de restos ardientes.
—¡Nos atacan, formense! —bramo a todo pulmón, Yosehara.
Las flechas cayeron desde el flanco opuesto al del primer ataque, causando caos y muerte como la lluvia de perdición que era. Kōtetsu se encontraba al descubierto cuando comenzó la ofensiva, apenas si había escuchado los gritos cuando una saeta clavo su kimono al suelo sin que se diera cuenta. En cuanto se supo inmovilizado, trato de desenvainar su sable, pues Naomi estaba muy lejos como para asistirle, y las flechas eran raudas y crueles. Estaba a punto de hacharse al suelo y gritar que se cubrieran, pero un dardo maligno le asesto en el pecho, dejándolo en silencio y derribándole mientras la espada se desprendía de sus manos en un gesto macabro.
Con una suerte similar había corrido la joven que acompañaba a Noemi. Aquella pobre criatura se encontraba en mala posición estratégica cuando comenzó el ataque: La llamarada inicial espanto a sus porteadores, quienes dejaron caer la litera. La chica debió de golpearse muy fuerte, pues cuando comenzó la lluvia de flechas se encontraba aturdida y a campo abierto. Nada podía hacerse por los filos metálicos destinados a penetrar su carne justo en la pierna derecha y en la cadera.
El pánico y el miedo comenzaban a hacerse presentes, al igual que los gritos y el alboroto: La pierna de Noemi había quedado atrapada bajo el palanquín, mientras que Akame se encontraba en el camino de la enloquecida y demoniaca bestia en llamas que solía ser la montura de Tamaro. Y el vehículo de Kaido había caído, y ahora le estaba cubriendo a él y a dos de sus porteadores, sin embargo, la estructura apenas alcanzaba para cubrirlos a los tres, y ya se podía sentir como empezaba desmoronarse ante el azote de la tormenta de saetas.